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CANOAS. El hombre al horadar con fuego o cavar con hacha un tronco, creó la primera canoa. Al reemplazar los remos por la vela, comenzó a aprovechar las energías naturales. Posteriormente se resolvieron los problemas de equilibrio, resistencia y velocidad |
Hasta el siglo XIV a.C. predominó la potencia naval cretense; más tarde, los fenicios le arrebatarían su antigua hegemonía.
El primer navegante fue, sin duda, un hombre aferrado a un madero. Más tarde comprendería que era más cómodo viajar a horcajadas sobre su "embarcación", y que mediante una gruesa rama que tocara el fondo podría acelerar o cambiar de dirección. Después aplicaría sus conocimientos de fibras vegetales y mimbres, que ya le servían para forrar, entretejidas, el techo de su choza, y con ellos ligaría varios troncos construyendo una balsa. Muy pronto descubriría, sin embargo, que el ancho de la proa encontraba resistencia en el agua, y daría a su bote la clásica forma de huso, para aumentar la velocidad.
Hacia el año 1500 a.C. aparece el timón, que al comienzo no fue más que un remo fijo a la popa; en el siglo VI a. de C., el marino griego Eupalamos inventa el ancla de un solo brazo, la que es perfeccionada algunos decenios más tarde por el escita Anacarsio dándole la forma que conserva hasta hoy. Ya desde el siglo anterior han aparecido en el Mediterráneo naves que agregan a la vela una hilera de remos, y alrededor del año 700 a.C. un estratega anónimo inventa el navío de guerra impulsado por 200 remeros dispuestos en tres filas: el trirremo.
Bordeando las costas, sólo los fenicios osaron afrontar el mar abierto, los navegantes de la Antigüedad exploran un mundo desconocido, entran en contacto con pueblos lejanos, transmiten conocimientos insospechados, buscan nuevas fuentes de riqueza, crean el intercambio y el comercio internacional. Vasijas y copas, joyas y esclavos, telas fenicias y ungüentos egipcios, vino y aceite, ánforas de greda y jarras de cristal atraviesan el mar para ser canjeados por trigo, minerales, lana y cuero. Técnicas y conocimientos se expanden por las márgenes del Mediterráneo, y la proa de las galeras avanza, cual vanguardia civilizadora, desde las costas palestinas y los archipiélagos egeos, hasta Gibraltar, tejiendo una nueva red comercial que unirá el mundo.
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