¿Es el hecho de que a un niño le guste estar solo parte de su personalidad?
Alrededor de los 5 años empieza la etapa de socialización, en la cual se inicia la interacción con otros. Antes de esta etapa no es recomendable limitar al niño justificando su comportamiento con una "etiqueta"; aún está descubriéndose a sí mismo.A partir de los 5 ó 6 años aproximadamente, si el niño prefiere jugar solo, pero los padres lo observan feliz de ir al colegio, seguro para desenvolverse en los ambientes y capaz de resolver problemas por sí mismo, probablemente se trata de algo natural en su personalidad. Pero si, por el contrario, usted observa que su hijo se queja para ir al colegio, se enferma con frecuencia, busca su aprobación constante, se le dificulta hablarle a personas desconocidas, lo encuentra irritable y demandante de atención, le cuesta llegar a acuerdos con hermanos, primos o amigos, etc., probablemente sea necesario consultar a un experto para encontrar la causa de este tipo de actitudes, ya que pueden dejar heridas muy graves que le acompañarán por el resto de la vida si no se atienden a tiempo.
¿Es normal? ¿Hasta qué punto?
Cuando usted observe que la vida de su hijo está siendo afectada por la dificultad para interactuar con otras personas, es necesario pedir ayuda. Si su hijo prefiere jugar, explorar, aprender solo, pero es capaz de llevarse bien con otros cuando se ve en la necesidad de hacerlo, no debe preocuparse; cuando se observa resistencia para hacerlo, es necesario investigar la causa.
¿Cómo puede afectarle el hecho de sentirse solitario? ¿Cómo ayudarlo?
El sentirse solitario puede hacer que se sienta rechazado, que no es lo suficientemente bueno como para que se fijen en él, que debe cumplir expectativas muy altas para ser aceptado. Si esto no es tratado a tiempo, las consecuencias en la adolescencia y edad adulta pueden ser muy lamentables; es necesario fortalecer la identidad y destrezas sociales.Es de vital importancia asegurarse que su hijo sepa que tiene un canal abierto de comunicación con usted, de esta manera podrá expresar sus sentimientos, podrá manifestarle sus preocupaciones y a la vez usted tendrá la oportunidad de orientarlo, de transmitirle su apoyo incondicional, de compartirle experiencias en las que usted se sintió de la misma manera y cómo logró superar esa situación. Esto contribuye a establecer vínculos fuertes entre padres e hijos, en donde ambas partes comparten algo que es importante y, a la vez, ambas partes pueden aprender del otro.
Nunca etiquetarlo como "tímido" u otros similares, esto automáticamente lo obliga a comportarse de esta manera y limita la posibilidad de que pueda cambiar.
Observar el modelo de relaciones sociales que vive la familia; por ejemplo, si los padres son de pocas amistades, probablemente los hijos seguirán el mismo patrón, aunque no se puede generalizar. De la misma manera los padres pueden establecer nuevas pautas de actuación para servir de modelo para sus hijos en un rol más activo socialmente.
Favorecer oportunidades en las que pueda convivir con otros niños de edades similares en ambientes diferentes, colegio, vecindario, clases extracurriculares (pintura, idiomas, baile, música, etc.), deportes en equipo (béisbol, fútbol, natación, etc.)
Verbalizar y explicar los comportamientos que tienen los padres, de esta manera el niño podrá comprender mejor el actuar de los adultos y se sentirá más seguro al desenvolverse en distintos ambientes. Si en alguna ocasión no sabe cómo enfrentarse a un compañero, cuando recuerde que su padre tuvo que enfrentarse a otra persona y se sintió de la misma manera, también recordará cómo hizo su padre para hacerle frente.
Alrededor de los 5 años empieza la etapa de socialización, en la cual se inicia la interacción con otros. Antes de esta etapa no es recomendable limitar al niño justificando su comportamiento con una "etiqueta"; aún está descubriéndose a sí mismo.A partir de los 5 ó 6 años aproximadamente, si el niño prefiere jugar solo, pero los padres lo observan feliz de ir al colegio, seguro para desenvolverse en los ambientes y capaz de resolver problemas por sí mismo, probablemente se trata de algo natural en su personalidad. Pero si, por el contrario, usted observa que su hijo se queja para ir al colegio, se enferma con frecuencia, busca su aprobación constante, se le dificulta hablarle a personas desconocidas, lo encuentra irritable y demandante de atención, le cuesta llegar a acuerdos con hermanos, primos o amigos, etc., probablemente sea necesario consultar a un experto para encontrar la causa de este tipo de actitudes, ya que pueden dejar heridas muy graves que le acompañarán por el resto de la vida si no se atienden a tiempo.
¿Es normal? ¿Hasta qué punto?
Cuando usted observe que la vida de su hijo está siendo afectada por la dificultad para interactuar con otras personas, es necesario pedir ayuda. Si su hijo prefiere jugar, explorar, aprender solo, pero es capaz de llevarse bien con otros cuando se ve en la necesidad de hacerlo, no debe preocuparse; cuando se observa resistencia para hacerlo, es necesario investigar la causa.
¿Cómo puede afectarle el hecho de sentirse solitario? ¿Cómo ayudarlo?
El sentirse solitario puede hacer que se sienta rechazado, que no es lo suficientemente bueno como para que se fijen en él, que debe cumplir expectativas muy altas para ser aceptado. Si esto no es tratado a tiempo, las consecuencias en la adolescencia y edad adulta pueden ser muy lamentables; es necesario fortalecer la identidad y destrezas sociales.Es de vital importancia asegurarse que su hijo sepa que tiene un canal abierto de comunicación con usted, de esta manera podrá expresar sus sentimientos, podrá manifestarle sus preocupaciones y a la vez usted tendrá la oportunidad de orientarlo, de transmitirle su apoyo incondicional, de compartirle experiencias en las que usted se sintió de la misma manera y cómo logró superar esa situación. Esto contribuye a establecer vínculos fuertes entre padres e hijos, en donde ambas partes comparten algo que es importante y, a la vez, ambas partes pueden aprender del otro.
Nunca etiquetarlo como "tímido" u otros similares, esto automáticamente lo obliga a comportarse de esta manera y limita la posibilidad de que pueda cambiar.
Observar el modelo de relaciones sociales que vive la familia; por ejemplo, si los padres son de pocas amistades, probablemente los hijos seguirán el mismo patrón, aunque no se puede generalizar. De la misma manera los padres pueden establecer nuevas pautas de actuación para servir de modelo para sus hijos en un rol más activo socialmente.
Favorecer oportunidades en las que pueda convivir con otros niños de edades similares en ambientes diferentes, colegio, vecindario, clases extracurriculares (pintura, idiomas, baile, música, etc.), deportes en equipo (béisbol, fútbol, natación, etc.)
Verbalizar y explicar los comportamientos que tienen los padres, de esta manera el niño podrá comprender mejor el actuar de los adultos y se sentirá más seguro al desenvolverse en distintos ambientes. Si en alguna ocasión no sabe cómo enfrentarse a un compañero, cuando recuerde que su padre tuvo que enfrentarse a otra persona y se sintió de la misma manera, también recordará cómo hizo su padre para hacerle frente.
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