EL CLIMA

lunes, 26 de septiembre de 2011

REALISMO VOLITIVO



Con las manos también se ve: descubrimiento y constitución táctil del mundo

REALISMO VOLITIVO

El realismo volitivo es, ante todo, una forma de realismo (palabra derivada del latín
res, cosa). Por éste entendemos aquella posición filosófica para la que el ser, la realidad radical son las cosas del entorno, los entes trascendentes que nos circundan (vertiente metafísica del realismo), siendo lo conocido por el sujeto mera copia o re-presentación de tales cosas o entes (vertiente gnoseológica del realismo). El realismo así concebido se opone al idealismo.

El realismo volitivo concibe la conciencia dinámicamente, no tanto como ámbito de contenidos cognoscitivos pasivamente recibidos (conciencia como res cogitans), sino más bien como haz de impulsos y tendencias, como voluntad o esfuerzo originario al que se opone la realidad exterior en forma de obstáculo o resistencia (conciencia como res volens).

De este modo, según el realismo volitivo, el punto de partida de la Metafísica y de la Teoría del Conocimiento ha de fijarse en el encuentro o choque del yo volente con el no-yo resistente. Este encuentro o choque sólo es posible merced al tacto en movimiento, sentido háptico que se erige así en el genuino medio para el descubrimiento y constitución del mundo, del ser y de la realidad.

El realismo volitivo es así también una respuesta al problema filosófico clásico del conocimiento y “demostración” de la existencia del mundo externo, problema que surge en la Filosofía moderna al fijar el punto de arranque de la reflexión filosófica en la conciencia y sus contenidos.

El realismo volitivo, como el realismo mediato, es un realismo crítico, realismo que, por tanto, no asume sin más, sin previo examen o análisis (como había hecho el realismo inmediato o ingenuo), la realidad en sí de la res, la existencia trascendente del objeto cosa. En efecto, para el realismo volitivo, el punto de partida de la reflexión filosófica (y, por tanto, de la afirmación existencial de un mundo ajeno al yo) ha de ser también la conciencia, la subjetividad misma del cognoscente. Mas, a diferencia del realismo mediato, realismo propiamente cognoscitivo (para el que la dimensión subjetiva de partida es específicamente la sensorial, los contenidos sensoriales de la conciencia), el realismo volitivo considerará como punto idóneo de arranque sobre el que asentar la demostración de lo externo, del no-yo, la dimensión tendencial, impulsiva o volitiva de tal conciencia. En efecto, el sujeto, además de conocer, de sentirse afectado por sensaciones o percepciones, quiere, tiende, se ve impulsado hacia la consecución de determinadas metas u objetivos. Pues bien, será precisamente el impulso resultante de ese querer o tender, la base o fundamento sobre el que se asiente el surgimiento en la conciencia del sentimiento de exterioridad o mundo externo.

Así, el realismo volitivo, considerando como dimensión primaria de la subjetividad las voliciones o actos de querer (el sujeto es, según esto, ante todo un haz o sistema de impulsos volitivos), sostendrá que es el sentimiento de obstáculo o resistencia (resultante del choque u oposición entre el yo volente y el no-yo resistente), el alumbrador en la conciencia de un mundo ajeno, autónomo y material. El sujeto es originariamente un ser que quiere, y el querer es ante todo tender, esforzarse, proyectarse en pos de lo querido; y comoquiera que esa tendencia, ese esfuerzo, esa proyección no logran siempre su objetivo (al querer del yo se opone a menudo el resistir del no-yo), surge en la conciencia, de forma explícita e inequívoca, el sentimiento del obstáculo, de la resistencia, y en ese sentimiento se abre, se alumbra para el sujeto un nuevo horizonte, el horizonte de una nueva realidad, la realidad del mundo externo, material e independiente.

Ahora bien, la sensación de resistencia es ante todo una sensación táctil; ni la vista, ni el oído, ni el gusto, ni el olfato pueden proporcionarla. Sólo el tacto es capaz de aprehenderla, sólo él puede hacer posible el choque, el encuentro de la conciencia con lo otro, sólo él, por tanto, puede revelar originariamente la res, el objeto cosa trascendente. El tacto revela a la conciencia, ante todo, la existencia del cuerpo propio y, secundariamente, la existencia de los cuerpos ajenos.

Mas tal revelación exige, como condición previa indispensable, el movimiento del organismo; sin él (y, sobre todo, sin una cierta movilidad y flexibilidad de la mano, principal órgano del sentido del tacto), el descubrimiento de los cuerpos (el propio y los ajenos) se haría de todo punto imposible. No habría choque o encuentro (ni, por tanto, tampoco experiencia de resistencia), si el organismo, permaneciendo estático y pasivo, no tendiera, no se dirigiera activamente a la res, al objeto cosa


1 comentario:

  1. Revisá tus contenidos, son incorrectos. Después si querés difundí.
    De este modo lo que conseguís es desinformar. El lector tiende a suponer que quien redacta asume una responsabilidad y un conocimiento implícito sobre lo que desarrolla, pero eso no te da derecho a este contenido irrisorio y carente de conocimiento. Usando mi "anónimo" no me sorprenderá q remuevas mi comentario sin llegar a publicarlo. Será por eso que no habrá otros comentarios aquí? Un beso.

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