DE GROSERIAS Y OTRAS YERBAS
Muchas personas en el mundo confunden hoy desinhibiciones y modernismos con lo soez del vocabulario, empobrecen la utilización del idioma. Aún dentro del lenguaje académico se ha invalidado el uso de ciertas palabras que hemos considerado como vulgares, y así por ejemplo Arturo Uslar Pietro diría, que pendejo no es una mala palabra; mientras que el Dibujante Zapata hizo lo propio con vaina; explicando la razón que no las convierte en groserías?
Adultos, jóvenes y hasta niños abusan de las malas palabras, acuñadas por un falso sentimiento de liberación femenina y de macho enérgico.
No todos, sin embargo, aceptan ni admiten la moda. Hay estudiantes que la rechazan ycamioneros que la critican. Ser grosero entre nosotros, significa hablar con un lenguaje soez, decir malas palabras.
Por la vía del desenfado, de la liberalización de las costumbres y por muchas otras justificaciones que entran en un campo muy especializado, el hablar mal, con abundantes obscenidades, se ha convertido en práctica de uso corriente para adultos, niños y muchachos.
Cuando a una muchacha se le escapan unas cuantas "palabrotas" en la conversación familiar o mientras discutía furiosamente, era muy común escuchar que tenía lenguaje de "camionero".
Ahora, el hablar con palabras fuertes no es privativo de los camioneros. Muchachos y muchachas de cualquier sector social no hablan de otra manera. En las universidades y otros centros de cultura, alumnos y profesores comparten un casi idéntico vocabulario, donde no faltan las expresiones del más grueso "caló" del hampa de todos lados.
En estos días un alto ejecutivo se quedó atónito relatando una experiencia sobre una niña con uniforme de escuela que lo insultó con palabras tanto o más escandalosas que las podía usar cualquier muchacho. Después, yendo por una avenida de esta ciudad, una dama lo vejó con insultos y las groserías más increíbles a él y a su pequeño, pero eficiente automóvil (Todos los ejecutivos no tienen carros de miles de millones).
Es una experiencia que a todos nos toca vivir todos los días, en cualquier lugar.
Ya las palabras groseras no quedaron para el desahogo "en la casa", o entre conocidos. Hablar mal es una forma de alardear de aquellos que suponen son desenvueltos y de haber roto con todas las inhibiciones.
Dignas señoras, señoras aparentemente comedidas, lucen como energúmenas frente a un volante, insultando y recordándoles la madre a cuantos se le atraviesan. Las que no sueltan palabrotas, hacen gestos con sus manos, que son aún peores.
Los hombres y las mujeres vociferan lo que saben delante de los niños. Estos no sólo aprenden rápidamente, sino que las repiten en el momento más inesperado. ?En cierta oportunidad estando al volante, un señor que se encontraba un automóvil adelante del mío, asomó su cabeza y comenzó a vociferar groserías para que los demás conductores avanzaran, mi hijo pequeño en ese momento se quedó viendo al señor sin decir palabra; al poco tiempo en un tranca descomunal, el niño asomó su cabeza y comenzó a decir las mismas groserías que empleó el señor en aquel entonces. Di gracias a Dios de que aún no sabía hablar bien y las groserías pasaron desapercibidas ante las otras personas.
Mientras tanto existen otros padres que celebran y vitorean el aprendizaje soez de sus niños, cultivando así una costumbre que no es del agrado de muchos.
Para los educadores y psicopedagogos, hay una etapa que va de los 5 a los 9 años en lo que los niños aún sin saber su sentido disfrutan diciendo malas palabras. Lo cierto es que esa ?etapa?, con los tiempos modernos, se ha convertido en una manera permanente de hablar que dura toda la vida. Lo que no es cierto es que el decir malas palabras sea un asunto muy celebrado, en el fondo de mucha gente hay un censor que rechaza esas manifestaciones.
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