EL CLIMA

miércoles, 10 de agosto de 2011

MASONERIA





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MASONERIA LOGIAS CARBONARIAS

Algunos especialistas en la materia, como Serge Hutin, se hacen eco de algunas teorías sobre el origen de La Carbonaria apuntando a Escocia como cuna de esta sociedad secreta revolucionaria, otros apuntan a que tienen su origen en los "Fendeurs" (los hendidores). Según J. Felipe Alonso, la sociedad hunde sus raíces en la Francia e Italia del siglo XVI.
Sin embargo, parece lo más cierto pues hay datos fiables de que la Carbonaria aparece públicamente, por vez primera, en Italia en 1814. El ministro napolitano, Maghella, que actuó bajo el Rey Murat, impuesto por Napoleón, soñaba con la unificación de Italia bajo su égida, y para tal propósito Maghella organizó esta sociedad.
La Carbonaria tiene cinco "grados", en su versión clásica: Aprendiz Buen Primo, Maestre Buen Primo, Gran Elegido del Gran Maestre, Gran Elegido Buen Primo y, el grado superior, Gran Maestre Buen Primo. Las "logias" carbonarias se denominarán "Vente" (del italiano "vendita"); los carbonarios se llamaban unos a otros "buenos primos" y sus reuniones secretas tenían lugar en el bosque o en un lugar decorado con madera. Los conspiradores contaban, como era usual en estas asociaciones ilegales, con signos de reconocimiento, como por ejemplo mitades de naipes de una baraja que tenían que unir con las otras mitades de los correos que les transmitían las órdenes de los grados superiores. Lo más interesante de esta sociedad es su alto grado de organización que pareciera haber sido copiado más tarde por las "células" comunistas. Cada "Vente" no podía tener más de veinte miembros y ninguno de ellos podía pertenecer a otra "Vente" simultáneamente. En cada "Vente" había dos libros, llevados al día, uno el libro de oro (archivo y reglamento de la orden) y otro el libro negro (en donde estaban elencados los nombres de los expulsados o no admitidos.)
Lo que parece fuera de toda duda es que, soslayando teorías que lo hacen escocés, el Carbonarismo político procede de Italia, importándose a otros países como España o Francia. A Francia serán dos jóvenes carbonarios, iniciados en Nápoles, los que en París, en 1820, den los primeros pasos con la Carbonaria, hasta que en la calle Copeau congregó a a republicanos y bonapartistas para ser fundada solemnemente, en la clandestinidad, el día 1º de Mayo de 1821 (Interesante fecha el 1º de Mayo: en la actualidad es conocido este día por ser el "Día Internacional de los Trabajadores" desde 1886, pero ese día también se celebraba, curiosamente, y desde muy remotos tiempos en los países del norte de Europa, la Walpurgis Nacht's, la Noche de Walpurga, fiesta de la brujería en que se congregan las brujas en aquelarre magnífico...). En el brazo francés de la Carbonaria hubo hombres señalados: La Fayette, Victor Cousin, Thierry o el músico Scheffer. Y a ellos se les atribuye el impulso de la revuelta de 1820 en Francia.
En España la Carbonaria llega en 1823 y la trae, según Ernesto Milá "...un contingente de exiliados napolitanos expulsados de su país por el fracaso de la revolución liberal. La gran mayoria se instalaron en Barcelona; un tal Pecchio lo hizo en Madrid; hacia finales de ese año, medio millar de carbonarios italianos estaban subvencionados por el gobierno liberal español de la época. Pecchio no se limitó a permanecer inactivo, quiso levantar en la Mantua Carpetana la misma sociedad secreta a la que pertenecía y fue así como el espíritu conspirativo de la masonería forestal italiana, se extendió desde Madrid a toda la piel de toro." Pero, en España, el choque entre masones y comuneros coaligados entre sí contra el Carbonarismo restó fuerza al movimiento que se importó de Italia. En un principio los liberales del Trienio Aberrante habían dado cobijo a los "carbonarios", y estos se asentaron en Cataluña, Valencia, Madrid, Málaga, recibiendo incluso un subsidio estatal para su manutención. ¡Escandaloso! ¡Un gobierno amparando criminales y terroristas! (Nada nuevo hay bajo el sol.) Mas luego, los carbonarios quisieron repartirse España por zonas para controlar su poder clandestino, cosa que no les permitieron ni los comuneros ni los masones españoles.
Ernesto Milá también nos recuerda que Alejandro Dumas, en "Los Mohicanos de París", nos ofrece un cuadro más o menos riguroso (y, por lo demás, siniestro) del carbonarismo conspirativo. El antropólogo vasco Julio Caro Baroja resta "gravedad" a las acciones de la Carbonería -en España, se le conoció como Carbonarismo-, pero algunos autores han visto tanto en la Garduña -más arriba tratada-, como en el Carbonarismo, ciertos antecedentes de la Camorra de la Italia meridional. Es cierto que algunos novelistas románticos pudieron "exagerar" para hacer más amenos sus relatos, pero es un hecho innegable que la actividad carbonaria fue criminal y anticristiana sin paliativos.
Pero fue en Italia en donde más actuó la Carbonaria. El P. Benoit reproduce en su libro "La ciudad anticristiana en el siglo XIX", traducido al español en 1888, algunos documentos de la sociedad secreta que, personalmente, entiendo muy actuales.
En uno de estos documentos internos del carbonarismo -la "Carta de Tigrotto a los agentes de la Venta piamontesa" (citado por Crétineau-Joly)- se puede leer: "Lo esencial es aislar al hombre de la familia, hacerle perder las costumbres de la misma. Asaz dispuesto se halla por la tendencia de carácter á huir de los quehaceres domésticos, y á correr tras diversiones frívolas, y placeres y goces prohibidos. Le gustan las largas conversaciones del café, y la ociosidad de los espectáculos. Arrastradle, dadle trasiego, dadle una importancia cualquiera; enseñadle con discreción á fastidiarse de sus faena cotidianas, y con estos manejos, después de haberle separado de su mujer y de sus hijos, y haberle hecho ver cuan penosas son todas las obligaciones, le inculcaréis el deseo de otro modo de vivir... El disgustarse de la familia y de la Religion va junto casi siempre...". En otra carta -Carta de Videx á Nubio- se lee: "Es cosa resuelta en nuestros consejos que no queremos más cristianos; no hagamos mártires, pero popularicemos el vicio entre las muchedumbres; que lo respiren por los cinco sentidos, que lo beban, que se saturen de él... El católico no teme el más acerado verduguillo; pero puede hundirse en la corrupción. No nos cansemos jamás de corromper... Formad corazones viciosos, y no tendreis más católicos. Alejad al sacerdote del trabajo, del altar y de la virtud... Hémonos dedicado á la corrupción en grande escala, á la corrupción del pueblo por el clero, y del clero por nosotros, á la corrupción que debe llevarnos á enterrar un dia á la Iglesia." En la misma se apunta a la Mujer como objetivo del Carbonerismo: "Para destruir el Catolicismo hay que empezar por suprimir á la mujer".


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