EL CLIMA

sábado, 25 de junio de 2011

MASIFICACION




MASIFICACION



Inicialmente podemos entender masificación como el proceso en el que un hombre se subsume de modo alienante en una colectividad, dando por resultado una degeneración de su ser personal (libre, creativo, con carácter, reflexivo), en un antípoda llamado por Ortega y Gasset hombre-masa. No obstante, es imprescindible pasar a un estudio profundo y sistemático del concepto en cuestión y de la realidad que significa.
I. TRES ÁMBITOS DE LA MASIFICACIÓN.
La masificación es una problemática contemporánea, que hunde sus raíces genéticas en la contestación que la modernidad hace de las estructuras sociales, económicas, políticas, morales y religiosas de la Antigüedad y la Edad Media, puestas en crisis durante el Renacimiento. El leit motiv de la modernidad es hijo de una tendencia reactiva frente a toda forma aristocrática de autoridad, donde aristocracia significa que la autoridad recae en lo mejor, en lo más excelso o digno. Cabe realizar tres explanaciones del decurso de tal tendencia, según si atendemos al ámbito de lo sociopolítico, de lo moral o de lo religioso.
Socio-políticamente, asistimos en las postrimerías de la Edad Media al surgimiento de una nueva clase de hombre –el burgués–, cuya mayor virtud es el talento práctico (técnico), y su peor defecto el resentimiento ante toda forma de nobleza. El primero es indudable, dada la dedicación comercial de dicha clase, cuyo éxito acrecentó su riqueza por encima del poder económico alcanzado nunca por la nobleza; el segundo tiene una materialización clara en la compra de títulos nobiliarios, como modo de legitimar el control económico que ya se ejercía sobre la autoridad política, como primer paso hacia la conquista de dicho plano de /autoridad.
En el ámbito de la moralidad, observamos el tránsito desde una moral de máximos, donde el hombre ideal era el caballero y sus valores afines (honor, fidelidad, generosidad en el esfuerzo y el sacrificio, etc.), en la que la exigencia del deber se funda en la relación del hombre con un Dios personal, a una moral de mínimos (consumada en la actualidad), en la que la propuesta normativa se debilita, a pesar de los intentos autofundamentadores (Kant es un ejemplo de este tipo de intentos). La debilitación que denunciamos en la moral moderna se puede apreciar, tanto en la intensidad de la exigencia del deber (fácilmente condicionado por falta de un fundamento real y no meramente lógico), como por la materia y jerarquización de la /axiología imperante (preponderancia de los valores utilitarios frente a los de veracidad o bondad, subjetivismo relativista, individualismo-colectivismo despersonalizador). Aquí observamos cómo el hombre rechaza la / autoridad heterónoma que funda la moral religiosa, para pretender una autonomía del ámbito moral, es decir, para hacer asequible la conquista de este segundo plano de autoridad.
En cuanto al plano religioso, se produce en la modernidad una relajación desde la propuesta fuerte de fe que conllevaba el teísmo, hasta la fe mantenida, pero diluida en el deísmo propiamente moderno. Cabe decir que, en esta etapa, el hombre centró su /relación con Dios en el ámbito intelectual, tratando de llegar a él por este medio. Y es que el hombre moderno se halla deslumbrado por la potencia esclarecedora del entendimiento, expuesta, sobre todo, en los logros de la /ciencia física posgalileana. Pero en este fervor despreció otras potencias, sin las cuales el acceso propio a lo divino (al menos entendido de modo personal) está vedado. Las facultades relativas a la afectividad eran calificadas de secundarias, por ser escasamente susceptibles de objetivación, así como por su carácter principalmente pasivo, receptivo de lo que viene de más allá del yo mismo. Pero este énfasis en la esfera intelectual de lo humano y en su carácter autosuficiente, lleva aneja una rebeldía, en primera instancia dirigida contra la autoridad religiosa, pero finalmente proyectada contra la autoridad, respecto al hombre, de Dios mismo. Así los logros de la búsqueda intelectual de Dios y de la rebeldía frente a su autoridad, van desde el Dios de los filósofos hasta las partidas de defunción de la divinidad (F. Nietzsche).


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