EL CLIMA

viernes, 20 de noviembre de 2015

PARRAVICINI Tomarlo o dejarlo.


http://creativecommons.org/licenses/by/3.0/


Benjamín Solari Parravicini (Buenos Aires, 8 de agosto de 1898 - Buenos Aires, 13 de diciembre de 1974) fue un pintor y escultor argentino. Es muy conocido por una serie de dibujos proféticos que realizó en el transcurso de su vida.

Desde su infancia hablaba de hadas, duendes y ángeles. Su padre ―que era psiquiatra― lo sometió a varios tests que demostraron que no padecía ninguna enfermedad.

Durante toda su vida se dedicó a la pintura con bastante éxito: llegó a exponer en el salón de la Asociación Amigos del Arte (en la calle Florida) y recibió felicitaciones del entonces presidente Marcelo T. de Alvear (1868-1942), que acudió a la muestra. Más tarde obtuvo un premio en una exposición internacional organizada en la Rural (en la ciudad de Buenos Aires) y enseguida expuso en Lieja (Bélgica), donde consiguió una medalla de oro y logró que el rey Alberto I (1875-1934) comprara una de sus obras.




Fue profesor en el Liceo de España (en Buenos Aires), encargado del Departamento de Artes en el Banco Municipal de Buenos Aires, director de Arte y Ayuda Social del Banco Municipal de Préstamos, jefe de la galería de exhibición de la municipalidad de Buenos Aires. y secretario de la Asociación para el Desarrollo de las Artes (en 1948).

En 1932, mientras dibujaba y pintaba en su estudio, comenzó a pensar ideas espontáneas, frases y dibujos que para él no tenían sentido y que escribió en papel. Siendo católico destruyó muchos de estos dibujos porque no creía en ellos. Solari declaró en varias oportunidades que al realizar estos dibujos, oía una voz y sentía que su mano era guiada:

El ufólogo Fabio Zerpa cuenta en su libro Benjamín Solari Parravicini: el Nostradamus de América que el artista afirmaba que una nave extraterrestre lo había raptado mientras se encontraba sentado en un banco en la acera de la avenida Nueve de Julio (en pleno centro de Buenos Aires), cuando se le acercaron dos seres de ojos blanquecinos. Una enorme luz los envolvió hasta transportarlos a una sala circular, con paneles luminosos y un tubo central en el cual se movían los individuos. Uno de ellos se acercó y le habló telepáticamente en grupos de tres palabras en castellano: «Debes predicar amor. Universo es armonía. Los estamos observando. Su conducta es agresiva. Tenemos muchos elegidos. Volveremos a encontrarnos». Solari apareció en el mismo banco más de tres horas después.

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