EL CLIMA

jueves, 8 de julio de 2010

MENONITAS

MENONITAS


Los menonitas llegaron a la Argentina en 1987 y viven tal como en el siglo pasado: sin luz eléctrica, sin automóviles; no conocen la televisión ni la radio. Su particular lectura de la Biblia los obliga a una vida de aislamiento y renuncia.

Guatraché, provincia de La Pampa. Un viento suave pero constante atraviesa la misteriosa colonia menonita. El sol acaba de asomar por un horizonte no tan llano como podría esperarse de este sitio. Ya se hace visible la rima de casas austeras y similares entre sí, con tejados a dos aguas y un estilo más propio de los Países Bajos, pero sobre todo extem-poráneas, que se erigen a los lados de las polvorientas calles. Puede observarse, cuando las ciudades todavía no despertaron, el movimiento de los habitantes entrando y saliendo de los establos, atravesando las huertas que ellos tienen por jardines.
Llegaron a estas tierras en el año 1987, procedentes de México y Bolivia (ver Raíces...).

En aquella fecha adquirieron 10.000 hectáreas que a su vez dividieron en diez campos. Cada uno de estos lotes posee una iglesia y una escuela propia. Hoy habitan el territorio cerca de 1.200 personas. En esta cultura, la religión es el principio regidor y fundamental no sólo del or-den social sino también de todas las esferas de la actividad humana, in-cluidas la política y la economía. La lectura ortodoxa de la Biblia los obli-ga a una vida de profundo aislamien-to, austeridad y renuncia.

Cuenta Claudia Everlo, guía de la Municipalidad de Guatraché: “Uno de los requisitos fundamentales para que los menon itas decidan instalarse en una determinada región del mundo, es que el gobierno de esa zona les otorgue una serie de privilegios tales como: la eximición del servicio militar y la no obligatoriedad de voto entre otros”. Juan Fast es el encargado de la colonia, y en un castellano trabado por su acento alemán, opina “los privilegios son una manera de mantener viva nuestra cultura, de no contaminarla con la modernización. Así podemos vivir aislados sin molestar tampoco a nadie”.


Y en verdad podría definirse a este lugar como una isla, una isla impermeable a la inercia del tiempo: con sus escuelas a cargo de la enseñanza excluyente de la historia de esta cultura y de los enunciados bíblicos; sin otra forma de arte ni de literatura que no esté vinculada con el coro de la iglesia y con las Sagradas Escrituras con sus calles de tierra tímidamente transitadas, no por automóviles sino por unos carruajes tirados por caballos, a los que ellos denominan «boogies»; sin ningún tipo de alumbrado que provenga de la energía eléctrica sino de candilejas, velas y faroles de querosene; sin cables ni antenas que recojan y transmitan las señales de televisión o de la radio; sin prensa, sin computadoras, sin impulsos telefónicos, sin más comunicación con el en-torno que la que demanda una transacción obligada en el pueblo.

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