EL CLIMA

martes, 2 de octubre de 2012

GESTUALIDAD




















Sobre los condicionantes biológicos y culturales del gesto

La idea de que la cara es el espejo del alma se ha instalado entre nosotros y, por ahora, no parece posible enmendarla. Lo cierto es que hay mucha literatura, literaria y científica, buena y no tan buena, acerca de la identidad de un rostro, las huellas del carácter y la expresión de las emociones en los gestos faciales. El asunto ha sido siempre de lo más interesante, y tanto el arte como la ciencia se han empleado a fondo para desentrañar las claves emocionales contenidas en los gestos y, especialmente, en la mirada y la expresión del rostro. Algunos retratos pictóricos, por esa condición misteriosa y subjetiva que tiene el arte, logran atrapar la verdad del personaje, incluso -y esto es lo más sorprendente- con unas formas que no se ajustan a las formas reales. Pero identificar y describir las reglas que permiten leer un rostro y conocer su trasfondo emocional, eso ya es otro cantar. ¿Cómo estar seguro de interpretar bien una mirada o una sonrisa? ¿Es posible descifrar el lenguaje de las emociones? ¿Cuáles son sus máscaras y sus ficciones? Menudas preguntas.
Desde Darwin tenemos la sospecha de que los gestos faciales son el principal instrumento diseñado por la evolución para comunicar nuestras emociones y que, por tanto, son innatos. Esto se ha visto confirmado en las últimas décadas del siglo pasado con algunos estudios (por ejemplo, los de Ekman y Friesen) que demostraron la capacidad de los seres humanos que viven en tribus aisladas de reconocer las expresiones faciales de los occidentales, y viceversa. Los estudios con niños ciegos, que expresan su alegría, miedo, enfado o tristeza como lo haría un niño con visión normal, apoyan también este carácter genético de la gestualidad facial básica. Por otra parte, el estudio de las bases biológicas de las emociones y su correlato facial está ofreciendo notables progresos. Con las técnicas de imaginería cerebral se está corroborando, por ejemplo, la preeminencia del cerebro derecho en el reconocimiento de las emociones, de ahí que los estímulos visuales o auditivos que entran por el lado izquierdo sean mejor interpretados (¿Quiere esto decir, sabios del mundo, que es ventajoso hablar por teléfono con el auricular en el oído izquierdo?). En fin, hay un montón de estudios que están ayudando a comprender el problema de la expresión de las emociones, aunque sólo sea, de momento, por las ramas.

Uno de los obstáculos principales es el efecto de la cultura sobre la expresión de las emociones. Los gestos son esencialmente sociales, pues no expresamos nuestra alegría o nuestro enfado del mismo modo en público que a solas, pero además está la presión social para disimular las emociones. Duchenne de Boulogne, en el siglo XIX, identificó la contracción del músculo orbicular que lleva su nombre como la clave de una sonrisa verdadera. Pero, ¿hasta dónde llegan las posibilidades del fingimiento? Y, lo que es más importante, ¿cómo abordar el nudo gordiano de la realidad y la ficción del gesto?

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