Atrás quedaron los tiempos en que los millonarios destinaban sus fortunas sólo a comprar autos veloces, lujosos yates, costosos aviones, palaciegas mansiones o célebres obras de arte. Los magnates último modelo han diversificado sus inversiones y ahora adquieren clubes de fútbol, viajan al espacio, corren regatas, construyen panic rooms o compran sus propios viñedos. Pero conservan, como sus antecesores, el gusto por las excentricidades.
Los millonarios que aman el deporte pero carecen de habilidades para practicarlo no necesariamente deben resignarse, como el resto de los mortales, a mirarlo por ESPN. Para sentirse protagonistas, ellos pueden reunir a los mejores navegantes para que lleven el timón de sus barcos -donde ellos suelen ser tripulantes- y eleven sus nombres a lo más alto de los podios.
Eso ocurre en las tradicionales regatas Copa América y Copa Louis Vuitton. La gran mayoría de los magnates no llevan la voz de mando a bordo, pero invierten entre 10 y 90 millones de dólares por equipo con el anhelo de la victoria. Entre los participantes se encuentran Paul Allen, cofundador de Microsoft, y Larry Ellison, CEO de Oracle, dedicada al software.
Otro millonario que se apasiona por los logros deportivos, pero que es el único protagonista de sus hazañas, es el norteamericano Steve Fossett, que en 2002 se quedó con el honor de ser el primer hombre que dio la vuelta al mundo en un globo aerostático, en solitario y sin escalas. Con la holgura económica de quien puede gastar enormes sumas de dinero en sus aventuras, Fossett intentó este mes romper la marca de altitud en planeador (14.935 metros), en Nueva Zelanda. Pero las adversas condiciones climáticas se lo impidieron.
Para algunos megamillonarios, los viajes a los destinos más exóticos del mundo no son suficientes. El magnate norteamericano Dennis Tito se las ingenió para cumplir el sueño de toda una vida: viajar al espacio. En abril de 2001, Tito, un ex ingeniero de la NASA, se convirtió en el primer turista espacial. Pagó 20 millones de dólares, se entrenó durante varios meses y viajó al espacio durante ocho días con dos cosmonautas rusos en la cápsula Soyuz.
Con sus chequeras, los más ricos no pueden comprar la habilidad de Maradona para dominar la número cinco. Pero sí pueden adquirir un club de fútbol y dirigirlo a su antojo. Un ejemplo es el petrolero Roman Abramovich, uno de los más prominentes entre la novel camada de millonarios rusos, que de su fortuna de 8300 millones de dólares utilizó 217 millones para comprar el club inglés Chelsea.
Una opción para los que buscan sentirse protegidos son los panic rooms o cuartos de seguridad, especie de búnkers que los ricos con graves preocupaciones sobre su seguridad se hacen construir en sus domicilios por sumas que oscilan entre los 25.000 y los dos millones de dólares.
Son cuartos ocultos detrás de una biblioteca empotrada o de un espejo, que suelen estar hechos de hormigón y metal. Pueden albergar a una o más personas, están provistos de equipos de comunicaciones, alarmas y pantallas de televisión de circuito cerrado. Entre los clientes hay estrellas del espectáculo, empresarios y diplomáticos. Cuartos para envolver regalos
A veces los más ricos no saben qué hacer para gastar los millones acumulados en el banco. Por ejemplo Aaron Spelling, el productor de televisión de Hollywood que creó clásicos como "Dinastía" o "Beverly Hills 90210", se vio ante la duda de qué nuevo ambiente agregar a su mansión, que ya albergaba un museo de muñecas y un cuarto para envolver regalos. ¿Cuál fue la solución? Agregar un segundo cuarto para envolver regalos.
Para otros, la cuestión de los gastos astronómicos se convierte en una encarnizada competencia. Tal es el caso de Bill Gates (que también hace jugosas donaciones con fines filantrópicos) y su rival Larry Ellison. Ambos están atrapados en una carrera por tener la mejor casa, por lo que cuando el primero construyó una mansión junto a un lago, el segundo levantó otra aún más costosa cerca de una cascada.
Hay millonarios que, alejados de los excesos y los placeres, utilizan toda su fuerza de voluntad para alimentarse en forma balanceada y llevar una vida sana. Tal es el caso del norteamericano David Murdock, dueño de la empresa de frutas y vegetales Dole. El magnate ya pasó los ochenta años y está convencido de que una dieta estricta lo ayudará a mantener su longevidad y su buena salud.
