El biólogo Robert Short y Kara Britt, investigadora de cáncer en la Universidad de Monash, Melbourne (Australia), aseguran que el Vaticano debería subvencionar el consumo de píldoras anticonceptivas por parte de las 90 mil monjas que hay en el mundo.
La sugerencia, que hacen en la revista médica "The Lancet", tiene que ver con la castidad de las religiosas, pero no por exceso de suspicacia sino porque efectivamente vigilan su estricto cumplimiento: las monjas, dice el estudio, "pagan un precio terrible por su castidad debido a que entre las mujeres que no quedan embarazadas ni dan el pecho a sus hijos aumenta el riesgo de sufrir cáncer de mama, ovarios o útero".
El estilo de vida casto de las monjas las pone en mayor riesgo de ciertos cánceres del aparato reproductor, incluyendo cánceres de mama, de ovario y de útero. Según el estudio, estos riesgos se ven influidos por el número de ciclos ovulatorios de la mujer: cuanto mayor es la cantidad de ciclos, mayor será el peligro de contraer este tipo de cánceres. Por lo tanto, el riesgo de las mujeres con hijos es más bajo y las que no tienen hijos, el riesgo aumenta, debido a la ausencia de embarazo y la lactancia.
Los científicos aseguran que los anticonceptivos orales pueden disminuir el riesgo de cáncer de ovario y de endometrio entre un 50 y un 60 por ciento. El beneficio es a largo plazo, con un efecto protector que dura 20 o más años.
El problema de las monjas es que –desde el Papa Pablo VI, en 1968- el Vaticano condenó el uso de todas las formas de anticoncepción, que no sea la abstinencia. Y las que no se abstienen, no hay de qué preocuparse, total ya sabemos que van de cabeza al infierno.
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