
Estaba en la Het Muziek- theater Opera House holandesa, donde habitualmente baila, pero aquella vez se ubicaba en la platea, para ver una puesta de La traviata con riesgo artístico, fuera de su época, recontraminimalista. Por ser de esos bailarines que frecuentan la lírica, no quería perdérsela. Igual que en su nueva hazaña, la introducción pasó a telón cerrado. Como sus ojos esa noche, cuando una idea empezaba a sonarle en la cabeza. Era un mantra: tenés que hacer algo con esta música. "Y se abrió el telón y no me preguntes qué pasó porque no vi nada de lo que se puso en escena. Sólo los pasos, que se me venían a la cabeza, todos de una vez. La traviata era, entonces, un sueño que jamás creí que iba a realizar".
Iñaki Urlezaga acaba de estrenar en la ciudad de Salta su versión para ballet del clásico de Verdi, en el Teatro Provincial. Tras el debut para invitados del jueves, las funciones del viernes y anteayer estuvieron agotadas, y en escena, Ballet Concierto (el team que creó y dirige el platense, de 33 años, desde hace diez) se sintió más cómodo y suelto, como perdiendo los nervios de concretar una ilusión cobijada tanto tiempo. "Fue una travesía muy larga", repite el bailarín, junto a la ventana de un bar vecino a la Plaza 9 de Julio, y se embarca en un relato por esos dos años que pasaron desde que le confesó sus ganas de innovar al director de orquesta Luis Gorelik. "Si vos te animás, yo te acompaño con los arreglos musicales", me dijo.
-¿No le pareció un disparate reemplazar la voz por el movimiento?
-Nunca. Yo tampoco le tenía miedo a eso; se han llevado óperas al ballet, como Carmen , y de la mano de una persona creativa sabía que se podía lograr. Pero te metés con un monstruo. Lo que se me hacía difícil era encontrarle una dinámica musical: si un cantante tarda 32 compases en llegar de un chezlong a otro, un bailarín lo hace en cuatro. La estructura de la obra fue lo más complejo.
-En dos actos, en vez de tres, sin modificar la historia original.
-Sacamos música. La historia es muy sencilla y concreta, pero sanguínea. No soy de los que creen que La Gioconda con los años se puede alivianar y darle una nueva mirada. Si uno le quitaba la estirpe a la obra, no iba a ser lo que es: una obra maestra. Hoy me doy cuenta de que sacándole la voz a Verdi, la música suena como si hubiera sido escrita para ballet; yo no extraño la voz; la música es tan poderosa que para mí no falta nada.
-¿Cómo te llevaste con el multistasking ? Acá sos el coreógrafo, el director, el protagonista.
-No fue fácil. Me enfermé, me engripé, me quedé sin voz y siempre me recuperaba, a pesar del gran estrés que genera hacer esto en un país tan difícil, donde no tenés ayuda económica. Tuve el aporte de Salta, para hacerlo con la Orquesta Sinfónica, que también tocará en Buenos Aires. Siempre digo: tanto le da uno al país, y los gobiernos, a veces, qué ingratos son. Defienden tan poco a los artistas. Pedí ayuda a la provincia de Buenos Aires, a Presidencia, y no se me cayeron los brazos. Pero el arte no va con los tiempos políticos, y éste era un proyecto que ya tenía procesado y lo quería sacar. Ahora, ojalá el público acompañe con la venta de entradas; si no, me fundo para siempre.
La última frase no llega en tono publicitario ni suena a graciosa exageración. Más tarde, Marianela Urlezaga ("mi hermana es todo"), mujer orquesta en la empresa Ballet Concierto -que, para sumar familiaridad, tiene a la tía Lilian Giovine en la dirección artística-, confesará que esta producción costó un holgado millón y medio de pesos. Claro que sin los vestidos de Verónica de la Canal o las escenografías de Daniel Feijoo, decididamente, esta t raviata no hubiese sido lo mismo.
Extraño caso de frescura, a Iñaki uno le cree su optimismo empedernido ("la vida siempre te da otra oportunidad") y sus buenas intenciones ("lo que más me alegra es darle al mundo de la danza una nueva obra, desde un lado no egoísta") tanto como las críticas que emite, sin dobleces. "En el Colón se va un director y viene el siguiente y no le importa los desastres que dejó el anterior", apunta, por ejemplo, tras la experiencia de haber hecho en 2008 una Carmina Burana en coproducción con el teatro que, según cuenta él, terminó con incumplimientos económicos. A otra escala, también sin rubores, opina: "Las ideas, la creatividad, las preguntas que uno se hace contribuyen a que la vida siga siendo fresca y nueva, porque sino te morís de aburrimiento. Si toda la vida bailara La b ella durmiente, Don Quijote y El cascanueces estaría muerto en vida". Por momentos, la ex primera figura del Royal Ballet es contundente ("Nunca más le daría a un director las riendas de mi carrera"); en otros, generalmente después de las seis de la tarde, se convierte en el ser más informal del planeta. "Pierdo el celular cinco veces por semana; me olvido las llaves de casa; nunca sé dónde están las tarjetas de crédito. Toda la estructura que tengo para la danza (son cinco minutos de pausa y si son seis, me vuelvo loco), no es para mi vida personal. Porque las llaves siempre aparecen y el vuelo se retrasa e igual me va llevando.
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