EL CLIMA

jueves, 13 de agosto de 2015

Nos enteramos de que existe la flor de cristal.


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La naturaleza no tiene límites en cuanto a caprichos y maravillas. Un ejemplo de ello es una pequeña flor de origen oriental cuyos pétalos, al entrar en contacto con el agua, se vuelven traslúcidos, como de cristal, dejando visibles los múltiples nervios que forman el esqueleto del pétalo. Luego, cuando se vuelven a secar, retornan a su color blanco natural.

El nombre científico de esta planta es Diphylleia grayi aunque, por razones obvias, es más conocida como “flor esqueleto” o “flor de cristal”. El esqueleto visible tras la despigmentación es, en realidad, un retículo de elementos xilemáticos que abastece a todo el tejido del pétalo de agua y minerales disueltos.




Habita en las laderas boscosas y sombrías de China y Japón y en los montes Apalaches de Estados Unidos. Amante de los bosques lluviosos y frondosos sus hojas adquieren una peculiar forma de paraguas, cuya gran superficie ayuda a recoger la escasa luz que penetra a través de la densa vegetación.

La flor de cristal florece a mediados de primavera y a principios de verano se desprende de las flores y sus hojas adquieren un llamativo color azul cobalto. Es una planta perenne y puede llegar a alcanzar cuarenta centímetros de altura y un metro de ancho.

A pesar de su peculiar belleza la flor esqueleto es muy poco conocida y para los botánicos la razón por la que pierde su pigmentación cuando se humedece es todavía un misterio.

La pariente más cercana y conocida de Diphylleia grayi es Epimedium, llamada popularmente “Alas de hada” o “yin yang huo ” (nombre utilizado en la medicina tradicional china). Además de sus múltiples beneficios como planta medicinal, el Epimedium es un afrodisíaco natural.

Afortunadamente, no hay que viajar hasta Japón o China para poder echarle un vistazo a estas mágicas flores.

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