Kikirikiiiiiiiiiii… kikirikiiiiiiiiiiii…, canta el gallo al amanecer.
En realidad canta a cualquier hora del día, y repetidas veces. Lo que ocurre es que se oye con más fuerza y claridad en el silencio del amanecer.
Los gallos son aves territoriales que muestran su poderío mediante el pavoneo, la coloración e hinchazón de su cresta y los desafiantes cantos. Así, nada más despertarse con los primeros rayos del Sol, siente la necesidad de demostrar su condición de macho dominante a todo el gallinero.
Si no hay respuesta a su canto, todo continuará con normalidad, pero si otro gallo del mismo gallinero contesta al desafío demostrando su aspiración al puesto de gallo dominante, sobreviene la pelea, primero en un duelo de cantos y después físicamente.
Por ello no es frecuente encontrar varios gallos en un mismo gallinero, pues rivalizarían y se pelearían entre ellos. A no ser que haya suficientes gallinas para repartir y los animales se sientan satisfechos con su dominios.
Nota sabionda: En la iconografía cristiana el gallo cantando representa la resurrección de Cristo y es uno de los elementos que acompañan a las representaciones de San Pedro. El papa Nicolás I ordeno la colocación de la figura de un gallo en la parte más alta de los templos para simbolizar las tres negaciones que San Pedro hizo de Jesús tras la última Cena. Como en la parte más alta de los campanarios ya existían las veletas para señalar la dirección del viento, hubo que situar al gallo en la parte superior de éstas.
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