TERTULIA
Una tertulia es una reunión, informal y periódica, de gente interesada en un tema o en una rama concreta del arte, ciencia o filosofia, para debatir e informarse o compartir ideas y opiniones. Por lo general la reunión tiene lugar en un café o cafetería, y suelen participar en ellas personas del ámbito intelectual. Es una costumbre de origen español y se mantuvo arraigada hasta mediados del siglo xx en las colonias independizadas del imperio español. A los asistentes se les llama contertulios o tertulianos.
La tertulia, que algunos quieren hacer derivar del fogoso y polemizador teólogo cristianorromano Tertuliano, tendría sus orígenes en las llamadas academias literarias del Siglo de Oro, como la valenciana Academia de los Nocturnos o la de Sevilla, dirigida por el Duque de Tarifa, que se reunía en la Casa de Pilatos. En Madrid fueron famosas la Academia Selvaje, nacida en 1612, y la Academia Mantuana, ante la que Lope de Vega, frecuente secretario de estas instituciones, leyó su Arte nuevo de hacer comedias. Otros afirman que estas reuniones tuvieron comienzo en las que realizaban los críticos al acabar una pieza teatral en la zona de los corrales de comedias denominada tertulia. En Francia puede llamarse tertulia a la costumbre de los salones del siglo XVIII en los cuales una dama recibía los galanteos de una serie de intelectuales; en Inglaterra, los clubs son una institución parecida, pero de carácter más formal. En España, una velada, sarao o soirée podía perfectamente terminar o completarse con una tertulia entre gente que departía amigablemente sobre todo lo divino y lo humano, y en concreto sobre la actualidad política y cultural. Pero el carácter informal y sin «acta» escrita de la tertulia impide considerar a las academias, de origen italiano, como asociables al fenómeno estrictamente oral de la tertulia española (véase Academias literarias).
Fueron célebres en el siglo XVIII la granadina Academia del Trípode, la Tertulia de la Fonda de San Sebastián o la que mantenía el helenista Pedro Estala en su celda de escolapio. El establecimiento de Sociedades Económicas de Amigos del País a fines del siglo XVIII facilitó la creación de este tipo de asociacionismo, así como la difusión de la prensa, que se solía leer habitualmente en los cafés y casinos. La creación de sociedades patrióticas que vinieron a reemplazar a estas por parte de los liberales a comienzos del XIX tuvo también bastante que ver en ello. Menos formales, también se constituyeron sociedades dieciochescas de libertinos para organizar bailes nocturnos, como la de la Bella Unión.
La costumbre de los salones franceses se imitó en la Cádiz sitiada por las tropas francesas durante la Guerra de Independencia, y en sus numerosas tertulias se reunían los liberales que nada más tenían que hacer, limitándose en no pocas ocasiones a jugar solamente al monte, como cuenta Antonio Alcalá Galiano. En el XIX lo fue la tertulia romántica de El Parnasillo, que se reunía en el Café del Príncipe, la de escritores posrománticos de La Cuerda en Granada y su extensión en Madrid, que era la mantenida por Gregorio Cruzada Villamil, la del Café Suizo de los hermanos Bécquer o la de escritores realistas del Bilis club en Madrid, integrada por Leopoldo Alas "Clarín" y otros escritores asturianos; la construcción de nuevos espacios de socialización como los casinos posibilitó asimismo la creación de tertulias fijas en las provincias; en otras ocasiones las tertulias se celebraban en reboticas o lugares parecidos.
El primer tercio del siglo XX fue muy abundante en tertulias. El centro más importante era el Nuevo Café de Levante; desde los últimos años del siglo XIX hasta la guerra europea, este fue el centro de reunión de tertulias más importante de Madrid, al que no dejaban de acudir tanto consagrados como jóvenes promesas y escritores caídos en el olvido. Todos acudían allí para dar a conocer sus obras y pensamientos. En palabras de Valle-Inclán, «el Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias».
