EL CLIMA

domingo, 25 de abril de 2010

RELACIONES








La queja más frecuente respecto a los hombres de parte de las mujeres es la de que estos no escuchan. La queja más frecuente de los hombres respecto a las mujeres es la de que ellas siempre están intentando cambiarlos.
Con frecuencia se escucha en matrimonios con problemas, una expresión muy significativa: "somos muy diferentes". Y no se cae en la cuenta que el problema no está en ser diferentes, sino en comprender esas diferencias. Lo primero no se puede evitar. Lo segundo es una conquista. Una buena comprensión del sexo opuesto ha salvado muchos matrimonios.

Diferentes en los valores
La queja más frecuente respecto a los hombres de parte de las mujeres es la de que estos no escuchan. El hombre generalmente o no le hace caso o escucha sólo unas palabras y a continuación da una solución. Además el hombre termina confundido, porque a ella parece ser que eso no le basta. Y en general sucede que la mujer desea solidaridad y comprensión y el hombre piensa que ella necesita soluciones.
La queja más frecuente de los hombres respecto a las mujeres es la de que ellas siempre están intentando cambiarlos. Cuando una mujer quiere a un hombre, se siente responsable de contribuir a su crecimiento e intenta ayudarle a mejorar su modo de hacer las cosas. Por mucho que se resista a su ayuda, ella persiste y busca cualquier momento para decirle lo que tiene que hacer. Ella cree que le está ayudando y él que le está controlando. Lo que él desea de la mujer es aceptación.
¿Por qué pasa esto?
1. El hombre.
Los hombres dan valor al poder, a la competitividad, a la eficiencia, al logro. Siempre están haciendo cosas para demostrar su valía, para desarrollar su poder y sus capacidades. Eso define su sentimiento del yo. Se realizan a través del éxito y del logro. De ahí incluso sus gustos: el deporte, la caza, la acción... Les tiene generalmente sin cuidado las novelas románticas y los libros de formación personal. Se interesan más por los objetivos y las cosas que por la gente y los sentimientos. A los hombres les preocupa las cosas que pueden ayudarles a manifestar poder mediante los resultados y la consecución de sus objetivos. Y todavía mejor si lo hacen solos. La autonomía es un símbolo de eficiencia, poder y competencia.
Comprender esta característica puede ayudar a las mujeres a entender por qué los hombres muestran tanta resistencia a que se les corrija o se les diga lo que tienen que hacer. Ofrecer a un hombre un consejo que no ha pedido, equivale a suponer que no sabe lo que debe hacer o que no es capaz de hacerlo solo. Los son muy sensibles a esta cuestión. También a esta luz debe entender la mujer por qué el hombre habla poco de sus problemas y se los guarda para sí. Pedir ayuda sería una señal de debilidad. Sin embargo, cuando necesita ayuda, pedirla es una señal de sabiduría. Y en ese caso buscaría a alguien que le merezca consideración.
Finalmente, todo lo anterior es una de las razones por las que los hombres ofrecen de manera instintiva soluciones cuando las mujeres les hablan de sus problemas. El hombre en estas situaciones se pone el título de “arreglalotodo” e intenta dar consejos para demostrar su cariño. Quiere ser útil; cree que con sus consejos va a ser más valorado. No se da cuenta de que puede ayudar a una mujer con solo escucharla.
2. La mujer
Las mujeres no tienen los mismos valores. Dan importancia al amor, a la comunicación, a la belleza, a las relaciones. Dedican más tiempo a apoyarse, a ayudarse, a cultivarse. Sus sentimientos y la calidad de sus relaciones definen su sentido del yo. En esto encuentran su realización. Y, en consecuencia, todo en ellas refleja estos valores. Más que construir autopistas, les interesa convivir en armonía, en comunidad y en amorosa cooperación. Es un modo opuesto al del hombre.
Les encanta una ropa diferente cada día, según se sientan. Es para ellas muy importante la relación personal, especialmente en relación con sus sentimientos. Pueden incluso cambiarse se ropa varias veces al día según sean sus estados de ánimo.
Importancia primordial tiene para la mujer la comunicación. Manifestar los propios sentimientos es mucho más importante que alcanzar metas o éxitos. Hablar y relacionarse entre ellas es fuente de enorme satisfacción. Al hombre le resulta difícil entender esto. Las mujeres están orientadas hacia las relaciones y no los objetivos. Les importa más expresar su bondad, su amor y su afecto. Así por ejemplo dos hombres se encuentran para almorzar porque ven en el hecho de ir al restaurante una forma práctica de conseguir alimentación y tratar un asunto. Para dos mujeres es una forma de cultivar una relación, en donde se van a dar apoyo mutuo. Tienden las mujeres incluso a ser muy francas e íntimas.
