Muchas mujeres preguntan dónde han quedado los principios de igualdad entre hombres y mujeres…
En sus casas, familias y trabajos las mujeres siguen enfrentando discriminación por el hecho de ser mujer. Se espera de nosotras que seamos obedientes y serviciales, se nos entrena para ser sumisas y aceptar las faltas del hombre… ¡Aún queda mucho por avanzar!
Pese a los avances en igualdad de género, seguimos viviendo entre prejuicios que mantienen a la mujer sometida a diferentes situaciones. Quien asegure que no existe la discriminación de sexo debería de hablar con cualquier mujer con madurez y consciencia de la realidad de su entorno, que ella le podrá dar un testimonio veraz de lo contrario.
Uno de los peores y más arraigados males que aún hoy en día se sufre en la sociedad es la discriminación sexual. Muchas veces la mujer se ve así misma atada de por vida, incapaz de escapar de las costumbres y de la educación que vivió en su hogar. Para muchas mujeres es “normal” aquello que no puede evitar y termina por limitar sus impulsos de libertad, pensando que es la única manera de ser aceptadas en un grupo social.
Se sienten obligadas a ser obedientes y serviciales con los hombres de su entorno, porque es lo que la sociedad espera de ellas. La mujer ha sido “entrenada” para la sumisión, aceptación y muchas veces faltas de respeto del sexo opuesto.
Muchas mujeres enfrentan una lucha contra el sexo opuesto para conseguir espacios y mantenerlos como propios, debe muchas veces trabajar arduamente para demostrarse a si misma y a otros que el éxito alcanzado le pertenece. Sin embargo, sufre de acoso y hasta de violencia, muchas veces en su propio hogar, a manos de su pareja, porque al hombre le cuesta aceptar que la mujer pueda conseguir una posición importante, incluso de poder.
En el pasado muchas mujeres se dieron por vencidas, enfrentando la disyuntiva por el cuidado de la familia, o simplemente se vieron obligadas a abandonar la lucha personal de superación, por las presiones del esposo o familiares, porque aun en estos tiempos tan modernos muchas personas preservan estereotipos sexistas, en muchos hogares el hombre decide si la mujer trabaja o se queda en la casa cuidando de la familia, de los hijos, del esposo, de personas mayores cuando las hay, les “asignan” los cuidados de la casa, como una marca de identidad femenina.
Son estas acciones machistas, las que muchas veces limitan el progreso financiero y educativo de sus hogares, marginan a la mujer de manera egoísta y hasta perversa a suprimir sueños, proyectos y anhelos, el hombre se ofende y hasta se enferma de egoísmo ante el solo pensamiento de que la mujer se ponga a su nivel o a uno más alto, profesionalmente hablando.
Lamentablemente ladiscriminación de género no es algo pasajero, no es algo que se “cure”, muchos hombres, consciente o inconscientemente ejercen la discriminación en las mujeres de sus propias familias; ¿y qué decir de los lugares de trabajo? ¿Cuántas mujeres habrán sufrido del acoso y la violencia de hombres que se sienten desplazados? O que simplemente ven en la mujer el peligro de que asuman una posición tan y/o más importante que la de un hombre.
Lamentablemente la discriminación de sexo, es una barrera que en lugar de desaparecer, se refuerza cada día más, especialmente viniendo de hombres que piensan que el sexo femenino es el sector más débil de la sociedad, hoy en día muchas mujeres compiten y ocupan puestos altos en la fuerza laboral, las universidades están llenas de hombres tanto como de mujeres que aspiran incrementar sus conocimientos con la esperanza de un día colocarse en lugares aceptables que les ofrezca una vida más tranquila, económicamente hablando, esto no significa un avance en la aceptación de la mujer compitiendo en los puestos más elevados, no cuando miles, millones de mujeres, por las razones que sean, se ven limitadas a los caprichos del hombre, no cuando millones de mujeres aun vivan bajo el yugo de la discriminación y no tienen ni siquiera la libertad de decidir por sí mismas.
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