EL CLIMA

lunes, 4 de abril de 2011


BEATITUD



Se trataría aquí de seguir el rastro histórico de esa supuesta armonía del ser, (coherencia
entre cuerpo y alma racional como realización teleológica), basada en el goce supremo
que nos daría la vida contemplativa; y unirla a la tradición cristiana en la que confluye
con la beatitud (o contemplación de Dios). Se traza así un camino entre felicidad
(eudaimonia), bienaventuranza y beatitud; camino que tiende cada vez más a un mayor
grado de alejamiento del mundo: relación burbuja, cerrada (¿enjaulada?) tanto del sabio
con el conocimiento esencial y desinteresado (sin mayor finalidad que el conocimiento
mismo), tanto del santo-beato en su comunicación con Dios.
El significado de “beatitud” puede distinguirse del de felicidad, porque designa un
estado de satisfacción completa, perfectamente independiente de los problemas del
mundo. Aristóteles, que a veces usa indistintamente este término (majaria) y el de
felicidad, relaciona la beatitud con la contemplación y la aplica a la medida que en los
diferentes seres vivientes tiene la actividad contemplativa. Así, nos dice y lo cito en la
Ética de Nicómaco,
“toda la vida de los dioses es beata, por ser totalmente contemplativa. A los hombres
corresponde una especie similar de vida, porque sólo de tanto en tanto se dan a la
contemplación; los animales nunca son beatos, por carecer de actividad contemplativa”
(Ét. Nic., X, 8, 1178 b 9 ss.). “Es evidente que entre los hombres el sabio es el más
beato” (Ibid., I, 11, 1101 b 24).
Clasificará así tres géneros de vida, y siguiendo su lectura:
“La mayoría y la gente más burda pone su felicidad en el placer, los escogidos y los
hombres de acción ponen la felicidad en los honores. El tercer género de vida tiene por
objeto la contemplación. Esta felicidad se basta a sí misma de modo entero” (Et. Nic).
En la filosofía postaristotélica y, sobre todo, en la estoica, la beatitud del sabio está
también muy difundida y es objeto de muchos ensayos (como en De vida beata de
Séneca) y en el neoplatonismo de Plotino, la crítica de la felicidad tal como la entienden
estoicos y aristotélicos (Enneada., I, 4) va acompañada del concepto de una beatitud
inactiva, ya que es diferente a toda realidad exterior. Pasa a neutralizarse entonces la
actividad (contemplación) del ojo que mira con la quietud del que a su vez es mirado
(¿tal vez ojo que mira sin ver, ojo reflejado en el espejo?). Bueno citando a Plotino.
«Los seres beatos son inmóviles en sí mismos y les basta ser lo que son: no se arriesgan
a ocuparse de cosa alguna, porque ello los haría salir de su estado, pero tanta es su
felicidad que, sin elegir, realizan grandes cosas y hacen mucho al quedar inmóviles»
(Ibid., III, 2, l). Subrayo también el “sin elegir” en el que enmarca Plotino la
inmovilidad de los seres beatos además de su intento de simplificar el alma y quitarle
todo lo que le sea extraño.

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