EL CLIMA

sábado, 7 de enero de 2012

ENTREMES


Se conoce como paso o entremés a una pieza dramática jocosa y de un solo acto, protagonizada por personajes de clases populares, que solía representarse durante el Siglo de Oro español, es decir, a fines del siglo XVI y durante el siglo XVII y XVIII hasta su prohibición en 1780, entre la primera y segunda jornada de una obra mayor. Posteriormente será llamado sainete. En Europa, su equivalente es la farsa, cuya denominación se aplicó en España a cualquier tipo de representación teatral.

El término entremés procede del catalán y está documentado en el siglo XV como una especie de pantomima representada en banquetes cortesanos y, en una acepción gastronómica, como "manjar entre dos platos principales". Su uso actual se generaliza en el siglo XVI alternando con el más común de paso. Así se usa en el Entremés de la Representación de la historia evangélica de san Juan de Sebastián de Horozco, un pleito cómico situado al final del primer cuadro del mismo, enlazado con la siguiente acotación: "Mientras vuelve el ciego pasa un entremés entre un procurador y un litigante". En el prólogo de la Comedia de Sepúlveda, de 1547, se dice:

No os puede dar gusto el sujeto ansí desnudo de aquella gracia con que el proceso dél suele ornar los recitantes y otros muchos entremeses que intervienen por ornamento de la comedia, que no tienen cuerpo en el sujeto della.

En sus principios, era pues una acción no exenta de la principal, a manera de descanso o interludio cómico. Así era en el caso de algunas obras de Gil Vicente o Garci Sánchez de Badajoz, junto a los pasos de Lope de Rueda tenidos por antecedente del entremés. Sebastián de Horozco, sin embargo, escribió el primer entremés exento, diferente del ya mencionado, par ser representado en un convento de monjas el día de San Juan Evangelista, protagonizado por un fraile rezador y visitador de burdeles, y otros dos personajes populares, un pregonero, un buñolero y un villano bobo y procaz, que intercambian insultos, golpes y manteos en clara manifestación del carácter carnavalesco del género.

Este empezó a definirse con los Pasos de Lope de Rueda en el siglo XVI. Al principio se escribía indistintamente en prosa o verso. Juan de Timoneda cita la palabra entremés precisamente en una de sus obras más conocidas, la colección dramática La Turiana, en la cual se contienen diversas comedias y farsas muy elegantes y graciosas con muchos entremeses y pasos apacibles (1565). Se ve pues en la denominación de paso era sinónima de la algo más gastronómica entremés. El mismo Timoneda en El deleitoso (1567) dice: "Venid alegremente al Deleitoso / hallarlo heis repleto y caudaloso / de pasos y entremeses muy facetos". Agustín de Rojas Villandrando, en su obra El viaje entretenido (1603), escribió:

Retrato de Agustín de Rojas Villandrando en la portada de su obra, El viaje entretenido. Barcelona, 1624.
Y entre los pasos de veras
mezclados otros de risa
que, porque iban entre medias
de la farsa, los llamaron
entremeses de comedias

Desde que Luis Quiñones de Benavente (1600-1650) configuró definitivamente el género en el siglo XVII, acabó escribiéndose en versos e incorporando a veces números cantados que darían lugar a un género posterior, la tonadilla; este ingenio llegó incluso a crear un subgénero entremesil, el llamado entremés cantado. Lope de Vega, por otra parte, recuperó su función subsidiaria y lo definía como un "alivio cómico" protagonizado por personajes populares "porque entremés de reyes no se ha visto", en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609), y lo tenía por arquetipo de la comedia antigua que él había venido a renovar con su comedia nueva. Un entremés venía a venderse por el triple de lo que costaba una loa y tenía una importancia capital en un programa teatral del siglo XVII, de forma que una comedia buena con un mal entremés fracasaba irremediablemente, pero una comedia mala con un buen entremés podía mantenerse en cartel y ser un éxito (los éxitos teatrales del Siglo de Oro no pasaban por lo general de una semana). Había actores especializados en este género, como Cosme Pérez, más conocido por su sobrenombre de Juan Rana, una auténtica celebridad en su época y para quien escribieron gustosos los ingenios cortesanos no menos de cincuenta piezas.

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