EL CLIMA

domingo, 3 de abril de 2016

En la caravana siempre se aprende algo




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Desde que el hombre apareció en la faz de la tierra se convirtió en un ser curioso y probablemente juguetón. La pregunta surge sola: ¿cuál habrá sido el primer juguete de los niños de esa época de la historia de la humanidad? Si, como se podría pensar, vivían en cavernas, lo único que podían tener a la mano serían unos cuantos guijarros, que vendrían a ser las primeras canicas; algunos huesos restos de antiguas comidas y algunas ramas. Esto, por cierto, no es sino una presunción pero bien vale la pena hacer el ejercicio de imaginar esa escena. ¿Esto, de por sí, es también un juego, o no?


Como se habrá podido apreciar es prácticamente imposible determinar el origen de los juguetes, pero se sabe que ya en el antiguo imperio romano los niños se divertían con muñecas de marfil, en el Egipto de los faraones tenían también pequeñas estatuillas y animalitos, y en el Perú pre-inca existían muñecas de trapo.

En sus primeros pasos, el juguete era artesanal e incluso en ocasiones eran los propios niños quienes los fabricaban, generalmente buscando imitar objetos de la vida real. La revolución industrial dio un vuelco en la fabricación de estos artefactos de diversión y la evolución de la tecnología permitió crear objetos cada vez más parecidos a los reales para la distracción de los niños. Fue a partir de entonces que la diversión de los niños comenzó a ser mediada por el mercado.

En la segunda mitad del siglo XX, el desarrollo de la tecnología electrónica permitió la invención de artefactos cada vez más sofisticados como coches de batería para niños y a control remoto y las muñecas parlantes. De esta época es también el desarrollo de los populares videojuegos que tanto han evolucionado, haciéndose cada vez más reales y emocionantes.

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https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Palacio_Barolo_(postal).jpg







El Palacio Barolo (también llamado Pasaje Barolo o Galería Barolo) es un edificio de oficinas ubicado sobre la Avenida de Mayo, en el barrio de Monserrat, en Buenos Aires, Argentina. Cuando fue construido era el edificio más alto de la ciudad y de América del Sur al igual que su hermano 'gemelo' en estilo ecléctico, construido por el mismo arquitecto en Montevideo, el Palacio Salvo.




El arquitecto italiano Mario Palanti construyó este palacio a pedido del empresario textil Luis Barolo, diseñando incluso los elementos de detalle como picaportes, lámparas y jaulas de los ascensores, en un caso de auténtico concepto integral. Entre el 7 de julio de 1923, fecha de la inauguración,  y 1935 fue el edificio más alto de la ciudad, habiendo sido desplazado del primer puesto cuando se construyó el Kavanagh. Su altura en metros es equiparable a la de un vigésimocuarto piso actual.


Su propietario tuvo en mente construirlo para utilizar tres pisos y luego alquilar los demás. Hoy, funciona como un edificio de oficinas (tiene 520 locales), con un partido de plantas libres novedoso para la época y vigente en la actualidad. En la cúspide posee un faro de 300.000 bujías "sistema Salmoiraghi" que se encendía en ocasiones especiales. La obra costó m$n 4.500.000, y para ella se utilizaron 650.000 kg. de acero, 3.500.000 ladrillos y 70.000 barricas de cemento Portland; por cierto, todos los materiales decorativos fueron importados, como por ejemplo el mármol de Carrara utilizado para los revestimientos.

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https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ile_opo_afonja.jpg





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El candomblé, culto de los orixás, de origen totémico y familiar, es una de las religiones afrobrasileñas practicadas principalmente en Brasil aunque ha llegado a los países vecinos como: Argentina, Colombia, Paraguay, Uruguay, Venezuela y hasta México.

La religión tiene por base al ánima (alma) o espíritu de la naturaleza y por tanto es clasificada como animista. Se presume que sacerdotes animistas que fueron esclavizados y transportados al Brasil y a colonias españolas trasmitieron sus creencias y cultura a otros esclavos, los que eventualmente escaparon y formaron asentamientos de cimarrones, llamados también quilombos junto a sus orixás/nkisis/voduns, su cultura y sus dialectos entre 1549 y 1888.




Pese a estar confinado originalmente a reductos y asentamientos de cimarrones, prohibido por la Iglesia Católica y hasta criminalizado por algunos gobiernos, el candomblé prosperó durante cuatro siglos y se expandió notablemente después de la Ley Áurea en territorios del Imperio de Brasil. Hoy es una de las principales religiones establecidas, con seguidores de todas las clases sociales y decenas de miles de templos. En censos recientes aproximadamente 3 millones de brasileños (1,5% de las población total) declararon al candomblé como su religión. En Salvador de Bahía existen 2230 terreiros registrados en la Federación Baiana de Cultos Afrobrasileños. Además, en la cultura brasileña las religiones no se ven como exclusivas y según algunas organizaciones culturales afrobrasileñas hasta 70 millones de personas participan en rituales del candomblé, regular u ocasionalmente. Los Orixás del candomblé, los rituales y las fiestas son hoy parte de la cultura y el folclore brasileños.


El candomblé no debe ser confundido con Umbanda o Batuque, otras dos religiones afrobrasileñas de similar origen, ni con otras religiones afroderivadas como el vudú haitiano, la santería cubana o el Palo Mayombe, las cuales surgieron independientemente del candomblé y son virtualmente desconocidas en Brasil.

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