El hombre ha coexistido con el lenguaje gestual desde que es hombre. Su necesidad de expresar sus experiencias y sus descubrimientos ha ido siempre acompañada por el lenguaje gestual.
Más tarde las culturas van incorporando este lenguaje en sus escritos o pictogramas (Egipcios, Aztecas, Hebreos). Los gestos y movimientos han sido utilizados por distintas religiones y culturas en ceremonias y danzas. Así, emerge el actor que era en uno, bailarín, cantante y mimo.
Entre Griegos y Romanos encontramos a los etólogos que antes de las tragedias representaban un espectáculo relacionado con los temas morales de la época. Según cita Peter Roberts en su libro 'MIMO El arte del Silencio', los estudiosos del tema apuntan que el primero en hacer pantomima en Roma fue el artista griego Livius Andronicus, quien por ser tan popular perdió la voz debido a sus numerosas representaciones y recurría al gesto para dar a conocer sus poesías.
La suerte de los mimos dependía de las exigencias de cada Emperador. Augusto de Roma disfrutaba de sus esclavos mimos, Tiberio los elimina y Calígula los hace volver para más tarde otra vez expulsarles.
Se sabe que a finales del Imperio Romano, el mimo comienza una decadencia y se ve obligado a representar los temas más polémicos de la sociedad, es tal la necesidad de causar emoción que las ejecuciones las vuelven una diversión. "El mimo se había convertido en un espectáculo nauseabundo. Sería necesaria la depuración del cristianismo para acabar con aquella desenfrenada orgía gesticulante." Peter Roberts.
A pesar de todo el mimo no murió. Los artistas se esparcen por Europa y comienzan a buscarse la vida en lugares públicos y dentro de estos artistas, encontramos mimos.
Al darse cuenta de que no se pueden erradicar, la iglesia católica reivindica públicamente la situación teatral. Se originan los Misterios medievales.
El mimo de hoy día está vinculado a la comedia dell'Arte, la cual era una comedia improvisada por actores en personajes fijos, Arlequín, Colombina y Pierrot.
1576 un grupo italiano de actores se instala en París, logrando un desmesurado éxito a raíz de sus críticas a la autoridad. Les es prohibido el texto y recurren al gesto para seguir con su trabajo. Francia acoge este nuevo estilo y crea tradición propia.
Jan-Gaspard Deburau, hijo de acróbatas del Teatro de los Funambules sustituye en 1819 al actor que hacía de Pierrot, al no limitarse exclusivamente a hacer reír acaparó inmediatamente la atención del público ya que introdujo elementos y nuevas situaciones que formaron una historia. En su epitafio se puede leer lo siguiente: "Aquí yace el hombre que dijo toda la verdad sin decir palabra alguna".
Charles Deburau, su hijo, continuó con la tradición del mimo, así fueron anexándose nuevos nombres como Louis Rauffe, Severin, Charles Dullin y Etienne Decroux. Al último se le considera como el padre del Mimo moderno pues dedicó su vida a la investigación del movimiento y al redescubrimiento del mimo, creando teorías, técnica, ilusiones y una escuela de mimos de donde salieron Marcel Marceau, Jean-Louis Barrault, Frederik Vanmelle y Peter Roberts entre muchos otros menos conocidos.
Actualmente existen mimos por todo el mundo y al parecer, aunque siempre un poco al margen, la tradición del mimo vislumbra una luz de continuidad perpetua gracias a todos aquellos que se dedican a que esto sea así.
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