La fascinación de Janio Nuñez con el tabaco comenzó de chico, observando cómo sus abuelos armaban cigarros en la fábrica. Empezó copiándolos y terminó enrollando tabaco como un verdadero artesano. Trabajaba en la fábrica, donde ascendió paulatinamente y fue enviado a Varadero, Cuba.
Todo transcurría normalmente cuando ocurrió algo extraño. Janio comenzó a ver a sus colegas de trabajo como si estuvieran hechos con hojas de tabaco. Se asustaba y cerraba los ojos para sacarse de encima esa imagen tan real. Luego se daba vuelta y veía a otro compañero sentado todo hecho de tabaco (ropa, cara, piel, etc.). Esto le pasó esporádicamente durante cuatro meses y sus amigos lo llevaron al médico debido a su "problema". La cosa no funcionó y Janio decidió hacer algo para solucionar la situación.
Y así, comenzó a modelar cuerpos con hojas de tabaco. Una noche creó su primera obra y se sintió aliviado. De ahí en adelante no paró y empezó a fabricar una serie de esculturas de personas famosas. Janio trabajaba en un hotel y le mostró sus esculturas al dueño, que quedó hipnotizado por ellas e hizo que Janio las exponga en la primera edición del Festival del Habano.
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