La mujer además es muy intuitiva, en el sentido de una capacidad de prever las necesidades ajenas. Entre mujeres ofrecer ayuda no es ni una ofensa ni necesitar ayuda una señal de debilidad. Lo mismo en el hombre sí puede serlo. Para ella el que alguien le ofrezca ayuda es un galardón: hace que se sienta amada y halagada.
3. Soluciones para estas situaciones
a. Para la mujer: deja de dar consejos. Un ejemplo: se hace un viaje y después de perderse, se dan cuenta que llevan dando vueltas al mismo sitio. Ella sugiere pedir ayuda. Él se enfada. ¿Qué ha pasado? El mensaje real ha sido el siguiente: ella dice: yo te quiero, me preocupo por ti y te ofrezco mi ayuda. Él entiende: no confío en que llegues a donde vamos; eres un incompetente. ¿Qué hacer? Tratar de manifestar que se comprende lo que él está haciendo por ella, aunque sea con el silencio. Cuando una mujer ofrece un consejo que no se le ha pedido e intenta ayudar a un hombre, no se da cuenta de lo crítico o poco afectuoso que puede parecerle a él su gesto. Más aún, es muy posible que el hombre se sienta más susceptible con las cosas pequeñas que con las grandes.
b. Para el hombre: aprende a escuchar. Los hombres deben recordar que las mujeres hablan de sus problemas para intimar y no precisamente para conseguir soluciones. A menudo la mujer sólo quiere manifestar sus sentimientos acerca de cómo le ha ido un día y el esposo creyendo ayudar la interrumpe y le ofrece una retahíla de soluciones. Y no entiende en consecuencia por qué esto le sienta mal a ella. Un ejemplo: no me queda libre ni un minuto (dice ella). Deberías dejar ese trabajo (dice él). El trabajo me gusta, lo que pasa es que... (dice ella). Tú haz sólo lo que puedas (dice él). Ya lo hago. Es increíble, pero hoy no he llamado por teléfono a mi mamá (dice ella). No te preocupes. Lo entenderá (dice él). Pero no te das cuenta que está muy sola (dice ella). Te preocupas demasiado, y por eso vives infeliz (dice él). Entonces se enfada y grita: es que no me escuchas. Un modo de relacionarse con la mujer es escucharla con solidaridad y comprensión.
Síntesis: los dos errores que más se cometen:
Cuando la mujer está disgustada, el hombre trata de cambiar sus sentimientos convirtiéndose en el señor “todo arreglado” y ofreciendo para sus problemas soluciones que descalifican sus sentimientos.
Cuando un hombre comete errores, la mujer intenta cambiar su conducta convirtiéndose en el comité para la mejora del hogar y ofreciendo consejos no solicitados.
4. En defensa de ambos
Al afirmar lo anterior no se dice que no haya cosas buenas en ambos en su forma de intervenir. El error realmente no es de fondo, sino de forma. La mujer aprecia la presencia del “arreglalotodo”, siempre que no aparezca cuando esté disgustada. El hombre aprecia la presencia del “comité para el arreglo del hogar siempre y cuando él lo haya pedido”. La comprensión de estas diferencias hace que sea fácil respetar la sensibilidad del otro y prestarle apoyo.
Cuando una mujer se resiste a las soluciones que le ofrece el hombre, éste siente que se está poniendo en cuestión su competencia. Por ello su disposición a escuchar también sufrirá menoscabo. Breves ejemplos de cómo el hombre puede por error invalidar sentimientos o bien ofrecer soluciones no deseadas: “No deberías preocuparte tanto”. “Pero eso no es lo que yo te he dicho”, “Muy bien, lo siento. ¿Por qué no lo olvidamos?”, “pero sí hablamos de ello”, “no deberías tomártelo así”, “muy bien, yo limpio el...”, “si vas a quejarte luego, no lo hagas”, “de ahora en adelante yo me encargo”, “te importaría ir al grano”.
Cuando el hombre se resiste a las sugerencias de la mujer, ella cree que él es un orgulloso y que no la apoya. Algunos ejemplos de cómo la mujer puede molestar al hombre dando consejos o críticas aparentemente inofensivas: “¿Cómo se te ocurre comprar eso?”, “los platos están todavía mojados”, “llevas el pelo muy largo”, “hay sitio para aparcar ahí, no lo has visto?”, “no lo pongas ahí, se va a perder”, “deberías llamar al fontanero, porque...”, “deberías pasar más tiempo con los niños”, “¿Cómo puedes pensar en ese despacho tan desordenado”, “Conduces demasiado deprisa”, “deberías haber llamado, pues no sé dónde estabas”, “las patatas fritas tienen mucho aceite, no son buenas para tu corazon, ese pantalon no va con esa camisa.

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