Las parejas vibran y se mueven al son de las palabras dichas en el momento del juego sexual. Animarse a hablar en la cama es hacer uso de un recurso valioso que bien merece ser tenido en cuenta, siempre y cuando, exista acuerdo entre las partes.
Posee un doble efecto en nuestra boca. Estimula los sentidos y representa un acto de congruencia con los deseos: siento y digo.
El grito femenino
Es frecuente que quien tome la iniciativa sea la mujer. Ellas, quienes durante largo tiempo hicieron silencio, comenzaron a decir, a expresar las sensaciones y sentimientos, primero con vergüenza, luego con libertad y audacia.
Los primeros sonidos provenían del corazón: amor, afecto, pasión y una mezcla de emociones en consonancia con el placer. Después vinieron aquellas palabras que los hombres sólo permitían a las mujeres que consideraban de “mala reputación".
Con el paso del tiempo y los avances en materia de género, las mujeres consiguieron que las palabras las representaran es su dignidad y en todo tipo de expresión de su mundo propio, incluyendo el sexual. Por otro lado, los hombres tuvieron que adaptarse a los cambios y aceptar que las mujeres podían demandar ternura y pasión desenfrenada.
Hablar sin cansar
En el sexo es el cuerpo el que habla y tiene el protagonismo supremo. Todo lo que se diga debe acompañar en forma equilibrada el accionar erótico. Así, las palabras pueden decir emociones, fantasías, guiar al compañero, pedir o preguntar. El secreto está en cómo se dice y cuánto se dice.
Muchas veces el tono imperativo o la frase reiterada pueden sonar molestos y romper el clima del encuentro. En otros casos, la no respuesta o el quedarse mudo puede indicar desinterés o frialdad.
Perfiles de hablantes
Los hombres histéricos hablan mucho y hacen poco, los narcisistas pareciera que se autoestimulan con sus halagos y los miedosos, antes de decir, preguntan.
Las mujeres se juegan y hablan. Las histéricas usan frases fuertes para impactar y complacer, basándose en la idea de que “todo hombre necesita una mujer a sus pies”. En cambio las sumisas, más pasivas en la cama, se dejan dominar por las frases y acciones de los hombres.
En síntesis, los perfiles de personalidad también se muestran en la cama. Hay personas que no saben jugar con las fantasías y las confunden con datos reales. Y no es raro que pregunten: ¿y con quién hiciste eso?
Acabar para continuar
Después del orgasmo comienza otra etapa: los cuerpos se relajan y las palabras vuelven al marco de lo cotidiano. Sin embargo, prolongar el acto con abrazos, ternura, comentando cómo se sintieron y cómo se sienten ahora, suele ser muy reconfortante y hasta el preámbulo para un nuevo encuentro sexual.
Hay parejas que se quejan - y con razón- de que lo poco que se habla después del orgasmo, como si todo terminara con el gemido del clímax y chau, andate o a dormir.
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