EL CLIMA

viernes, 2 de julio de 2010

LA EMOCION






















EQUILIBRIO EMOCIONAL

Hay un principio filosófico que dice “El hacer sigue al ser”, lo que significa que primero está el ser humano como tal y luego lo que puede realizar en su vida. Sin embargo, desde su primera infancia, el niño empieza a ser enseñado sobre lo que debe hacer, y el «hacer» será su objetivo predominante en la vida. Lógicamente, esto no tiene nada de malo, al contrario, cada ser humano necesita aprender alguna actividad que le garantice el realizar su propio proyecto de vida. Pero, nos preguntamos ¿basta una profesión, un oficio, o sencillamente saber hacer algo para ser feliz? Quienes lo logran no han olvidado algo muy importante, cuidar con el mismo empeño a su propio ser. Es decir, consideran que primero son personas, con inteligencia, sentimientos, emociones, anhelos, deseos de superación, etc., que necesitan ser tomados en cuenta para darle un objetivo real a ese quehacer diario. Así logran evitar que se produzca esa sensación de hastío y de cansancio después de un día de trabajo abrumador. ¿Cómo cuidar entonces a este ser humano que tanto lo necesita? Ya que está compuesto de una parte material y otra espiritual, tiene que cuidar tanto su cuerpo como su alma y su espíritu. Sabemos que la salud del cuerpo es muy importante, pero también lo es - y muchísimo más - la del alma, o psiquis, junto con la capacidad trascendente del espíritu humano. En el mundo en que vivimos, por largas épocas se ha sobrevalorado una de las facultades de la psiquis: la inteligencia racional o intelecto, con el consecuente descuido de la parte afectiva y volitiva del hombre. No se ha dado la misma importancia al conocimiento de los sentimientos, emociones y pasiones, y a lo que significa la voluntad en el ejercicio de la acción humana. Son innumerables las estadísticas sobre el C.I. (coeficiente intelectual) de miles de personas para determinar la capacidad de seguir determinado tipo de estudios. No se puede negar su utilidad; pero se hace cada vez más evidente que un alto C. I. no garantiza el éxito en la vida si no se tiene el mismo aprecio por lo que hoy se ha llamado «la inteligencia emocional». El autor, Daniel Goleman, ha tenido un éxito sorprendente con su libro «La Inteligencia Emocional», donde revoluciona el concepto de inteligencia diciendo que en su aspecto emocional garantiza un mayor bienestar en la vida. Nos parece que este best-seller está dando respuesta a ese anhelo tantas veces postergado de miles de personas que quieren ser apreciadas por lo que son y no sólo por lo que puedan producir o por el servicio que puedan prestar. Dentro del aspecto afectivo, las emociones desempeñan un papel extraordinariamente importante y decisivo en el quehacer humano. Con razón se dice que «en esencia, todas las emociones son impulsos para actuar». La raíz misma de la palabra «emoción» es «motere», verbo latino que significa «mover», además del prefijo «e» que significa «alejarse». En todo lo que realizamos, utilizamos tanto los sentimientos como el raciocinio. Pero en muchas ocasiones las emociones avasallan al intelecto aplastando la razón. De ahí la gran importancia que tiene el saber manejar bien la parte emocional para mantener el equilibrio entre el corazón y la cabeza. Todos sabemos que el descontrol de las emociones negativas oscurece el entendimiento, haciéndonos actuar en forma irracional mientras estamos en su poder. ¡Cuántas desgracias se producen por esta causa! Existe una serie de emociones negativas con sus muchas combinaciones y variables. Algunos teóricos proponen familias básicas de emociones. Una de ellas es la enunciada por Daniel Goleman en su obra ya citada, la que por su extensión puede servir de gran ayuda para el conocimiento personal en un momento dado. Las principales emociones básicas y sus variables serían las siguientes: Ira: Furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud, animosidad, fastidio, irritabilidad, hostilidad, violencia y odio. Tristeza: Congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento, desesperación, depresión (que puede ser muy grave en casos patológicos). Temor: Ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, desconfianza, miedo, terror (el que a un nivel patológico puede transformarse en fobia y pánico). Disgusto: Desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión, repulsión, rechazo. Vergüenza: Culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillación, arrepentimiento, mortificación, contrición, Sorpresa: Conmoción, asombro, desconcierto, sobrecogimiento. Placer: Felicidad, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión, disfrute sensual, estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia, éxtasis y (como extremo patológico) manía. Amor: Aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, empatía, devoción, adoración, ágape (amor espiritual). A pesar de la cantidad de variables de las emociones básicas que incluye esta lista, sin embargo, no da respuesta a todas aquellas que experimenta el ser humano. Existen, además, los estados de ánimo que se diferencian de las emociones en que son más permanentes. Una persona puede tener en un momento dado un ataque de ira que luego se le pasa. En cambio, otra puede estar irritable y de mal genio en forma permanente. A pesar de que tenemos una mente intelectual y una mente emocional, ambas se intercomunican en forma constante y son esenciales la una para la otra. Es por eso que cuando se aclaran nuestras ideas confusas, o nuestras dudas, sentimos inmediatamente un alivio emocional y una tranquilidad interior.

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