Europa tuvo varias dominaciones árabes que -como las mareas- avanzaron y retrocedieron a lo largo de los siglos. En 1683 el imperio otomano era dueño de Hungría y sitió por segunda vez a Viena.
Los vieneses resistían a brazo partido, los turcos decidieron cavar un tunel para minar las defensas pero no tuvieron en cuenta que mientras las ciudades duermen, los panaderos trabajan.
Alertados por los maestros de pala, los austríacos atacaron a los musulmanes por la retaguardia y Viena continuó siendo bastión cristiano. Los hombres de blanco fueron recompensados por el emperador Leopoldo I y hasta les permitió llevar espada al cinto.
Los panaderos, agradecidos inventaron las medialunas para mofarse de los estandartes turcos.
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