En el madrileño Café de Fornos estaba la tertulia de Vital Aza, pasado Virgen de los Peligros, y allí se reunía una gavilla cosmopolita compuesta por artistas, escritores, actores y actrices, toreros, futbolistas. El primer tercio del siglo XX fue muy abundante en tertulias. En el Café de Gato Negro, en la calle del Príncipe, junto al Teatro de la Comedia, Jacinto Benavente mantenía una tertulia modernista. Tenía techo bajo, escasa iluminación, grandes divanes y, al fondo, un postizo que por las noches se abría y comunicaba el Café con el Teatro. Rafael Cansinos Asséns tuvo una en el Café Colonial de Madrid, cerca a la Puerta del Sol, donde se daba cita un público variadísimo destacando la presencia de pintores, artistas y poetas extranjeros llegados a España con la guerra de 1914; Ramón Gómez de la Serna sostuvo otra, rival suya, en el antiguo Café y botillería de Pombo, en la calle Carretas; esta era tal vez la más importante y seguida de Madrid; en su nacimiento se prohibió hablar de la guerra, sirviendo como refugio de todos aquellos que se hartaron de otros cafés donde sólo se hablaba de eso. Se estableció los sábados por la noche, después de la hora de cenar, y en su viejo sótano se reunían incluso hasta las tres de la madrugada; pero había muchas otras. José Ortega y Gasset tenía la suya en La Granja del Henar; en el Café Marfil, esquina Cedaceros, pasó Jacinto Benavente sus últimos días como tertuliano; en la calle Sevilla estaba el Café la Ballena Alegre, donde se reunirían entre otros José Antonio Primo de Rivera y sus secuaces falangistas; en el Café León se daban tertulias de eruditos y periodistas. Al Café del Prado, en la calle del Prado, amplio, con espejos y veladores de mármol, acudía también Marcelino Menéndez Pelayo.
En el Café Español era frecuentado por los hermanos Manuel y Antonio Machado; los del Café Europeo y Comercial se pasaron al Café Gijón, que tomó fama desde principios de siglo y su influencia creció hasta llegar a tener su punto culminante en la postguerra. En la Cervecería de Correos comenzaban a reunirse los jóvenes poetas de la Generación del 27 y fue donde Lorca tuvo sus reuniones con los poetas y los antiguos compañeros de la Residencia de Estudiantes; en el Café Jorge Juan se reunía Melchor Fernández Almagro con José Francés, que era quien capitaneaba la tertulia; en el Roma era el doctor Gregorio Marañón junto con la Junta del Ateneo que él presidía quienes preparaban proclamas contra la monarquía agonizante; en el Café Lyon se daban varias tertulias, la primera con personajes como José Bergamín, Ignacio Sánchez Mejías y Melchor Fernández Almagro, entre otros; en la segunda se reunía la «tertulia del banco azul», pues estaba formada por hombres del Gobierno de la República; la tercera era la de Pittaluga, Guillermo de Torre, Obregón, Francisco Ayala, entre otros; por último la tertulia que dirigía de vez en cuando Ramón María del Valle-Inclán, con Anselmo Miguel Nieto, Salvador Pascual, Penagos... El 14 de abril de 1931 muchos de los tertulianos se convirtieron en padres de la patria en el Senado o en el Congreso, es el caso de Manuel Azaña o José Calvo Sotelo. Tras la Guerra Civil se fundó la tertulia de Antonio Díaz-Cañabate y José María de Cossío en el café Aquarium de Madrid, pero luego se trasladó al café Kutz y por fin al Lyon d'Or, como cuenta en su Historia de una tertulia (1952) Antonio Díaz-Cañabate. Hacia 1955 se reunió en el Lyon la tertulia de los narradores de la generación de 1955 o del medio siglo, presididos por Antonio Rodríguez Moñino, que había sido expulsado de su cátedra por sus simpatías hacia la República. Allí se reunían Alfonso Sastre, Rafael Sánchez Ferlosio, e Ignacio Aldecoa, entre otros.
En otros lugares de España proliferaron también las tertulias; fue famosa la tertulia del Rinconcillo en Granada, donde estuvo Federico García Lorca. Se encontraba en la Plaza de los Campos, en un café actualmente ocupado por el restaurante Chikito.
Últimamente prolifera el fenómeno de las tertulias radiofónicas que discuten la actualidad política; están formadas en su mayor parte por periodistas y suelen generar corrientes de opinión, por lo cual son muy temidas por los dirigentes políticos, quienes con frecuencia procuran controlarlas o contrarrestarlas con otras creadas por ellos. ,
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