Edith llegó elegante, hermosa, tal vez luciendo demasiado juvenil para pretender ser pareja de un viejardo como yo. Casi como que me hizo olvidar la cadena de acuerdos y cuestiones bastante dudosas detrás de la cual había asomado a mi vida. Pero creo que sólo yo me preocupaba por todas estas cuestiones.
- Quiero que sepas que yo sé perfectamente por qué apareciste en mi vida –me dijo sin darme tiempo a recuperarme de la impresión que me causó semejante declaración, hecha así a boca de jarro- Ya Cacho me contó sobre lo que hablaron. Todo es cierto: y sólo si me caso, tanto él como yo recién ahí tendríamos alguna alternativa de empezar a pelear la legalidad de nuestra herencia.
- Pero vos no podés casarte… ¿o sí?
- Si renuncio, sí. ¿Vos te casarías conmigo?
No sé si tienen en claro lo que va pasando. Este abuelo, ahora amenazado con tener un nuevo nieto, está recibiendo una propuesta de matrimonio, de parte de una mujer excesivamente más joven pero que es… ¡monja! Y con la cual yo acepté relacionarme a cambio de poder cobrar una comisión de cobranza.
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