EL CLIMA

sábado, 10 de diciembre de 2011

REALMENTE IMPARABLE



EMOL

LISBOA.-

Al cumplir 103 años de edad, el director de cine Manoel de Oliveira sigue sin pensar en la jubilación. El incombustible portugués justo acaba de rodar en París su último largometraje, en el que participaron, entre otros, Michael Lonsdale, Jeanne Moreau y Claudia Cardinale, y festejará el aniversario en su casa de Oporto, en el norte de Portugal, en el seno de su familia.
Con el humor de siempre, Oliveira afirmó estos días, cuando se le preguntó qué regalo desea para su cumpleaños: "Sólo deseo eso, el cumpleaños: llegar y poder festejarlo". Un poco más serio, agrega: "Tengo aún muchísimos proyectos, y espero tener tiempo para realizarlos". Por estos días esta dedicado de lleno a la elaboración final de la cinta "Gebo e a Sombra" ("Gebo y la Sombra") que espera poder estrenar el festival de cine de Cannes en mayo próximo. Este "poeta visual", que no solo dirige, sino que también es guionista y productor, e incluso aparece en algunas de sus películas en pequeños papeles, sostiene: "Mi energía me viene de los astros". Oliveira es considerado uno de los cineastas más influyentes de Europa. Goza de la admiración de auténticos grandes del ramo, como el alemán Wim Wenders, en cuya película "Lisbon Story" (1994) participó como actor invitado, o Clint Eastwood, quien afirma sin rodeos: "Oliveira es mi ejemplo". Los temas principales de sus películas son el amor no correspondido, la tentación carnal, la ambición por el poder y el reto a la muerte, acompañados por fina ironía y un humor a veces negro. A pesar de que la crítica no se cansa de elogiar su obra, colocándo al maestro luso a la altura de directores como Jean-Luc Godard, Luis Buñuel o Federico Fellini, Oliveira es casi un desconocido para las grandes masas, incluso en su propio país. Esto, sin embargo, le tiene sin cuidado, ya que no le agrada el cine comercial: "Simplemente intento fijarme en la complejidad de las cosas, aún cuando ello no me reporte beneficios", señala. Oliveira fue un auténtico autodidacta: cuando agarró su primera cámara, en la década de 1920, en su ciudad no había más que un estudio de cine mudo, ya abandonado. La carrera artística de Oliveira comenzó en 1930 con una película muda sobre el río Duero. A esta ópera prima, "Duero, faena fluvial", le siguieron varios documentales, y en 1942 llegaba a los cines su primer largometraje, "Aniki-Bobo", una historia de amor ambientada en el mundo de los niños. El film causó mucha polémica en Portugal, ya que los sectores conservadores lo consideraron amoral.

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