Hace trece años conocí al hombre de mi vida.
Antes de conocerle nunca creí en el verdadero amor.
Llevaba once años en pareja con un hombre, un buen hombre al que quería y con el que hoy en día mantengo una buena amistad. Pero querer y amar no es lo mismo. Nunca le amé, es fácil confundir un sentimiento con otro, sobretodo si lo desconoces.
Así estaba yo, buena vida, estabilidad…y apareció él. Lo supe al instante. Fue el momento en el que comprendí la diferencia entre amar y querer.
Yo dejé a mi pareja. No era justo para él, yo le quería y quería que fuese feliz.
Por motivos laborales debí mudarme al extranjero. Nos veíamos una vez al mes, era muy poco pero no teníamos alternativa y lo disfrutábamos al máximo.
Así pasaron nueve años. Hace dos, volví a España, por motivos laborales también.
Podíamos vernos más a menudo, al estar yo más cerca y sus hijos estar más crecidos.
Para resumir, hoy estamos juntos, sus hijos ya son grandes y comprenden e incluso admiran a su padre por haber aguantado todos esos años solo por ellos.
Nunca en todos estos años dudé de lo nuestro. Mis allegados me decían que estaba perdiendo la vida esperando a alguien que tenia familia y que nunca me correspondería. Yo les entendía, es difícil concebir una relación así pero como he dicho, nunca dudé, dudamos.
En todos estos años, jamás estuve ni desee estar con nadie más.
Nos esperamos y podríamos haber esperado veinte años más por que la certeza era absoluta. No siento que haya perdido años como me dicen muchos, supe reconocer el amor, valorarlo y esperar.
No es fácil, pero las cosas que valen la pena no suelen serlo.
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