EL CLIMA

sábado, 10 de noviembre de 2012



















Amado lector, en este sabado 10 de noviembre, y sabiendo que 
estamos en  algo asi como en una especie de equilibrio, eso es pues, lo que 
haremos, hacer un equilibrio de fuerzas, con la intencion de lograr
un bienestar permanente.
En este nuevo fin de semana, vamos a poner la mente, el corazon, el
alma en marcha, y pensamos en que cosas lindas vamos a decir para
los dias que se avecinan, que son los ultimos de este año 2012, 
seamos agradecidos, seamos amables, y demosle a nuestra gente, a la
gente que queremos y que nos quiere en serio, esa alegria que ellos
tambien se merecen, compartamos, saemos capaces de hacer y decir
cosas lindas, y que esas cosas, nos resulten por edificiacion, lo que va 
vuelve, lo que se atrae se consigue, de modo que demos lo mejor, y
recibamos lo mejor, seamos constructores de un buen futuro, seamos
portadores y voceros de una nueva esperanza, de otro mensaje, hagamos
relucir ese oro, que es el oro que tiene un valor y un color inagotables e
inimitables, porque es el oro del corazon.
El domingo mas caravana, besoooos LC. 


SOBRAN ARMAS
por Poldy Bird 

Si no lo digo
mis palabras se volverán grises.
Si me lo callo
el corazón se cerrará con llave,
ramos de sol se apagarán al viento,
y el mundo explotará si lo silencio.
Hay que desactivar
el llanto, la ignorancia,
la nave con plutonio,
los negociados con el hambre,
la inmutable indiferencia
frente a lo que no tiene conocida marca.
Hay que nombrar al niño,
a los millones de niños
que antes de dejar la niñez
se vuelven viejos.
Panzas con hambre,
huesos deformados
de tanto trabajar.
Hay que desactivar
la ambición que destruye la esperanza.
Está faltando amor.
Está faltando pan...
¡y sobran armas!

"Hay una amiga que espera tu llamada, un chico que quiere que le cuentes un cuento, una tía vieja que está aguardando tu visita, una flor con sed, un libro que no abriste todavía.



"A los que amás, a los que te aman tenés que hacerlos felices hoy. Ya mismo. Anda, discá ese número, escribí esa carta, tomá el colectivo... Porque al niño se le va la niñez, la flor se seca, el libro no puede darte lo que tiene en sus páginas para vos, a la tía se le amarillea el cariño como una foto antigua...


"Te confieso, además, que me ha gustado vivir. Que cambiaría infinidad de cosas de mi vida... pero volvería a amar a todos los que amé. Aun a los que amé equivocadamente."

A veces alguien te rompe un sueño, pero hay que soñar otra vez. A veces la pena te deja sin respira­ción, pero hay que serenarse.


Cierto verano, unos amigos nos invitaron a mi esposa, Chris, y a mí a recorrer un río en una balsa inflable. En nuestra expedición iban muchas personas acomodadas, de esas que tienen a su servicio gente que se ocupa de las tareas ingratas de la vida. Pero en los rápidos más peligrosos todos nos olvidábamos de nuestras pretensiones y nos concentrábamos en cada golpe de remo, para evitar que la balsa se volcara.
Y cada noche, al instalar el campamento, todos acarreábamos provisiones y lavábamos platos.
            En sólo dos días, el río nos había hecho iguales. Personas acostumbradas a que les sirvieran y les dieran gusto habían formado en equipo, y unían sus esfuerzos para sortear las impredecibles sinuosidades del río.
            Estoy convencido: en la vida, igual que en los viajes en balsa, hay ciertas verdades que nos pueden llevar al éxito.
            Aprenda a ser parte de un equipo. Toda mi vida he trabajado en equipo. He jugado al baloncesto con deportistas que ahora pertenecen al Salón de la Fama, y el equipo que entreno actualmente, los Knicks de Nueva York, ha logrado vencer la adversidad en la que estaba sumido y convertirse en uno de los más importantes de los noventas.
            Tengo la certeza de que el trabajo de equipo es la clave para que los sueños se vuelvan realidad. Todos jugamos en diversos equipos en nuestra vida: como parte de una familia, como ciudadanos, como miembros de una congregación o de una empresa. Y todo equipo tiene una pacto, escrito o tácito. Este pacto establece los valores y las metas de todos los integrantes del conjunto.