Pero no se contenta con ser el único en adoptar esta forma de vida. "Lo que más quiero es enseñarle a la gente a comer de forma sana", le dijo a la revista Forbes. Y para lograrlo invertirá 200 millones de dólares: 50 en educación sobre nutrición e investigación y 150 en un hotel y spa de lujo. El complejo estará en Los Angeles y tendrá 285 habitaciones, un gran salón de fiestas, una piscina cubierta, un instituto de cocina y un centro médico y dental. Pero parece que sólo los ricos podrán beneficiarse del proyecto: las habitaciones costarán entre 300 y 2000 dólares. Música a lo grande
Otros se apasionan por la música y también por el tamaño... Jasper Sanfilippo, un empresario del negocio de las nueces que tiene una colección de instrumentos musicales, se hizo construir el órgano de tubos Wurlitzer más grande del mundo en su propio hogar, al norte de Chicago. El magnífico instrumento, que habría costado 2 millones de dólares, tiene 8000 tubos, mientras que el órgano que le sigue en tamaño, el del Radio City de Nueva York, ostenta sólo 4500.
¿Una pelea de gallos que usan guantes suena como un disparate? No en Tailandia, donde el millonario Dhanin Chearavanont instaló un centro para preservar y mejorar estas peleas, una centenaria tradición tailandesa. En las instalaciones hay tableros computarizados para seguir las peleas, asientos en boxes con aire acondicionado y salones para seminarios. El tailandés, dueño del mayor conglomerado agroindustrial de Asia, estaba preocupado por la salud de los pollos y por mantener su pureza genética para exportarlos.
Continuando con el rubro de los animales, otros millonarios quieren retribuir con objetos materiales el cariño que sus mascotas les dan sin pedir nada a cambio. Ese es el caso de David Duffield, dueño de una empresa de computación de Sillicon Valley, que gastó siete millones de dólares en construir una casa de lujo para sus animales, que incluye departamentos con paredes de vidrio para los perros, futones, alfombras y televisores.
Dos de las últimas tendencias son invertir en caballos de carrera y en viñedos. Entre los fanáticos de los pingos está Kenny Trout, un norteamericano que se dedicaba a las telecomunicaciones. Ya retirado de la actividad que le dio su fortuna, ahora se dedica a criar pura sangre y a hacerlos competir en los certámenes más prestigiosos.
Entre los amantes de los vinos se encuentran Gordon Getty, hijo del magnate J. Paul Getty; Ronald Lauder, hijo de la creadora de la línea de belleza Estée Lauder, o Julian Robertson Jr., un financista. Porque para los superricos de hoy el vino de sus propios viñedos sabe mejor.
Los millonarios que aman el deporte pero carecen de habilidades para practicarlo no necesariamente deben resignarse, como el resto de los mortales, a mirarlo por ESPN. Para sentirse protagonistas, ellos pueden reunir a los mejores navegantes para que lleven el timón de sus barcos -donde ellos suelen ser tripulantes- y eleven sus nombres a lo más alto de los podios.
Eso ocurre en las tradicionales regatas Copa América y Copa Louis Vuitton. La gran mayoría de los magnates no llevan la voz de mando a bordo, pero invierten entre 10 y 90 millones de dólares por equipo con el anhelo de la victoria. Entre los participantes se encuentran Paul Allen, cofundador de Microsoft, y Larry Ellison, CEO de Oracle, dedicada al software.
Otro millonario que se apasiona por los logros deportivos, pero que es el único protagonista de sus hazañas, es el norteamericano Steve Fossett, que en 2002 se quedó con el honor de ser el primer hombre que dio la vuelta al mundo en un globo aerostático, en solitario y sin escalas. Con la holgura económica de quien puede gastar enormes sumas de dinero en sus aventuras, Fossett intentó este mes romper la marca de altitud en planeador (14.935 metros), en Nueva Zelanda. Pero las adversas condiciones climáticas se lo impidieron.
Para algunos megamillonarios, los viajes a los destinos más exóticos del mundo no son suficientes. El magnate norteamericano Dennis Tito se las ingenió para cumplir el sueño de toda una vida: viajar al espacio. En abril de 2001, Tito, un ex ingeniero de la NASA, se convirtió en el primer turista espacial. Pagó 20 millones de dólares, se entrenó durante varios meses y viajó al espacio durante ocho días con dos cosmonautas rusos en la cápsula Soyuz.
Con sus chequeras, los más ricos no pueden comprar la habilidad de Maradona para dominar la número cinco. Pero sí pueden adquirir un club de fútbol y dirigirlo a su antojo. Un ejemplo es el petrolero Roman Abramovich, uno de los más prominentes entre la novel camada de millonarios rusos, que de su fortuna de 8300 millones de dólares utilizó 217 millones para comprar el club inglés Chelsea.
