Sí, quiero
Quién hubiera dicho que la archi-conocida (y por qué no, temida) frase “sí, quiero” podría darse con tanta facilidad en Nueva York?
Como es sabido, o al menos como he tratado de exponer a lo largo de estos pocos meses expatriada, Nueva York es una tierra de oportunidades. Y si de oferta en vestidos de novia se trata, las oportunidades son, casi, infinitas.
Siempre supe que a lo largo de la avenida Madison, en el Upper East Side, se alojaban en los primeros y segundos pisos de los locales de las grandes marcas, sus “atelier” de vestidos de novias. Claro que uno sólo puede acceder a ellos si se está por casar y habiendo sacado un turno previamente. Como ninguno de los dos es mi caso, hasta ahora siempre me conformé con mirar hacia arriba y espiar esos enormes salones llenos de vestidos blancos.
Hoy tuve la suerte de a) no tener clase y b) que una amiga Koreana que está por casarse me pidiera que la acompañara al “Bridal Atelier” de la diseñadora Vera Wang, ubicado en Madison Avenue y 77.
Resulta que NUNCA vi tantos vestidos blancos juntos. Todo está estandarizado, comprobado. Las novias entran, eliijen el vestido que más les gusta, como si se tratase de un jean o una remera para dormir, se lo prueban y listo.
Simple, no?
Lo que toda mujer pensó que era una difícil decisión (elegir un maldito vestido que nos haga ver lindas y no como una torta de vainilla),en Nueva York es algo muy fácil, un trámite que le ahorra tiempo (pero no plata) a todas esas novias atareadas e indecisas.
Obviamente está terminantemente prohibido sacar fotos… pero, llámenme argentina o periodista: he aquí algunas sacadas con mi télefono, mientras nadie se daba cuenta…
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