REFLEXION TODA MUJER ES BELLA
Todas queremos ser felices y en nuestro intento de serlo intentamos ser como los demás, procuramos parecerles “correctas” y provocarles admiración. Pero en realidad, cuanto más intentamos ser felices agradando a los demás, menos felices somos.
La felicidad está en ser nosotras mismas, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras alegrías y tristezas, con nuestros triunfos y nuestras derrotas…
Hay muchas preguntas en la vida y no siempre hay que tener una respuesta. Sin embargo, muchas de nosotras tenemos delirio de abogadas, hecho que nos hace argumentar e intentar justificar todo.
La naturaleza humana no es sólo racional sino también emocional, por ello muchas veces sentimos esos inexplicables arranques que se apoderan de nuestra voluntad y de nuestro espíritu.

El alma no tiene leyes, decretos o tutelas. El alma es quizá el último rincón de libertad que nos queda en nuestras vidas, empero, le desterramos a una fría y oscura celda de castigo en donde no puede ver la luz sino hasta que se escapa por las rendijitas y se transforma en impulso. No es que debamos ser impulsivas y tomar decisiones a “la carrera”: de antemano sabemos que debemos reflexionar y apuntalar nuestros esfuerzos hacia los árboles del éxito. Lo que debemos hacer es escuchar esos silbidos que nos llegan hasta el corazón suave pero suntuosamente: ¿Quién no recuerda cuando el corazón ha contradicho al pensamiento y hemos transformado nuestro camino de forma positiva en base a ello?
A veces pensamos que lo que queremos para nuestras vidas es lo que nos dice la gente que debiéramos tener, entonces nos transformamos en mujeres “ideales”. Pero llega un día en el que rompemos con ese esquema y empezamos a pensar por nosotras mismas y descubrimos que no queremos una vida “maravillosa”, sin problemas, sin metas, sin retos. Lo que queremos es vivir sin limitaciones: queremos caernos
y sonreír al ver nuestras raspaduras, queremos dejar de ser “maduras” para comprender que la belleza se encuentra en la inocencia, queremos bajar los cobertores para que nos moje la lluvia, queremos dejar de ser día para convertirnos en noche, queremos dejar de explicar para comenzar a sentir.

La formula más exacta para llenarnos de infelicidad y frustración es que les llevemos las ideas a los demás y nos neguemos la posibilidad de ser únicas, convirtiéndonos en una pintura dibujada por otros. No hay mayor placer en este mundo que permitir que nuestras propias curvas afloren y llenen de arte nuestro proceder, porque hay que reconocerlo, nadie tiene derecho a tomar decisiones por nosotras, ni siquiera las personas que más nos aman.

La regla es “nadie debe sentarse en el suelo” y nadie se sienta en el suelo.

Qué bueno sería convertirnos en ermitañas, en mujeres que se alejan de todas las ostentaciones de la vida superficial para sumergirse en las profundidades de su propio ser y así encontrar su esencia.
Nuestro espíritu se encuentra lleno de caminos, caminos que siempre estarán guiados por nuestra sabiduría interior y nos darán la fuerza necesaria para dar un grito de rebeldía y permitirnos construir nuestro propio mundo, un mundo en el que reconozcamos que la felicidad depende de nuestra mente y no de los pensamientos de quienes nos rodean, un mundo en el que elijamos lo que más amamos por encima de las conveniencias, un mundo en donde no le tengamos miedo a nuestro corazón y nos atrevamos a ser libres.
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