Por ejemplo, a finales de los años setenta la planta de General Motors en Fremont, California, fue escenario de una guerra entre los trabajadores y la administración. La desconfianza era tan grande que el contrato de trabajo constaba de centenares de páginas de enrevesado lenguaje legal. General Motors gastó mucho dinero tratando de actualizar la planta, pero la productividad y la calidad siempre dejaban mucho que desear. El ausentismo era tan alto que había días en que no podía ponerse en marcha la línea de montaje. Finalmente, a principios de los ochentas, General Motors cerró esa planta.



La empresa se convenció de que tenía que crear nuevos sistemas de producción basados en el trabajo de equipo. A mediados de los ochentas se asoció con Toyota para reinaugurar la planta de Fremont, y empezó con un contrato redactado en términos mucho más sencillos y breves. Prometió que se reducirían los salarios de los ejecutivos, y que en caso de considerar la posibilidad de un recorte de personal se les ofrecerán a los empleados los trabajos desempeñados por vendedores independientes. La lista de más de 100 clasificaciones de trabajo se redujo a sólo dos. En vez de llevar a cabo una sola tarea, los trabajadores accedieron a formar equipos pequeños y desempeñar diversas tareas, a cada una de las cuales le dedicarían el mismo tiempo.
            El ausentismo bajó alrededor de 85 por ciento. Actualmente, la planta genera cerca de 4300 empleos y vierte cientos de millones de dólares anuales en la economía local. Lo paradójico de todo esto es que, sacrificando pequeños intereses personales a favor del equipo, se cosechan mayores ganancias globales.
            Acepte el cambio. Un amigo mío aprendió bien la lección, a los 45 años, Lew Richfield sentía que le debía algo a su comunidad, así que se ofreció a trabajar gratuitamente, durante sus ratos libres, en un centro de prevención de suicidios. Los orientadores profesionales le dijeron que tenía un talento natural para trabajar con la gente, y lo alentaron a cultivarlo.
            A pesar de su excelente trayectoria como asistente del presidente de una compañía multimillonaria, Lew se lamentaba de no hacer asistido a la universidad. Así pues, a los 46 años vendió su casa, y junto con su esposa, Gloria, se inscribió en la universidad. Tras recibirse, ambos siguieron estudiando hasta obtener el doctorado, y después se dedicaron a la psicoterapia familiar. Lew ha escrito dos libros sobre el envejecimiento y las relaciones humanas, y un hombre muy feliz.
            Estoy convencido de que la vida es una sucesión de cambios, y aunque no sea claro en el momento en que ocurren, esos cambios nos ayudan a aprender y a crecer.
            Cuídese de la complacencia. Cuando nos sentimos satisfechos de nuestros logros, tendemos a olvidar las penurias y la inseguridad de ayer, y a aceptar la ilusión de que la lucha ha concluido.




En nuestra sociedad se manejan conceptos similares de lo que es bueno y malo.  Podríamos asumir que  el gritarle o pegarle a los padres y hermanos, el no hacer caso, o el romper cosas en ataques de ira, son universalmente tomadas como malas acciones o actitudes.  Sin embargo, en el momento de preguntar a un grupo de padres acerca de cuáles son las acciones clave que ellos utilizan para enseñarle a un niño acerca de las cosas que puede o no hacer, se obtienen respuestas tan variadas que podríamos escribir páginas enteras sin repetir una sola. 