Una opción para los que buscan sentirse protegidos son los panic rooms o cuartos de seguridad, especie de búnkers que los ricos con graves preocupaciones sobre su seguridad se hacen construir en sus domicilios por sumas que oscilan entre los 25.000 y los dos millones de dólares.
Son cuartos ocultos detrás de una biblioteca empotrada o de un espejo, que suelen estar hechos de hormigón y metal. Pueden albergar a una o más personas, están provistos de equipos de comunicaciones, alarmas y pantallas de televisión de circuito cerrado. Entre los clientes hay estrellas del espectáculo, empresarios y diplomáticos. Cuartos para envolver regalos
A veces los más ricos no saben qué hacer para gastar los millones acumulados en el banco. Por ejemplo Aaron Spelling, el productor de televisión de Hollywood que creó clásicos como "Dinastía" o "Beverly Hills 90210", se vio ante la duda de qué nuevo ambiente agregar a su mansión, que ya albergaba un museo de muñecas y un cuarto para envolver regalos. ¿Cuál fue la solución? Agregar un segundo cuarto para envolver regalos.
Para otros, la cuestión de los gastos astronómicos se convierte en una encarnizada competencia. Tal es el caso de Bill Gates (que también hace jugosas donaciones con fines filantrópicos) y su rival Larry Ellison. Ambos están atrapados en una carrera por tener la mejor casa, por lo que cuando el primero construyó una mansión junto a un lago, el segundo levantó otra aún más costosa cerca de una cascada.
Hay millonarios que, alejados de los excesos y los placeres, utilizan toda su fuerza de voluntad para alimentarse en forma balanceada y llevar una vida sana. Tal es el caso del norteamericano David Murdock, dueño de la empresa de frutas y vegetales Dole. El magnate ya pasó los ochenta años y está convencido de que una dieta estricta lo ayudará a mantener su longevidad y su buena salud.
Pero no se contenta con ser el único en adoptar esta forma de vida. "Lo que más quiero es enseñarle a la gente a comer de forma sana", le dijo a la revista Forbes. Y para lograrlo invertirá 200 millones de dólares: 50 en educación sobre nutrición e investigación y 150 en un hotel y spa de lujo. El complejo estará en Los Angeles y tendrá 285 habitaciones, un gran salón de fiestas, una piscina cubierta, un instituto de cocina y un centro médico y dental. Pero parece que sólo los ricos podrán beneficiarse del proyecto: las habitaciones costarán entre 300 y 2000 dólares. Música a lo grande
Otros se apasionan por la música y también por el tamaño... Jasper Sanfilippo, un empresario del negocio de las nueces que tiene una colección de instrumentos musicales, se hizo construir el órgano de tubos Wurlitzer más grande del mundo en su propio hogar, al norte de Chicago. El magnífico instrumento, que habría costado 2 millones de dólares, tiene 8000 tubos, mientras que el órgano que le sigue en tamaño, el del Radio City de Nueva York, ostenta sólo 4500.
¿Una pelea de gallos que usan guantes suena como un disparate? No en Tailandia, donde el millonario Dhanin Chearavanont instaló un centro para preservar y mejorar estas peleas, una centenaria tradición tailandesa. En las instalaciones hay tableros computarizados para seguir las peleas, asientos en boxes con aire acondicionado y salones para seminarios. El tailandés, dueño del mayor conglomerado agroindustrial de Asia, estaba preocupado por la salud de los pollos y por mantener su pureza genética para exportarlos.
Continuando con el rubro de los animales, otros millonarios quieren retribuir con objetos materiales el cariño que sus mascotas les dan sin pedir nada a cambio. Ese es el caso de David Duffield, dueño de una empresa de computación de Sillicon Valley, que gastó siete millones de dólares en construir una casa de lujo para sus animales, que incluye departamentos con paredes de vidrio para los perros, futones, alfombras y televisores.
Dos de las últimas tendencias son invertir en caballos de carrera y en viñedos. Entre los fanáticos de los pingos está Kenny Trout, un norteamericano que se dedicaba a las telecomunicaciones. Ya retirado de la actividad que le dio su fortuna, ahora se dedica a criar pura sangre y a hacerlos competir en los certámenes más prestigiosos.
Entre los amantes de los vinos se encuentran Gordon Getty, hijo del magnate J. Paul Getty; Ronald Lauder, hijo de la creadora de la línea de belleza Estée Lauder, o Julian Robertson Jr., un financista. Porque para los superricos de hoy el vino de sus propios viñedos sabe mejor.
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