Interpretación de las fronteras de la Tierra Prometida, basada en la promesa de Dios aAbraham.
TIERRA PROMETIDA
La Tierra Prometida (hebreo: הארץ המובטחת, translit.:ha-Aretz ha-Muvtachat) es otro de los nombres para la Tierra de Israel, la región que, según la Biblia hebrea, fue prometida por Dios a los descendientes de Abraham. En efecto, la promesa fue hecha en primer lugar a Abraham (Génesis 15, 18-21), renovada luego a su hijo Isaac y al hijo de éste Jacob, nieto de Abraham (Génesis 28, 13). La Tierra Prometida se describe como la porción situada entre la costa de Egipto hasta la orilla del Éufrates y se concedió a los descendientes de Jacob tras el éxodo de Egipto (Deuteronomio 1, 8).
El Dios que protege a su pueblo fiel |
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El establecimiento de las tribus hebreas en Palestina es el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham y la prueba palpable de que Yahvé, el Dios de Israel, es fiel y verdadero.
En torno a la época en que las tribus israelitas, bajo la dirección de Moisés, se desplazaban por las grandes extensiones semidesérticas de la península del Sinaí (hacia 1250-1220 a.C.), en las regiones agrícolas del Creciente Fértil, cuna de los grandes imperios de la Antigüedad, se producían dramáticos acontecimientos que ejercerían una influencia decisiva en el destino futuro del pueblo de Israel.
En el siglo XIV se registró una profunda alteración en las relaciones de poder del espacio afroasiático. Coincidiendo con los débiles reinados de los faraones Amenhotep III (1402-1364 a.C.) y Amenhotep IV Akenatón (1364-1347 a.C.), se fueron consolidando en los territorios de la actual Anatolia los hititas, pueblo resultante de la fusión de elementos indoeuropeos llegados a Anatolia hacia el siglo XX a.C. con los habitantes autóctonos de aquellas regiones. Bajo la enérgica jefatura de Suppiluliuma I (1360-1336 a.C.), los hititas iniciaron una lenta y persistente penetración hacia el sur, en un primer momento sin gran resistencia egipcia. Pero con la instauración de una nueva dinastía (la XIX), Ramsés II decidió poner freno a la expansión asiática y recuperar el control de Siria y Canaán.
La decisión tenía sólidas razones estratégicas, geopolíticas y económicas. Esta franja de tierra era paso obligado entre Egipto y Mesopotamia. Por ella discurrían las rutas comerciales que enlazaban el océano Ãndico con Europa y los países ribereños mediterráneos. Pero, por estas mismas razones, los hititas no estaban dispuestos a abandonar la partida, y sobrevino una larga etapa de enfrentamientos. En 1275 a.C. se registró un choque decisivo en Cades, junto al río Orontes. Ambos bandos se atribuyeron la victoria, pero lo cierto es que la frontera egipcia retrocedió un gran trecho hacia el sur. Con toda probabilidad, las dos potencias quedaron tan debilitadas que en adelante fueron incapaces de ejercer un control efectivo en la franja fenicio-cananea en disputa. De hecho, en estos años aparecen fechadas varias cartas de los príncipes de las ciudades-estado cananeas solicitando al faraón el envío urgente de arqueros para defenderse de los saqueos de los "habiru".
En este frágil escenario se abatió (hacia el 1200 a.C.) sobre todo aquel espacio una nueva oleada de pueblos, predominantemente egeos, procedentes de Europa, a los que las fuentes egipcias denominan "pueblos del mar". Cayeron como un alud sobre Asia Menor, aniquilaron de un solo golpe el imperio hitita y se precipitaron en un choque brutal contra las fronteras de Egipto. Sólo mediante un esfuerzo supremo consiguieron las fuerzas conjuntas terrestres y marítimas egipcias aguantar la embestida. Algunos de los elementos atacantes, llamados filisteos, refluyeron hacia las costas cananeas y se asentaron en aquel país. De ellos tomó su nombre Palestina.
Desaparecidas las grandes potencias capaces de garantizar la seguridad de las ciudades, había llegado la hora de las tribus de pastores seminómadas. Ahora los grupos hebreos que habían vagado por el desierto durante cuarenta años podían iniciar la conquista de las zonas agrícolas y sedentarias.
La geografía palestina |
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Desde el punto de vista geográfico Palestina es una prolongación de Siria y el Líbano, en forma de cuadrilátero, de unos 23 000 km2 de superficie, que se extiende, por el sur, hasta Egipto y de oeste a este desde la orilla occidental del Mediterráneo hasta las altiplanicies de Transjordania. Su longitud máxima alcanza los 240 km, con una anchura de 50 km por el norte y 80 km por el sur. El país está cruzado por la doble cadena montañosa del Líbano y el Antilíbano. Entre sus características más notables figura la fosa del Jordán, accidente impresionante y único en el mundo, formado por una gran depresión situada por debajo del nivel del mar. Por su fondo discurre el río Jordán, que desemboca en el mar Muerto.
