EL CLIMA

miércoles, 17 de octubre de 2012

ANECDOTAS DE BARRIO












"UN TIRITO MAS, ANTES DE AMIGARSE"

Lucio V. López era hijo del historiador Vicente Fidel López y nieto de Vicente López y Planes, el autor del Himno Nacional. Había nacido en 1848 en Montevideo durante el exilio de sus padres y tiempo después se doctoró en Jurisprudencia.

Desde mediados de la década de 1870 fue diputado, miembro de la Junta Revolucionaria en 1890 y ministro del Interior por un mes. Al dejar ese cargo el presidente Luis Sáenz Peña lo designó interventor federal en la Provincia de Buenos Aires.

Durante su intervención, descubrió una maniobra relacionada con la venta fraudulenta de tierras en el actual Partido de Chacabuco, en la Provincia de Buenos Aires, por parte del coronel Carlos Sarmiento, secretario privado del Ministro de Guerra, el general Luis María Campos.

Sarmiento, de 33 años, siempre consideró que López lo perseguía por razones de ambición política y de encono personal. Y luego de haber quedado preso por un tiempo, salió en libertad, publicando en el diario La Prensa una terrible carta dirigida al interventor. En esta carta, retó a un "duelo a muerte" a la persona que lo había difamado. Lopez en tanto, era inexperto en el manejo de armas de fuego, pero en vista de preservar su honor al haber sido el promotor del proceso contra el militar, aceptó.

Los padrinos del duelo fueron, por parte de López, Francisco Beazley y el general Lucio V. Mansilla, todos miembros del Club del Progreso. El coronel Sarmiento hizo lo propio con el contra-almirante Daniel de Solier y el general Francisco Bosch.

La cita fue el 28 de diciembre de 1894, por la mañana, en inmediaciones del antiguo Hipódromo de Belgrano (hoy Avenida Luis María Campos). A las 11:10 se llevó a cabo la primera cuenta de pasos reglamentaria y se produjeron dos disparos. Los contendientes resultaron ilesos.

El duelo a menos de quince pasos no era considerado legal: era excepcional, inclusive para las más graves ofensas materiales. También era usual intentar una reconciliación luego del primer disparo. Según cuenta una anécdota, en pleno duelo el general Mansilla lanzó entonces una de sus jocosidades: "¿Qué les parece un tirito más antes de amigarse?"

Sea o no cierta la anécdota, el hecho es que se volvieron a cargar las armas, resonaron nuevamente las tres palmadas de Bosch, y se efectuaron los disparos. Esta vez, Lucio V. López palideció, soltó la pistola y se tomó con ambas manos el costado derecho, del que empezaba a manar sangre en abundancia. Trató de caminar unos pasos, apoyado en el brazo de los amigos, pero se desmayó. "Esto es una injusticia", alcanzó a murmurar.

Tras una primera cura en la enfermería, una ambulancia tirada por caballos a todo galope condujo a López a su casa, en Callao 1862 Experimentó una leve mejoría pero su estado era irreversible. La bala atravesó su hígado, intestinos y bazo. Al atardecer se acercó el padre O'Gorman para otorgarle el sacramento de la extremaunción. 

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