Vilipendiado y adorado a partes iguales, el chupete es un artilugio pequeño pero con fabulosos poderes de sobra conocidos por cualquier padre. Claro que no todos son ventajas. Despejamos vuestras dudas sobre su conveniencia o no, aunque la última decisión es vuestra.
No es un invento reciente. De hecho, existen rastros de su presencia que datan del 1.000 a.c, aunque el primer chupete moderno se patentó en los Estados Unidos en setiembre de 1900. Mucho más simple, tenía la misma forma de los que se conocen hoy: una tetina de goma, un aro alrededor y un asa para sostenerlo.
La existencia de este artilugio se justifica por la necesidad biológica e instintiva de succionar que poseen todos los bebés, llamada “succión no nutritiva” (SNN), que se manifiesta en la succión de sus dedos, pulgares, puños, biberones y chupetes. Se trata de un reflejo normal que ayuda a la supervivencia y que se inicia cuando el bebé está todavía en el vientre de su madre (de ahí que algunos aparezcan en las ecografías chupándose el pulgar).
Hoy en día, el uso del chupete se encuentra muy arraigado en las sociedades desarrolladas como la nuestra. Tal es su poder, que en inglés se utiliza la palabra pacifier para referirse al chupete, aunque hasta hace bien poco, parecía que este producto que tanto gusta a los bebés –y a sus padres– era culpable de que los pequeños no quisieran tomar pecho, o no el suficiente; de que cogieran una infección de oído detrás de otra, y de que sus bocas fueran carne de ortodoncista, por lo que evitar el chupete se convirtió en una especie de máxima pediátrica. Con el tiempo, sucesivos estudios científicos han ido matizando la mayoría de estas creencias.Entre los beneficios que se le atribuyen al uso del chupete encontramos los siguientes:
Según recientes investigaciones, el chupete, debido a algún proceso aún no identificado, disminuye el riesgo de muerte súbita del lactante (SMSL) cuando el niño lo utiliza durante el sueño, tanto nocturno como en las siestas.
Por mucho que exista la percepción de que chuparse el dedo es un acto natural, y por lo tanto saludable, lo cierto es que los especialistas coinciden en que es bastante más peligroso llevarse el pulgar a la boca que recurrir al chupete: éstos son más fáciles de esterilizar; ocasionan menos problemas –y menos graves– en la dentición y una vez llegado el momento oportuno, se pueden tirar a la basura.
Efecto calmante: durante los primeros meses el bebé llora mucho y, a veces, durante largos periodos. Si dándole un chupete, el bebé se calma, entonces los padres se estresarán menos y se protegerá la relación padre-hijo.
Le ayuda a conciliar el sueño y a que éste sea de mayor calidad: los bebés que utilizan chupete son, en general, capaces de volverse a dormir por la noche antes que los otros y de espaciar sus tomas nocturnas.
El chupete mitiga el dolor si el bebé tiene que ser sometido a algún tratamiento desagradable o doloroso. De ahí que esté especialmente aconsejado en las unidades neonatales.
No todos son ventajas, estos son los inconvenientes que suelen nombrarse cuando hablamos de la conveniencia o no del uso del chupete:
Durante años se ha sostenido que el chupete interfiere con la lactancia materna, disminuyendo la duración o exclusividad de la misma. Sin embargo, los últimos ensayos clínicos no apoyan esta relación adversa, sobre todo si el chupete se empieza a usar una vez instaurada la lactancia (2-4 semanas del nacimiento). Por tanto, un uso racional del chupete para disminuir el síndrome de muerte súbita del lactante y no afectar a la lactancia materna del lactante.
El chupete también se ha asociado tradicionalmente a las otitis medias y a las malformaciones dentales. Sin embargo, según las últimas investigaciones, los efectos perjudiciales que ejerce el chupete sobre la correcta alineación de los dientes son pasajeros si éste desaparece antes de los tres años de edad.
Pueden ser peligrosos si no se usan bien: nada de chupetes artesanales, ni de embadurnarlos con azúcar o colgárselos con una cadena al cuello. Son prácticas peligrosas que pueden derivar en accidentes muy serios.
El chupete puede generar dependencia, tanto para los padres, como para el bebé: ni al niño le hace ningún favor responder sistemáticamente con el chupete cada vez que llora, ni éste puede convertirse en el elemento indispensable para dormir al bebé, incapaz de conciliar el sueño sin él.
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