El significado de la posesión de la tierra prometida |
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El significado religioso de la conquista de Palestina desborda ampliamente los límites de su importancia en la historia política. Más allá y por encima de la seguridad existencial que para aquellos clanes nómadas suponía la posesión de una tierra "que mana leche y miel", el asentamiento implicaba el cumplimiento de la promesa de Dios a sus antepasados. Palestina es la tierra prometida. Se daba un nuevo paso hacia adelante -un paso decisivo- en el proceso de consolidación de la alianza que ligaba a Israel con Yahvé. Era la confirmación de que Yahvé era su Dios protector y ellos el pueblo elegido, el pueblo predilecto de Yahvé. De aquí se desprende que esta tierra debe administrarse de acuerdo con los deseos de su genuino propietario, Dios.
Si se hace mal uso de ella, si no se aprovechan los frutos que ofrece para socorrer a los pobres y necesitados, no sólo se sucumbe a la avaricia, sino que se contraría la voluntad de su dueño. El castigo será despojarles de ella. Por este camino, a esta tierra le adviene un carácter sacro y escatológico. Es "tierra santa". Al fin de los tiempos, cuando la alianza alcance su consumación, Dios creará una tierra nueva, en la que reinará la paz y pastarán juntos el lobo y el cordero. Será la paz paradisíaca, la paz escatológica. Es la promesa de una tierra nueva en el futuro, infinitamente superior a la promesa de tierra del pasado.
La conquista de Palestina |
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Cuando los grupos seminómadas hebreos avanzaron desde sus campamentos del desierto hacia la frontera cananea, se adentraron en un espacio de composición étnica compleja. Predominaban, sin duda, los elementos semitas, aunque no faltaban algunos contingentes indoeuropeos. En una visión muy simplificada, parece probable la penetración, desde finales del IV milenio a.C., de pueblos semitas del este, que acabaron repartiéndose el país: los amorreos se asentaron en las regiones montañosas del interior y los cananeos, en las franjas costeras.
La Biblia designa a todo este espacio con el nombre de "tierra" o "país de Canaán". En los textos de Nuzi, del siglo XV a.C., aparece la palabra kinahhu con el significado de "púrpura roja". Es sabido que en las costas fenicias existió desde antiguo un próspero comercio de telas de púrpura, y tal vez a esta actividad deba el país el nombre de "Canaán".
El nombre de Palestina es de origen extrabíblico. Procede de los "filisteos", uno de los componentes del conglomerado de "pueblos del mar" que, tras ser rechazados por Egipto, se instalaron (hacia 1200-900) en las regiones costeras y mantuvieron durísimos enfrentamientos con las tribus hebreas.
En el aspecto político, antes de la conquista israelita el territorio estaba organizado en ciudades-Estado, gobernadas a veces por un solo dinasta y otras por un Consejo de Notables.
Respecto de la ocupación real de la tierra por los hebreos se han propuesto varias hipótesis.
La explicación más probable admite varias penetraciones de diversas tribus, en distintas épocas, desde diferentes direcciones. A grandes rasgos, puede mencionarse una primera invasión, desde el sur, de grupos de las tribus de Simeón y Leví y contingentes calebitas y quenitas, entre otros, integrados todos ellos más adelante en la tribu de Judá. Esta masa se asentó, inicialmente de forma pacífica, en la región montañosa, sin traspasar la línea de fortalezas cananeas. Fue contemporánea de Moisés la llegada de contingentes de Rubén y Gad, que se instalaron en Transjordania. El "grupo de Raquel", formado básicamente por las tribus de José, Benjamín y Manasés, cruzó el Jordán y ocupó la región montañosa del centro del país, a veces mediante acciones bélicas y otras a través de pactos con los cananeos o con grupos hebreos asentados en la zona con anterioridad. Al parecer, los grupos israelitas del norte (Zabulón, Isacar, Aser y Neftalí) no bajaron nunca a Egipto. Su asentamiento pudo ocurrir en fechas muy tempranas, hacia mediados del II milenio a.C. Más difícil resulta seguir el rastro de la tribu de Dan. Su héroe nacional, Sansón, mantuvo estrechos contactos con los filisteos, lo que sugiere una localización en las regiones costeras del sur. Pero, por causas desconocidas, tal vez por la presión de la población de Judá y Benjamín, iniciaron un desplazamiento hacia el norte, conquistaron la ciudad de Lays y se instalaron en el extremo septentrional de Israel, en las proximidades de Tiro. La zona costera permaneció en manos cananeas o filisteas hasta la época de David.
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