EL CLIMA

viernes, 28 de octubre de 2011

HERNANDARIAS

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HERNANDARIAS

Conquistador, gobernante y hombre de Dios

Hernando Arias de Saavedra fue, quizás, el último representante del espíritu de la conquista en el Río de la Plata y su nombre debe inscribirse junto al de aquellos que lucharon y dedicaron su vida a colonizar y evangelizar estas lejanas comarcas que constituyeron uno de los confines más alejados del imperio español.

Hijo de esta tierra, había nacido en Asunción del Paraguay, cabeza de la gobernación del Río de la Plata, el 10 de septiembre de 1561. Fue su padre el capitán español Martín Suárez de Toledo y su madre doña María de Sanabria, por lo que era nieto por vía materna del adelantado don Diego de Sanabria y de doña Mencia Calderón de Sanabria, rica dama española que trajo su fortuna al Paraguay. Hernandarias fue además, medio hermano de Fernando de Trejo y Sanabria, que hacia fines del siglo XVI era obispo del Tucumán y uno de los fundadores de la Universidad de Córdoba.

Don Hernando, hombre culto, prudente y generoso, de caballerescos modales y grandes iniciativas, era sumamente versado en historia romana, que según algunos historiadores, llegó a sus manos a través de las tan comunes abreviaciones españolas de aquellos días. Educado en el convento franciscano de su ciudad natal, tuvo por maestro a Ruy Díaz de Guzmán, célebre historiador de la época, autor de “La Argentina o Historia de la Provincia del Río de la Plata” (1612).

Como todo individuo de buena cuna y elevada educación de aquellos tiempos se cree que dominó el latín y que fue versado en otras materias.

Integrando las milicias de su ciudad natal, marchó muy joven a la guerra contra las tribus fronterizas que hostigaban a la población cristiana. Según cuenta la tradición, para evitar mayores derramamientos de sangre, retó al cacique enemigo a un duelo cuerpo a cuerpo y en el combate le dio muerte, sufriendo tan solo unas pocas lesiones.

Hernandarias se enroló en la expedición a la Ciudad de los Césares organizada por el gobernador Abreu (1578), participó en la fundación de Salta, formando en las milicias de don Hernando de Lerma y estuvo a cargo del ganado destinado a la segunda fundación de Buenos Aires emprendida por su futuro suegro, don Juan de Garay, a quien acompañó como cabo segundo en su expedición a las sierras de Tandil y de la Ventana. A los 20 años de edad, se casó con la hija del adelantado, doña Jerónima de Contreras y se fue a vivir a Santa Fe, donde estableció su residencia.

La universidad de Córdoba con la Iglesia de los Jesuitas

Años después Hernandarias combatió contra las tribus niguares del Paraguay, participó en la fundación de Concepción del Bermejo, de la que fue primer alcalde ordinario e integró la expedición que a través de las actuales selvas formoseñas, abrió un nuevo camino a la ciudad de Asunción.

Personaje destacado de la fundación de Corrientes, en 1588, reemplazó a Alonso de Vera “Cara de Perro” en el gobierno de Asunción, ejerciendo la tenencia general de las provincias el 13 de julio de 1592. Su amplia hoja de servicios se vio incrementada cuando en 1592 fue teniente de gobernador de don Hernando de Zárate y en 1597 de Juan Ramírez de Velasco.

Se hallaba en Concepción del Bermejo cuando se enteró de la trágica muerte de Ramírez de Velasco y encabezando 80 efectivos, partió desde aquella ciudad para enfrentar a los indios, a los que aniquiló tras una sangrienta batalla en la que resultó herido.
Ya en Asunción, encontró a la ciudad convulsionada, debido a las discrepancias que existían en cuanto a si Ramírez de Velasco había depositado en él su confianza o no. En gesto de alta nobleza declinó el mando para someterse a los designios de la mayoría y el 4 de enero de 1598 la Asamblea lo designó gobernador “…con mucho gusto y aplauso de toda la gobernación…haciendo uso del privilegio concedido por el emperador Carlos V”.

Apaciguado el Paraguay, a poco de su reconocimiento por la Audiencia de Charcas, Hernadarias bajó a Buenos Aires, amenazada entonces por la acción de piratas, previa designación de su cuñado, el capitán Antonio de Añasco, como teniente de gobernador.
Disipado aquel peligro, pasó a Santa Fe, sede de su hogar, donde recibió del Virrey del Perú la designación de gobernador interino y la visita de su medio hermano el obispo Trejo, que llegaba con la misión de ordenar sacerdotes en Paraguay. Junto a este regresó a la capital, ciudad de su nacimiento, donde fue recibido por el pueblo que le hizo entrega de las llaves, con las que abrió su puerta simbólica.

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