EL CLIMA

jueves, 26 de agosto de 2010

LA NUEVA CARAVANA














Si tus emociones estan equilibradas, es seguro que las cosas alrededor,

estaran equilibradas, y por mas que intenten sacarte de eje, es improbable

que puedan lograrlo, asi que te animamos amado lector, a que en toda

circunstancia, trates de mantener el equilibrio emocional, y de esta forma,

seguiras en eje, y desde ese correcto eje, te proyectaras a un universo de

soluciones, besooos LC.


Hay un principio filosófico que dice “El hacer sigue al ser”, lo que significa que primero está el ser humano como tal y luego lo que puede realizar en su vida. Sin embargo, desde su primera infancia, el niño empieza a ser enseñado sobre lo que debe hacer, y el «hacer» será su objetivo predominante en la vida. Lógicamente, esto no tiene nada de malo, al contrario, cada ser humano necesita aprender alguna actividad que le garantice el realizar su propio proyecto de vida. Pero, nos preguntamos ¿basta una profesión, un oficio, o sencillamente saber hacer algo para ser feliz? Quienes lo logran no han olvidado algo muy importante, cuidar con el mismo empeño a su propio ser. Es decir, consideran que primero son personas, con inteligencia, sentimientos, emociones, anhelos, deseos de superación, etc., que necesitan ser tomados en cuenta para darle un objetivo real a ese quehacer diario. Así logran evitar que se produzca esa sensación de hastío y de cansancio después de un día de trabajo abrumador. ¿Cómo cuidar entonces a este ser humano que tanto lo necesita? Ya que está compuesto de una parte material y otra espiritual, tiene que cuidar tanto su cuerpo como su alma y su espíritu. Sabemos que la salud del cuerpo es muy importante, pero también lo es - y muchísimo más - la del alma, o psiquis, junto con la capacidad trascendente del espíritu humano. En el mundo en que vivimos, por largas épocas se ha sobrevalorado una de las facultades de la psiquis: la inteligencia racional o intelecto, con el consecuente descuido de la parte afectiva y volitiva del hombre. No se ha dado la misma importancia al conocimiento de los sentimientos, emociones y pasiones, y a lo que significa la voluntad en el ejercicio de la acción humana. Son innumerables las estadísticas sobre el C.I. (coeficiente intelectual) de miles de personas para determinar la capacidad de seguir determinado tipo de estudios. No se puede negar su utilidad; pero se hace cada vez más evidente que un alto C. I. no garantiza el éxito en la vida si no se tiene el mismo aprecio por lo que hoy se ha llamado «la inteligencia emocional». El autor, Daniel Goleman, ha tenido un éxito sorprendente con su libro «La Inteligencia Emocional», donde revoluciona el concepto de inteligencia diciendo que en su aspecto emocional garantiza un mayor bienestar en la vida. Nos parece que este best-seller está dando respuesta a ese anhelo tantas veces postergado de miles de personas que quieren ser apreciadas por lo que son y no sólo por lo que puedan producir o por el servicio que puedan prestar. Dentro del aspecto afectivo, las emociones desempeñan un papel extraordinariamente importante y decisivo en el quehacer humano. Con razón se dice que «en esencia, todas las emociones son impulsos para actuar». La raíz misma de la palabra «emoción» es «motere», verbo latino que significa «mover», además del prefijo «e» que significa «alejarse». En todo lo que realizamos, utilizamos tanto los sentimientos como el raciocinio. Pero en muchas ocasiones las emociones avasallan al intelecto aplastando la razón. De ahí la gran importancia que tiene el saber manejar bien la parte emocional para mantener el equilibrio entre el corazón y la cabeza. Todos sabemos que el descontrol de las emociones negativas oscurece el entendimiento, haciéndonos actuar en forma irracional mientras estamos en su poder. ¡Cuántas desgracias se producen por esta causa! Existe una serie de emociones negativas con sus muchas combinaciones y variables. Algunos teóricos proponen familias básicas de emociones. Una de ellas es la enunciada por Daniel Goleman en su obra ya citada, la que por su extensión puede servir de gran ayuda para el conocimiento personal en un momento dado. Las principales emociones básicas y sus variables serían las siguientes: Ira: Furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud, animosidad, fastidio, irritabilidad, hostilidad, violencia y odio. Tristeza: Congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento, desesperación, depresión (que puede ser muy grave en casos patológicos). Temor: Ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, desconfianza, miedo, terror (el que a un nivel patológico puede transformarse en fobia y pánico). Disgusto: Desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión, repulsión, rechazo. Vergüenza: Culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillación, arrepentimiento, mortificación, contrición, Sorpresa: Conmoción, asombro, desconcierto, sobrecogimiento. Placer: Felicidad, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión, disfrute sensual, estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia, éxtasis y (como extremo patológico) manía. Amor: Aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, empatía, devoción, adoración, ágape (amor espiritual). A pesar de la cantidad de variables de las emociones básicas que incluye esta lista, sin embargo, no da respuesta a todas aquellas que experimenta el ser humano. Existen, además, los estados de ánimo que se diferencian de las emociones en que son más permanentes. Una persona puede tener en un momento dado un ataque de ira que luego se le pasa. En cambio, otra puede estar irritable y de mal genio en forma permanente. A pesar de que tenemos una mente intelectual y una mente emocional, ambas se intercomunican en forma constante y son esenciales la una para la otra. Es por eso que cuando se aclaran nuestras ideas confusas, o nuestras dudas, sentimos inmediatamente un alivio emocional y una tranquilidad interior. Muchas veces se piensa que una persona con un alto grado de conocimiento académico no debiera tener desequilibrios emocionales. Lo que sucede es que la inteligencia académica tiene muy poco que ver con la vida emocional. A menudo decimos de alguien con grandes logros académicos: «como profesional, excelente; como persona, ni hablar». Se comprueba cada día más que ser brillante intelectualmente no basta. Sin un cultivo constante de la parte emocional, estamos destinados no sólo a no lograr nuestros objetivos en la vida, sino, además, a fracasar rotundamente en nuestro anhelo de realizarnos. Cada vez con mayor frecuencia las empresas están comprendiendo la importancia de este problema, y proporcionan a sus empleados cursos y seminarios relacionados con el equilibrio emocional, la motivación, la alegría, el aprecio y respeto a las demás personas, la empatía, etc. ¿Quién no ha tenido que soportar la expresión amargada, la falta de interés por los demás, de tantos empleados de servicios básicos que hacen su trabajo automáticamente, como robots? A nadie se le ocurre que nuestro rostro no nos pertenece, salvo en los escasos momentos en que nos miramos al espejo. Muchas veces nuestra imagen nos impacta. Después, ese rostro se lo imponemos a los demás que tienen que aceptarlo. Si queremos mostrar desagrado a alguien no necesitamos abrir la boca, nos basta con nuestra expresión facial. Al contrario, una sonrisa es siempre bienvenida y suaviza cualquier situación tensa. Pero esa sonrisa tiene que ser espontánea, no una mueca estereotipada. En todas las épocas los seres humanos han sufrido desequilibrios emocionales y patologías aberrantes derivadas de ellos. Pero en la actualidad pareciera que estuviéramos llegando a un paroxismo emocional enfermizo. Basta escuchar las noticias para quedar deprimidos por tanta negatividad. ¿Por qué el 80% de las noticias se refieren a violencia, asesinatos, violaciones, drogas, corrupción de toda índole? ¿Acaso no existen personas que a diario hacen el bien, que se esfuerzan por ser mejores, que ayudan a quienes lo necesitan, no sólo en cuanto a la miseria material, sino también en esa miseria psíquica y espiritual en la cual se sumergen ricos y pobres? Es un hecho que personas más estables emocionalmente son capaces de poner orden en su vida afectiva lo que redunda en mejores relaciones interpersonales, mayor productividad en el trabajo, más capacidad de automotivarse y más perseverancia en sus objetivos. Todo esto las lleva a ser personas exitosas. Muchas veces se piensa que este equilibrio emocional es cuestión de temperamento y no de esfuerzo personal, siendo que el trabajo sobre sí mismo es mucho más arduo que el que realizamos externamente para ganarnos la vida. Para lograr este nivel, es primordial el propio conocimiento en especial en lo que se refiere a las emociones, sentimientos y pasiones, en síntesis: nuestra vida afectiva. El hecho de observar las emociones que sentimos en el momento en que se producen dentro de nosotros por un estímulo externo - persona, cosa, hecho, circunstancia - es fundamental para nuestro autoconocimiento. Esta es la base del método de «Observación de Sí» que es uno de los medios más eficaces para lograr el equilibrio emocional, con un muy alto rendimiento en beneficios, tanto para nosotros como para los que nos rodean. Es lo que llamamos «la flecha de dos puntas». Es la capacidad de darnos cuenta simultáneamente del estímulo que nos está provocando una emoción negativa y de la emoción misma, distinguiendo cuál de ellas es la que nos está invadiendo. Este trabajo, realizado en el momento que se produce, nos da la oportunidad de disolver el efecto negativo del estímulo y de mantener la calma interior y exterior, sin necesidad de una represión que acumularía más carga emocional. El esfuerzo consciente de darse cuenta exige el estar alerta psíquicamente, de lo contrario, la incapacidad de reconocer las emociones nos deja a merced de ellas. Este ejercicio se hace difícil al comienzo, pero la constancia en practicarlo da como resultado un equilibrio emocional envidiable. Nada se compara a la paz interior, la tranquilidad y la alegría de no ser esclavos de emociones negativas que destruyen la salud, amargan la existencia y pueden apresurar su término. La consciencia de uno mismo nos da la posibilidad de ordenar nuestra vida afectiva; es fuente de automotivación y de dominio de sí, lo que redunda en creatividad, permitiéndonos lograr nuestros objetivos personales. También nos permite reconocer las emociones de los demás, lo que nos hace desarrollar empatía en nuestras relaciones con ellos, y, a la vez, impide que nos dejemos manejar por emociones negativas ajenas. Esta descripción - nacida de nuestra experiencia en Cursos de Observación de Sí - confirma lo que expresa Daniel Goleman: «A primera vista podría parecer que nuestros sentimientos son evidentes; una reflexión más cuidadosa nos recuerda épocas en las que hemos sido demasiado inconscientes de lo que sentíamos en realidad respecto a algo, o despertábamos tarde a esos sentimientos. Los psicólogos usan el término «metacognición», yo prefiero la expresión «autoconsciencia» (self-awareness) en el sentido de una atención progresiva a los propios estados internos». Según Goleman: «esta autoconsciencia - consciencia de uno mismo - en el sentido de una atención progresiva a los propios estados internos, abarca todo lo que pasa por la consciencia en forma imparcial, como un testigo que tiene interés, pero que no reacciona. Es la diferencia, por ejemplo, que existe entre una furia asesina en relación a alguien y la elaboración de un pensamiento autorreflexivo: “Esto que siento es "Ira”, incluso mientras uno está furioso». La práctica de escuchar los propios sentimientos es recomendada por varios connotados psicólogos. Jung hablaba de escuchar a su ánima, o principio femenino, (que representa la afectividad en el hombre); y también de escuchar los mensajes del inconsciente, según aparecen en los sueños. Carl Rogers recomienda la atención y la aceptación de los propios sentimientos. Según lo cita William Johnston: «Soy más eficaz cuando puedo escucharme con tolerancia y ser yo mismo. Con el transcurso de los años he adquirido una mayor capacidad de autoobservación que me permite saber con más exactitud que antes lo que siento en cada momento. Puedo reconocer que estoy enojado o que experimento rechazo hacia esa persona, que siento calidez y afecto hacia este individuo, o que mi relación con alguien determinado me produce ansiedad y temor. Todas estas actitudes son sentimientos que creo poder identificar en mí mismo». Lo interesante en esta búsqueda del equilibrio emocional es tener siempre presente que la mente intelectual y la emocional están en permanente interacción. El mantener el equilibrio entre la cabeza y el corazón nos facilita alcanzar la paz interior, un don inapreciable en el mundo en que vivimos. Sin este equilibrio, es prácticamente imposible ser eficiente en el trabajo, manifestar capacidad creativa, establecer gratas relaciones humanas, y mantener la tranquilidad en las innumerables situaciones conflictivas que nos toca vivir. La certeza de que podemos hacer mucho en este aspecto - independiente de la edad que tengamos - abre un horizonte de esperanza sobre cómo ser y vivir mejor. Todos deseamos ser felices en un ambiente que nos proporcione paz y seguridad. Podemos hacer mucho si empezamos a trabajar sobre nosotros mismos, tratando de superar toda emotividad negativa. Los primeros que agradecerán nuestro esfuerzo serán nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y todos aquellos que se crucen en nuestro camino.

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