Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid el 10 de marzo de 1760, sus padres fueron Isidora Cabo y el abogado y escritor Nicolás Fernández de Moratín.
A la edad de cuatro años tuvo la viruela, que afectó a su físico e influyó negativamente en su carácter, pues se hizo más retraído.
De los años de estudiante guardó algunos recuerdos de sus profesores y poco más. Aunque no fue a la universidad, fue un gran lector, beneficiado por el ambiente literario en que se movía su padre. Entre sus preferencias estaba la obra de Pérez de Hita, Guerras civiles de Granada, que le inspirará precisamente su romance sobre la conquista de Granada.
Cuando la familia se traslada a vivir a la calle de Fomento, se enamora de Sabina Conti, una joven adolescente, hija de una familia amiga, que vivía en el piso de arriba de la misma casa. Leandro tenía entonces unos veinte años. Pero, casi de improviso, por conveniencias familiares, Sabina contrae matrimonio con un pariente suyo mayor que ella. Posiblemente esta anécdota dolorosa la utilizará Moratín para alguna de sus comedias: El tutor, El viejo y la niña y El sí de las niñas.
Cuando mueren sus padres, Moratín se fue a vivir con su tío, cerca de la Joyería Real, donde trabajaban ambos.
El sí de las niñas, es una obra teatral de Leandro Fernández de Moratín ,estrenada el 24 de enero de 1806 en Madrid, España, y representada hasta la cuaresma de ese mismo.1
Moratín tenía escrita El sí de las niñas en 1801. Era la primera obra que escribía después de La comedia nueva, pues tanto El barón como La mojigata, estrenadas más tarde que aquélla, fueron escritas a finales de los años 80. Moratín tardó varios años en estrenarla. Dio a la escena sus producciones anteriores, y sólo después se decidió a publicar, en 1805, El sí de las niñas. Durante el mes de enero de 1806 ensaya la comedia con la compañía del Teatro de la Cruz. El día 24 de enero de 1806 se produce el estreno. El sí de las niñas no fue solamente un sonoro éxito de público: fue la obra de mayor aceptación de su tiempo y casi con seguridad el mayor acontecimiento teatral de todo el siglo. La obra se mantuvo en representación por veintiséis días seguidos y atrajo a más de 37.000 espectadores, cifra equivalente a la cuarta parte de la población adulta de Madrid. Al éxito en las tablas se sumó el editorial. A las cuatro ediciones de 1806 hay que sumar la de 1805, que, al parecer, no fue la única de aquel año.
El éxito sin precedentes de El sí de las niñas supuso, paradójicamente, el abandono de la escena por parte de su autor. Los únicos textos que Moratín daría a la escena serían dos adaptaciones de obras del francés Molière: La escuela de los maridos y El médico a palos. El sí de las niñas, sin embargo, seguía levantando odios y entusiasmos por su mensaje claramente inspirado en la Ilustración y en un llamado a que la autoridad actúe conforme a los dictados racionalistas. En 1815, con la restauración del rey Fernando VII, la Inquisición española encontró motivos suficientes para prohibir esta comedia y La mojigata. La prohibición se renovó en 1823, de modo que durante cerca de veinte años los españoles se vieron privados de ver en escena la obra maestra de Moratín. Cuando se levantó la prohibición y la obra pudo volver a estrenarse, en 1834, lo hizo inclusive con cortes debidos a la censura.
Trata de Don Diego un señor de 58 años que va a casarse con Doña Paquita, una joven de 16 años.
Doña Paquita ha conocido anteriormente a un joven que le ha dicho que se llama Félix, y del que se ha enamorado, lo que no sabe es que Don Félix en realidad es el sobrino de Don Diego y se llama Carlos.
En la obra, la madre de Doña Paquita, Doña Irene, intenta por todos los medios hacer creer a Don Diego que su hija está enamorada de él, y cuando están juntos no deja que Paquita hable con Don Diego y solo comenta la buena boda que harán y lo felices que van a ser, ya que como su hija no será capaz de desobedecerla se casará con el.
Don Diego solo quiere que Paquita le diga si quiere casarse con él y no que haga lo que dice su madre.
Pero todo se lía cuando a la posada donde se encuentran llega D. Carlos, quién ha recibido una carta de Paquita en la que le dice que su madre quiere casarla y ella va a aceptar.
Cuando llega es cuando se entera que el futuro marido de Paquita es su tío.
Pero Don Diego encuentra una carta de su sobrino, dirigida a Paquita, donde se cuenta toda la verdad, y decide que aunque Paquita es capaz de renunciar a su amor, por no desobedecer a su madre, es con Carlos con quien debe casarse.
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