EL CLIMA

domingo, 28 de octubre de 2012

RELACIONES PADRE HIJO



















EN FEMENINO 

Un papel importante
El padre tiene que estar presente en cada momento clave de la vida de su hijo para que éste aprecie que está creciendo física y espiritualmente. Si no falta a ningún evento importante para él (su cumpleaños, llevarle a su final de fútbol...), si practica con él actividades deportivas y si hace las observaciones pertinentes sobre la educación sexual, cumplirá en gran medida con su papel de padre.

Para que la relación padre/hijo funcione el padre tiene que hacer actividades con su hijo y transmitirle una herencia rica en aprendizaje.
En la adolescencia, el hijo se identifica con su padre, por lo que necesita apoyarse en una imagen masculina fuerte que le ayude a formar su personalidad.
Valorar a su hijo tiene un fuerte impacto, especialmente en su forma de amar y de tener placer, y determina el conjunto de las relaciones que mantendrá tanto con los hombres como con las mujeres.
La figura paternal tiene que llevar al niño a tomar conocimiento y conciencia del mundo que le rodea. Su ausencia provocará inevitablemente alguna carencia, un desequilibrio para el niño.

Una relación que se materniza
Hoy, los padres se implican más en la educación y se encargan de su crío, de manera que ya no es tarea exclusiva de las madres. Sin embargo, ahora los bañan, los miman, les leen cuentos, los llevan a la guardería... en resumen, ¡se ocupan de ellos como verdaderos papás canguro! Incluso si algunos siguen siendo “herméticos a la maternidad”, los padres asumen cada vez más su paternidad. Más atentos, más receptivos, más interesados en su hijo y pasando más tiempo con ellos.

Una relación de autoridad
El padre es aquél que dicta las reglas, los límites, y que sirve de referente a su hijo. No duda, por otro lado, en utilizar esta autoridad, ¡sobre todo cuando el niño no escucha!
Frecuentemente, ocurre que el niño “odia” a su padre. ¡Pero esto significa justamente que tu marido cumple a la perfección con su papel de padre!
Símbolo de potencia y de autoridad, el hijo admira a su padre cuando está delante, y es su modelo por excelencia.
Aunque a veces cueste que se establezca el diálogo entre padre e hijo, una vez iniciado puede dar lugar a una relación de complicidad y de ternura sin grandes dificultades. Se desechará entonces la imagen del padre autoritario y distante.

Una relación de complicidad y de pudor
Jugar con el pequeño y dedicarle tiempo es una forma de que el padre le demuestre su amor. Algunos hombres tienen dificultad para decir las cosas o pronunciar palabras cariñosas: ¡generalmente los papás no son muy duchos en todo esto! Por eso, comparten actividades, juegos o momentos de complicidad para demostrarle a su hijo todo su amor.
Un padre y un hijo se dicen que se quieren charlando en el coche, reparando el motor, golpeándose la espalda: es una relación púdica la que une a estas dos generaciones.

Una relación de rivalidad
El sentimiento de rivalidad aparece hacia la edad de tres años: es el complejo de Edipo definido por Sigmund Freud. El chiquillo tiene la enojosa impresión de que papá se quiere apropiar de su mamá, y que le impide así tenerla toda para él. Lo considera como a un verdadero rival, entra en competición con su padre, para apartarlo y ganarse el corazón de su madre.
El hijo quiere apropiarse de la potencia y las aptitudes de su padre, en otras palabas, pretende incluso rebasarle, eso impulsa al niño a pelearse, a oponerse a él, en todos los ámbitos en los que éste último destaque.

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