EL CLIMA

viernes, 5 de agosto de 2011

HOGAR Y FAMILIA


Foto: gentileza PSA Peugeot-Citroen
Foto: gentileza PSA Peugeot-Citroen
HOGAR Y FAMILIA
"Una vez que empezás es muy difícil que lo dejes", es una frase que repite casi invariablemente cada voluntario que cuenta su experiencia. "El bichito del voluntariado está ahí, tenés que encontrar dónde realizarlo", dice Franco Perrone, voluntario y coordinador del área de Comunicación Social de Un techo para mi país. "Llegar a esto fue un camino largo, ya hacía un tiempo que quería participar, tomé la decisión y no pude dejarlo nunca más", cuenta este estudiante de Comunicación de 23 años. "Las acciones, los contactos con los vecinos... la satisfacción es inmediata y recíproca. Además, cuando conocés la realidad y ves lo mal que vive mucha gente es difícil no tratar de hacer algo para cambiarlo", agrega Franco.

Rita Strauss, coordinadora de voluntarios de Fundación Huésped, que llegó a la asociación en 1995, pero que tiene una larga historia solidaria, heredada y aprendida de sus padres, comenta que siempre fue voluntaria. "Me dedicaba al diseño de indumentaria, y me surgió la necesidad de hacer algo por los demás. El 1° de diciembre (Día de la lucha contra el HIV) leí una nota en el diario contando qué hacía la Fundación y decidí sumarme. Dos años después de empezar como voluntaria me encargaron la coordinación, que es una responsabilidad, pero también una gratificación."

Si se busca la razón por la que las personas necesitan o eligen trabajar por los demás, la gratificación es, justamente, una de las razones. "Las conductas solidarias son verdaderamente complejas, involucran no sólo una gran cantidad de variables que interactúan entre sí, sino también redes globales en nuestro cerebro, donde se interconectan múltiples estructuras cerebrales", explica el doctor Ezequiel Gleichgerrcht, investigador en neurociencias cognitivas de Ineco. "Por un lado, se pone en juego la empatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y preocuparse por él. Así, se crea una motivación para ayudar a quienes están sufriendo, doloridos o en desventaja. También se ponen en juego las redes de recompensa de nuestro cerebro: está demostrado que cuando ayudamos a los demás -por ejemplo, haciendo donaciones o devolviendo dinero perdido- se activa el nucleus accumbes, una estructura fundamental para el placer y la recompensa", concluye Gleichgerrcht.

Los jóvenes profesionales son activos participantes de tareas solidarias. Federico Magnasco es un odontólogo de 34 años que comenzó su historia de voluntariado en la Universidad de Buenos Aires y ahora continúa con un grupo de médicos del Hospital Británico. "Llegué a este grupo por un amigo pediatra, que me contó que no tenían odontólogo. Vamos al Chaco salteño y atendemos a la comunidad aborigen del lugar, que está siempre esperándonos -cuenta-. Uno tiene y puede disfrutar de todo lo que tiene, pero si viajas al interior te das cuenta de todo lo que se necesita. Me siento más completo cuando hago gratuitamente lo que sé hacer, es muy gratificante", dice Federico, que compró con ayuda de familiares y amigos el equipo necesario para las consultas odontológicas que hacen en sus visitas.

Reconocer al prójimo

"La acción solidaria genera en quien la practica un compromiso con lo social más allá del interés material. El que da de sí a otro que no tiene incluye un acto de amor y reconocimiento al prójimo desde una vertiente humana y vital", explica la licenciada Judith Altman, directora de la Fundación Espacio Redes.

Los profesionales y estudiantes avanzados de la Facultad de Medicina de la Fundación Barceló son parte de un programa de prevención de desnutrición infantil en Villa La Cárcova, San Martín. "Todos los que participan son voluntarios. La idea es formar profesionales idóneos en lo ético y lo social, y por eso integramos nuestro saber con el apoyo emocional que necesita esta comunidad", dice el licenciado Axel Barceló, vicerrector de la Fundación Barceló.

También entre los deportistas y famosos la solidaridad toma forma de fundaciones o programas para colaborar en distintos ámbitos. La ex tenista profesional Paola Suárez enseña tenis en el Campo Municipal N° 1 de Vicente López y en el parque Sarmiento. "Estoy súper contenta con el programa Set Iguales. Son clases gratuitas para chicos y chicas de 6 a 14 años que vayan al colegio y no consuman drogas", cuenta. A los más de 260 chicos de escuelas públicas que concurren por semana se les da la raqueta y, a veces, hasta las zapatillas. Para Suárez, lo importante es que "ellos comparten, se respetan, juegan y buscan hacer amistades. En las próximas semanas inauguraremos el proyecto en Avellaneda, donde irán 200 chicos por semana. Y espero que aparezca algún sponsor para apoyar nuevos programas", sueña y pide quien fue top ten en singles y hoy se embarcó en este programa, "que me da felicidad y gratitud".

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