EL CLIMA

miércoles, 24 de febrero de 2010

AMORES TARDIOS





















AMORES TARDIOS


Son aquellos que aparecen a partir de los cuarenta, cuando el tiempo ya ha endurecido el corazón y madurado la mente. Para algunos son los mejores, para otros los restos de un sentimiento que ya nunca se vivirá con la explosión de generosidad y pasión como los que se experimentaron cuando todavía la ingenuidad habitaba en nuestros corazones. El amor puede ser una expresión con muchas caras y puede ser vivido de múltiples formas. En una pareja que se ha mantenido unida durante muchos años, el amor tardío trae consigo placidez y comprensión mutuas, a menos que las desavenencias hayan horadado la confianza y el cariño. Es el descubrimiento de esa persona que ha permanecido a tu lado tanto tiempo y con la cual, cuando el tiempo se ralentiza porque la vida diaria se descarga de actividades y obligaciones, pareces volver a disfrutar. Sin embargo, hay que ser sinceros, este es el más difícil de hallar en nuestro planeta. El amor juvenil es el más sincero pero también puede ser el más equivocado y desgraciado, ya que se produce en un tiempo en el que la inmadurez nos impele a involucrarnos en aventuras sin reparar si éstas son o no de conveniencia. Lo único que nos guía es la atracción física, y a veces nuestro cuerpo joven y nuestra gran energía nos resta capacidad de discernimiento entre la realidad y la fantasía, con la que solemos aderezar los enamoramientos. El amor tardío, sin embargo, es difícil de obtener pues esa misma madurez que ahora nos hace elegir mejor también es capaz de poner más impedimentos. Se tiene una edad en la que si se ha vivido en unión con otra u otras personas con las que se ha roto esa relación no se estará dispuesto a iniciar fácilmente otra y mucho menos tener que emprender otra convivencia. LA DIFICULTAD DE EMPRENDER UNA NUEVA CONVIVENCIA Después de una ruptura de muchos años y cuando, sobre todo, ya no se es joven, emprender una nueva convivencia no es fácil, el miedo se ha apoderado de nosotros o cuando menos los reparos a verse involucrado en la vida de otra persona con la que tendrán que volverse a establecer reglas tácitas o no de convivencia, nos reduce las posibilidades de actuar con naturalidad y frescura. La opción de vivir en pareja es una de las mejoras que podemos introducir en nuestras vidas siempre y cuando se adapten otras pautas de comportamiento con las que se trate de no incurrir en los mismos errores que un día nos hicieron sufrir. En la actualidad, ante el creciente número de separaciones de parejas, los individuos tienden a establecer su vida en soledad y la soledad, si a veces es dura, también permite disfrutar de una libertad de la que es difícil desembarazarse. Separarse de la primera pareja supone un duro golpe emocional, tan duro que a veces es considerado causa de baja laboral por las consecuencias psicológicas que conlleva. Cada una de las separaciones se convierte en un trauma que va dejando una huella de la que, por lo general, es muy difícil levantarse. Estos pasos trascendentales en la vida de una persona la hacen más desconfiada y solo el dolor puede incitar a la introspección que nos permite ahondar en nosotros mismos y en nuestros sentimientos. Los años son así y de esta forma pasan para la mayoría de los mortales, con sinsabores y alegrías que van transformando nuestro ánimo y nuestro carácter. Y si cuando éramos jóvenes nuestra personalidad estaba desdibujada por la inexperiencia, comprobamos que en la madurez, nuestras decisiones son más firmes y nuestros gustos y costumbres más sólidas. Esta situación nos condiciona a la hora de relacionarnos con los demás, por ello es más difícil iniciar amistades a una edad adulta y, sobre todo, encontrar una pareja que nos convenza suficientemente como para embarcarnos en establecer una convivencia. Pero no hay que perder la esperanza y creer firmemente que el amor se puede encontrar al doblar cualquier esquina o detrás de cada puerta, pero siempre será mejor que llamen antes de entrar.

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