     Es importante saber que todos los niños no nacen con su propia opinión acerca de lo bueno y malo, y en consecuencia no saben qué cosas están permitidas y cuáles no.  Es necesario enseñarles y establecer límites claros que ellos puedan entender fácilmente, para que puedan seguirlos de igual forma.

     Pablo Pascual Sorribas nos menciona en su artículo Cómo Lograr una Autoridad Positiva, algunos conceptos que le ayudarán a crear un ambiente familiar agradable, así como a mejorar la relación con sus hijos:  

Establecer límites. Los padres deben saber que la educación de los hijos es algo que requiere constante supervisión e intervención.  Un niño no sabe, por ejemplo, que pintar en las paredes no está permitido.  Somos los padres los que debemos actuar proactivamente y enseñarle que rayar las paredes está mal.  Igualmente, el consentir que el niño haga cosas que en la casa no están permitidas, con la justificación que es muy pequeño aún para entender, es un error enorme.  Todos los niños necesitan que se les guíe.  Es más, los niños viven hambrientos de la aprobación de sus padres y educadores, por lo que constantemente probarán cosas nuevas para observar nuestra respuesta.  Si nuestra respuesta es de aprobación, esta conducta quedará grabada y se repetirá.  Por el contrario, si la respuesta es de desaprobación o indiferencia, el niño únicamente registrará nuestra reacción.  Si no corregimos y mostramos la actitud correcta, el niño seguirá probando variantes de esta misma acción hasta encontrar la que demuestra nuestra aprobación.    “A lo mejor, el pintar la pared con color rojo era lo que estaba mal…  qué tal si la pinto ahora de color verde?”  Los niños necesitan conocer sus límites para crecer seguros del curso de acción correcto a seguir en todas sus decisiones.  La ausencia de límites deja al niño sin una idea clara de lo bueno y lo malo, y de las consecuencias que sus acciones pueden tener.
Coherencia en los padres y educadores.  Así como los límites son necesarios para un buen desarrollo del niño, los padres y educadores deben ponerse de acuerdo en el establecimiento de dichos límites y comprometerse a respetarlos sin lugar a excepciones.  Si un padre se comporta no permisivo con relación a una nueva acción del niño, el otro padre debe respetar dicha decisión y actuar acorde, aunque en ese momento no esté de acuerdo.  Después habrá tiempo para hablar del asunto y ponerse de acuerdo con relación a este límite.  El no actuar de esta forma dará al niño poder de negociación en ciertas acciones y sabrá exactamente con cuál de los padres podrá obtener lo que quiere.  
Perder el control. Perder el control supone un abuso de la fuerza que conlleva una humillación y un deterioro de la autoestima para el niño.  “No puedes hacer esto porque YO digo, y se acabó!”  Existen momentos de debilidad en donde todos nos hemos visto obligados a reaccionar de esta forma, lo cual viene de nuestra propia frustración de no poder lograr que el niño siga un curso de acción determinado.  El perder frecuentemente el control logrará que el niño se acostumbre a nuestros gritos y que los mismos se vuelvan parte del día a día y peor aun; necesarios para que el niño actúe correctamente.  Esto es muy peligroso para el desarrollo del niño, ya que los gritos inevitablemente irán en aumento hasta llegar a un punto de ira incontrolable, en donde se puede caer en insultos degradantes para el niño, lo cual conlleva una pérdida de la autoestima.
No es no.  Punto y final.  El niño debe saber que cuando un padre dice no, esta es la palabra final y no hay punto de negociación.  He visto niños expertos en el arte de revertir un no, como en el caso clásico del niño que pide algo en el supermercado y el padre, por cualquier motivo decide no comprarlo, logrando con ello un despliegue de gritos, patadas y lloriqueos jamás vistos en otro lugar.  Esto, hasta que la madre o padre, por pena de lo que pueda decir la gente, decide ceder o negociar la compra de algo, por lo menos más útil para el niño.  En este caso, ambas respuestas están mal, ya que el único curso de acción correcto es seguir firmes en el no.   Si usted decide decir no, tiene que atenerse a las consecuencias que este “no” le pueda traer.  El negociar ese “no” le dará al niño la pauta que toda negativa es negociable, trayéndole a usted una cantidad de problemas inimaginable en el futuro.
