EL CLIMA

lunes, 24 de noviembre de 2014

Curiosidades sobre la granola


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¿Quién diría que en Woodstock, además de drogas, solos de Jimi Hendrix, pantalones pata de elefante, barro y mucho amor, también hubo cientos de kilos de granola? Es un dato histórico, pero no muy conocido. Y hasta suena un poco inverosímil. Pero fue a partir de ese festival de 1969, largamente sobrepasado en su capacidad (nadie imaginó que convocaría a más de 400.000 personas, mucho menos cómo se alimentarían durante tres días), que la granola pasó de convertirse en un alimento alternativo, consumido solo entre los hippies por sus propiedades benéficas, a formar parte del desayuno “de campeones” de las familias tipo norteamericanas.



La mezcla poderosa de cereales, frutos secos y miel que había aplacado el hambre de miles de jóvenes –en las fotos se los ve haciendo fila con algún recipiente para esperar su ración– se empaquetó, se bautizó con diferentes marcas, llegó a la góndola de los supermercados y se publicitó.

Lo bueno de la granola era, y sigue siendo, que además de saludable y completísima en nutrientes, es rica. Su composición puede variar, pero la receta de la mayoría de ellas combina avena (suele ser el ingrediente preponderante), semillas, frutos secos (nueces, avellanas, almendras, castañas de cajú) y pasas de uva o pasas rubias. Todos estos ingredientes se mezclan con miel y se hornean hasta estar crocantes. Luego se comen acompañados con leche, yogur o frutas. A veces, la granola también contiene arroz inflado, coco, banana o manzana desecada y, en sus versiones menos recomendables, altas dosis de azúcar o fructosa.

¿Y qué pasa acá, en Argentina? Su consumo es relativamente nuevo. No formaba parte del desayuno o la merienda de quienes hoy rondan los 30.  Recién empezó a crecer cuando los conceptos de orgánico y saludable ganaron espacio, en paralelo con la fiebre del running y el deporte (la granola, por su alto valor energético, es especialmente recomendada para gente que hace actividad física). Hoy, la oferta es enorme, no solo en supermercados, sino también en dietéticas, delis y ferias saludables. La mayoría de los fast-good también tienen su propia versión, que ofrecen solo en el menú (es el caso, por ejemplo, de Fifí Almacén, en Palermo) o que además embolsan para que el cliente se lleve, como pasa en Green Eat, Farinelli o Möoi. Hay de todo: de nivel premium, medio y otras que más vale dejar pasar.

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