EL CLIMA

jueves, 31 de mayo de 2012

SOBRE EL CINISMO

Los cínicos

La virtud del hombre consiste en vivir según la naturaleza; de ahí que la virtud sea una práctica de vida y que por naturaleza se entienda la condición de vida más elemental.


Los cínicos son los adeptos a la escuela filosófica fundada por Antístenes, tras la muerte del maestro Sócrates, en un gimnasio a las afueras de Atenas llamado Cinosargo (el perro ágil), lugar sagrado en Heraclea; cuenta Diógenes Laercio. De ahí, según parece, el nombre de ‘cínicos' o ‘perros', denominación que ya en Diógenes de Sínope, el exponente más célebre de la escuela e inmediato sucesor de Antístenes, designa la vida errante, indiferente a las necesidades y la atenta fidelidad al rigor moral.

Los cínicos consideraban honroso el calificativo de ‘perros'.

El sentido peyorativo que adquirió la palabra muy posteriormente se debe, en gran parte, al desprecio de los cínicos hacia las convenciones sociales y también a los adversarios de la escuela, sobre todo desde que algunos de sus miembros abandonaron el rasgo ascético y se inclinaron hacia el hedonismo.

Cínico se definía o calificaba al hombre a quien las cosas del mundo le eran indiferentes. Epicteto llega a decir que es difícil ser un cínico; y Juliano el Apóstata establece una distinción entre los verdaderos cínicos, a quienes hay que imitar y los falsos cínicos, a quienes hay que combatir.

El cinismo es una forma de vida, forma esforzada surgida en un momento de crisis (juicio, decisión final sobre un proceso), que transforma la corrección en desgarramiento y aun, en casos extremos, en relajación.

La opinión tradicional respecto a los fundadores del cinismo es que hay una línea continua de transmisión del pensamiento cínico que va de Antístenes a Diógenes y de éste a sus discípulos, tanto directos: Crates de Tebas —que convirtió al cinismo a su mujer Hiparquia y a su cuñado Metrocles— y Onesicrito, como indirectos: Mónino de Siracusa. Esta línea fue proseguida por los cínicos de los siglos III y II a.C.: Bion de Borístenes, Menipo de Gadara, Crecidas y Teletes; los cuatro últimos desarrollaron la diatriba, el género literario que mejor expresa la aspereza polémica y satírica de la argumentación cínica. Tras una cierta interrupción que supuso un periodo de declive, el cinismo, considerado como escuela cínica, resurgió a fines del siglo I y durante el siglo II d.C., cuando la llamada a la libertad interior y a la austeridad de las costumbres (valores compartidos con los estoicos) se opuso a la corrupción del poder imperial. Entonces florecieron Dion Crisóstomo, Oinomao, Demonax, Peregrino Proteo y Luciano de Samosata, que defendió el genuino comportamiento cínico contra todo exceso teatral; y se extendió con mayores o menores vicisitudes hasta el propio final del mundo antiguo, cuando influyó sobre algunos autores cristianos (principalmente en el uso metódico de la diatriba) o hasta fue adoptado por autores cristianos como Salustio el filósofo y Máximo de Alejandría.


Los cínicos han legado comportamientos ejemplares más que doctrinas definidas; no obstante, de ello se desprende claramente que, con la excepción de Antístenes, el interés de la escuela fue exclusivamente ético. La virtud del hombre consiste en vivir según la naturaleza; de ahí que la virtud ya no es, como en Sócrates o en Platón, una ciencia sino una práctica de vida, un ejercicio (áskësis); y de ahí que por naturaleza se entiende la condición de vida más elemental. El ideal de la autosuficiencia (autárkeia) consiste justamente en la drástica reducción de las necesidades, desde el momento en que basta satisfacer las primarias.

Contrario a la phýsis o naturaleza, y en consecuencia digno de desprecio, es el nomos: la costumbre, la regla, el conjunto de los valores adquiridos de la tradición religiosa, civil y cultural.


Tesis históricas sobre el origen y evolución del cinismo

Tesis contraria a la línea Sócrates-Antístenes-Diógenes:

Algunos filósofos contemporáneos exponen que la relación estrecha entre Antístenes y Diógenes, mantenida por los escritores antiguos y sostenida por algunos modernos, no se corresponde con la realidad histórica; Antístenes no tuvo ninguna conexión con los cínicos y, por consiguiente, no puede decirse que los cínicos sean descendientes de los socráticos. La relación Antístenes-Diógenes fue inventada por cínicos posteriores que tenían interés en mostrar que su actitud era una secuela del socratismo. Así pues, Diógenes fue el verdadero fundador de la escuela y de él dependieron, en mayor o menor medida, todos los que posteriormente han sido calificados de cínicos, cualesquiera que hayan sido sus propósitos: favorecer la educación y servir de modelos, predicar la igualdad social o el retorno a la Naturaleza, destacar la autarquía y la filantropía, desarrollar la forma literaria de la diatriba o la vida mendicante y, sobre todo, común a todos los cínicos, despreciar las convenciones.

Tesis a favor de la línea Sócrates-Antístenes-Diógenes:

La imagen de la sucesión tradicionalmente aceptada es la adecuada, pues no hay que prestar demasiada atención al carácter anecdótico y legendario de Diógenes en detrimento de su carácter histórico y de su valor intelectual. Acentuar demasiado lo anecdótico de Diógenes equivale a dudar que sea un verdadero filósofo y a negar lo que se había justamente pretendido demostrar: que Diógenes y no Antístenes fue el fundador del cinismo.


La controversia en los orígenes del cinismo pone de relieve en primer lugar que se trata de un movimiento que sólo hasta cierto punto puede denominarse Escuela y, en segundo lugar, que las sucesiones de los filósofos todavía tradicionales en las historias de la filosofía ofrecen considerables dificultades cuando se someten a crítica.

Ahora bien, el hecho de que el cinismo no hubiera partido históricamente de Sócrates no permite concluir que hubiese sido posible sin Sócrates. De ahí la tesis que expresa: "la serie Sócrates-Antístenes-Diógenes, que algunos historiadores consideran históricamente inadmisible, resulta psicológicamente verdadera".

Es muy difícil escribir una verdadera historia del cinismo, sobre todo cuando lo consideramos como una actitud vital última y lo examinamos como una reacción ante una situación histórica de acentuación de una crisis.

El aspecto más destacado de los cínicos, el anticonvencionalismo, puede entenderse desde esta perspectiva histórica. Pero como la oposición a las convenciones se matiza de acuerdo con las convenciones de que se trate, una historia del cinismo está probablemente más entretejida con la historia general que la de cualquiera de las otras escuelas filosóficas antiguas.

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