Mujer y sexualidad:
¿existe
una
estimulación
adecuada?
Durante siglos, el placer femenino estuvo arrinconado, silenciado, ignorado. Hoy, legitimado socialmente y hasta amparado por la ley de educación sexual, busca destino. La licenciada Diana Resnicoff nos habla de las diferencias fisiológicas y psico-emocionales del hombre y la mujer y comparte consejos para reencontrarnos con nuestro cuerpo y disfrutarlo.
Cada tanto surgen controversias sobre lo que las mujeres "deben sentir" o "dejar de sentir". ¿Existe algún punto mágico aún no descubierto que provoque placer? ¿Es posible desarrollar mayor sensibilidad vaginal? ¿Es lícito que algunas mujeres prefieran recibir caricias a ser penetradas?.
Vale la pena preguntarnos si la sexualidad masculina es también sometida a tantas preguntas. Y respondernos: no, en absoluto. La calidad del orgasmo de un hombre no se cuestiona. Con la mujer, en cambio, los diferentes medios de comunicación, al igual que ciertos libros, insisten en calificar, cuantificar, criticar y hasta proscribir lo que las mujeres sienten. Y, en tanto, las mujeres, preocupadas por demás en cumplir o adherir a lo “normal”, dejan de lado o estigmatizan sus propios ritmos, sensaciones y tiempos.
Hombre, mujer, dos mundos
Una condición previa necesaria para iniciar cualquier actividad sexual es la excitación que aparece en una mujer cuando se siente sexualmente atraída. Los tipos de caricia –suave, áspera, cosquilleante, incitante- y las zonas que responden y provocan la atracción son variados y diferentes en cada mujer y en diferentes momentos de la vida.
Caricias, besos, miradas, mimos y un contacto corporal directo nos excitan sexualmente. También pueden despertarnos sensaciones eróticas, las fantasías, el recuerdo de ciertas imágenes placenteras de otros momentos vividos o de alguna lectura o película... Casi siempre, son varios factores los que se combinan para encendernos.
La presencia de un hombre, su comportamiento, o quizá rozar sus manos son puntos “disparadores” de esas imágenes placenteras, casi siempre tan fugaces que las mujeres dicen no recordarlas. Directamente se manifiestan atraídas, excitadas eróticamente y deseosas de mantener una relación sexual.
Una de las diferencias fundamentales entre el varón y la mujer es que mientras el primero se excita principalmente con estímulos visuales, la mujer requiere esencialmente de los táctiles. Además, la mujer suele excitarse más lentamente que el hombre. De hecho, el estado de excitación se intensifica cuando, en una atmósfera de intimidad, los cuerpos se rozan o se estimulan ciertas zonas muy sensibles. No siempre sucede con los cuerpos desnudos, a pesar que el contacto “piel a piel” proporciona estímulos directos y muy fuertes.
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