El autoritarismo.  El no permitir que un niño cometa errores, estando en todo momento pendientes de su buen comportamiento y dictándole constantemente las cosas que puede y debe hacer, es también un error grave.  Comúnmente, a este tipo de niños se les confunde como bien educados, ya que eventualmente terminan limitando su libertad de probar cosas, a cambio de la aprobación de sus padres, logrando con ello que se les llame la atención en raras ocasiones.  Esto crea una persona sumisa, y sin iniciativa, lo cual le traerá terribles consecuencias en la adolescencia y como adulto.
Las promesas y amenazas se cumplen TODAS, sin excepción.  Esto es de vital importancia para el establecimiento del criterio del niño con relación a lo que está bien y lo que está mal.  El enseñarle al niño, con el ejemplo, a cumplir todas sus promesas hará de su hijo una persona confiable y honrada, valores difíciles de encontrar hoy en día.  Las amenazas son un arma muy efectiva, pero también muy peligrosa.  Toda amenaza debe ser bien analizada antes de ser planteada, ya que inevitablemente se deberá cumplir, si el niño se gana el castigo.  Por lo tanto, toda amenaza, para ser efectiva, debe tener una consecuencia inmediata y de corta duración.  El prohibir la televisión o los juegos electrónicos por un día puede ser una amenaza suficientemente grande como para corregir una actitud.  Sin embargo dejar esta prohibición por varias semanas será una meta imposible de cumplir y dejará de ser efectiva tras los primeros días.    
Negociación y flexibilidad de los padres.  En este mundo nada es blanco o negro.  Todos los días estaremos enfrentándonos a variables fuera de nuestro control que harán imposible para nosotros tener un manual de cómo deben actuar nuestros hijos en caso de cualquier cosa.  Es por esto que es muy importante ser flexibles cuando se nos presentan nuevos retos.  El saber discutir opciones y negociar cursos de acción correctos con nuestros hijos abrirá los canales de comunicación y les dará un mejor criterio para la toma de decisiones.  Por el contrario, el dictar a nuestro hijo cómo debe reaccionar ante una situación particular le creará dependencia de nuestro propio criterio y en caso de no estar de acuerdo con el mismo, el niño cortará los canales de comunicación, muy importantes en la etapa de la adolescencia.  
No escuchar.  Todos los niños se enfrentan constantemente a situaciones nuevas que pueden ser difíciles de solucionar, aunque para nosotros las mismas sean muy fácilmente resueltas.  El poder escuchar los problemas de nuestros hijos y discutir posibles soluciones con ellos, en lugar de no darles la importancia necesaria o ignorarlos, hará que nuestros hijos busquen nuestro consejo, en lugar de alejarse al hacerlos sentir de ménos.
Darle tiempo al aprendizaje.  Todo aprendizaje nuevo necesita ser practicado una y otra vez para convertirse en un hábito.  El explicar las cosas una vez y esperar que se cambie una actitud por arte de magia es dañino para el niño.  Todo cambio debe pasar por un proceso de adaptación, lo cual necesita de nuestra paciencia y seguimiento constante.  También requiere de nuestra aprobación y apoyo, felicitando los logros y dándole tiempo al proceso de aprendizaje.  Cuando las cosas le salen mal, el niño necesita de nuestro apoyo y no de nuestra reprimenda.
     Como podrá observar, estos conceptos no son nuevos ni complicados, y requieren únicamente de nuestra constancia y paciencia, de tal forma que podamos ver resultados realmente asombrosos en nuestros hijos.  Como dicho anteriormente, ellos están hambrientos de nuestra aprobación, y comenzarán a realizar cambios importantes en actitudes problemáticas en el momento que les regalemos un poco de nuestro tiempo y dedicación. 

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