EL CLIMA

viernes, 24 de octubre de 2014

ALIMENTACION SOSTENIBLE




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La población humana es tan enorme en estos momentos (casi siete mil millones de habitantes), que cualquiera de nuestras actividades a nivel individual, por pequeña que sea, puede tener un efecto considerable sobre nuestro planeta.

Sabemos que los alimentos que producimos y consumimos tienen mucho que ver con el agotamiento de los recursos naturales, tal y como ocurre con los bancos de pescado o con la carencia de agua potable. Todo ello conlleva graves desequilibrios ecológicos; pero, además, hay que añadir una interminable lista de elementos desestabilizadores: pesticidas, exceso de fertilizantes químicos y un largo etcétera.




Sin embargo, si hablamos de cambio climático, es casi seguro que no hemos caído en la cuenta de poner en la lista de los agentes causantes a nuestra comida.

Lo habitual es poner en el punto de mira de los cambios que se están produciendo en nuestra atmósfera a vehículos e industria, pero no lo es pensar en lo que comemos. Es cierto que el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero implicados en el calentamiento global son arrojados a la atmósfera masivamente por los automóviles y la actividad industrial. Aun así, según la FAO (Food and Agriculture Organization; en español, Organización para la Agricultura y la Alimentación), agencia dependiente de la ONU (Organización de la Naciones Unidas), entre un 14% y un 22% del total de emisiones de CO2 o gases equivalentes, tienen como origen nuestra comida, sobre todo la carne. El impacto de este volumen de las emisiones debidas a la producción y consumo de carne no es en absoluto anecdótico y, consecuentemente, no podemos desdeñarlo.


Poner alimentos en nuestra mesa tiene un coste inevitable para el medio ambiente. A los productos químicos que envenenan el suelo, el agua y el aire, debemos añadir un coste para el medio ambiente debido a la refrigeración, el transporte de los alimentos o la preparación de los terrenos para producirlos. El impacto que ejerce sobre los ecosistemas un terreno de producción agrícola es grande, pero cuando lo que se produce es ganado, ese impacto se multiplica.

El dióxido de carbono no es el único gas de efecto invernadero. El metano también lo es. Cada una de las moléculas de este hidrocarburo gaseoso multiplica por 23 la capacidad de calentamiento ejercida por el gas carbónico. El ganado vacuno y ovino, durante el proceso de digestión, produce cantidades enormes de metano y de óxido nitroso. Este último gas es 296 veces más potente en su efecto invernadero que el CO2.

Los cultivos de vegetales también producen gases que conducen al calentamiento global, pero el impacto respecto del ocasionado por la producción de carne es muy inferior. Según los cálculos más recientes, la carne puede ser la responsable de las emisiones de entre un 14% y un 22% del total de equivalentes CO2 (eqCO2) emitidos a la atmósfera por el ser humano, como ya ha sido señalado.

Un informe de 2008 de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos indica que producir:

Un kilo de patatas, puestas en la cesta de la compra de un ciudadano norteamericano, supone 240 gramos de eqCO2. 
Un kilo de carne de cerdo implica emitir casi tres kilos y medio de equivalentes de dióxido de carbono. 
Un kilo de carne de vacuno significa lanzar a la atmósfera 13 kilos de dicho gas. 
La cantidad de metano emitido durante la digestión por el ganado vacuno es la responsable, en buena medida, del gran impacto que tiene la producción de su carne sobre el cambio climático. A esto se añade el gas carbónico emitido por el transporte de esa carne, la refrigeración, etcétera. Además, la deforestación que se lleva a cabo para producir pasto para ganado supone otro elemento destacado en la suma de elementos destructivos asociados a la producción cárnica.


¿Dónde está la solución?

El director del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas para el Cambio Climático y premio Nobel de la Paz, doctor Rajendra Pachauri, nos invita a reducir el consumo de carne. Él mismo es vegetariano. Anthony McMichael, experto australiano en cambio climático, propone reducir a una cuarta parte el consumo de carne por persona para hacer sostenible el impacto medioambiental. Por lo que sabemos en este momento, el consumo de carnes rojas debería reducirse en más de un 50% para alcanzar dicho objetivo. Según un estudio realizado por los doctores G. Eshel y P. A. Martin, un ciudadano medio de Estados Unidos causa la emisión de 2,52 toneladas de eqCO2 al año, cuando el consumo de productos de origen animal está en el 47% respecto del total. Si cambiamos la dieta carnívora por la ovolacto-vegetariana, consumiendo un 25% de carne y sus derivados, podemos ahorrarle una tonelada de eqCO2 a la atmósfera, pasando así de producir 2,52 a 1,5 toneladas por año. Pero si nos pasamos a una dieta vegetariana, sin productos animales, dejaremos de emitir dos toneladas, emitiendo sólo 0,5 toneladas de eqCO2 anuales.

Resulta evidente que tanto el tipo de carne o pescado que se consuma como su cantidad, conllevan una variación en la producción de este gas.
Cuando elegimos un automóvil, conviene hacerlo pensando en lo que necesitamos y en el daño que causamos al medio ambiente. Del mismo modo, debiéramos evaluar nuestra dieta y evitar la ingesta de carne para conseguir una sostenibilidad en el consumo.


Conclusión

En muchos lugares del planeta no existen este tipo de problemas porque en ellos no hay dinero para comprar un automóvil, ni la carne es un alimento accesible debido a su precio. Dichos lugares influyen poco en el trastorno climático que sufrimos y que amenaza con trastocar la vida sobre la Tierra hasta diezmar al ser humano. Sin embargo, padecen los excesos de aquellos que sí podemos permitirnos el despilfarro ecológico. Además, lo sufren con total indefensión.
Se puede prescindir de la carne en la dieta. Nuestro planeta lo agradecerá, los que menos tienen lo agradecerán y nuestra salud lo agradecerá también.
Parecemos convencidos de que es poco lo que podemos hacer por detener el cambio climático global, que ya se manifiesta en sus primeras etapas, pero está claro que nuestro despilfarro individual, el de nuestro automóvil y el de nuestra dieta, entre otros, se encuentra en nuestra mano. No podemos mirar hacia otro lado, por la naturaleza y por el sufrimiento de cientos de millones de seres humanos, ¡Actúa!

Celedonio García-Pozuelo Ramos.(Presidente de Naturalia-Ailarután) 

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