
¿A dónde están? Esos hombres que con desesperación e incontinencia se abalanzan sobre nosotros para arrancarnos la ropa en el pasillo, aún sin haber cerrado la puerta, sin que el ascensor haya llegado al piso correcto. Que nos besan incansablemente hasta dormirnos los labios, mientras nuestro cuerpo empieza a sentir el calor, la asfixia, las ganas, la humedad. Los que saben que el cuerpo femenino es un terreno inexplorado buscando alguien que lo descubra cada vez. Que encuentre los lugares escondidos donde nadie llegó nunca para arrancarnos un gemido. Aquellos que comienzan en la boca, para seguir explorando el cuello, y detenerse en nuestro pecho… solo por un rato,… el necesario para seguir su camino, y desciende haciendo estremecer nuestro abdomen, con una contracción placentera… ligera… precediendo las otras… y disfruta en nuestro sexo, dándonos placer hasta la locura… y aún así, nos sigue acariciando, recorriendo, descifrando. Y comienza una, y otra vez buscando nuevos gemidos, nuevos sonidos, eternos e inagotables. Y después de dar tanto, no pide sino que ofrece su cuerpo para nuestros placeres. Sabiendo que después de tanta generosidad llegará la recompensa. En donde nosotros podremos redescubrir su boca, bajando por su cuello, deteniéndonos en su pecho, para disfrutar su abdomen, y alcanzar su sexo. Y así encontrarnos ambos unidos en un solo cuerpo que despierta, se estremece, estalla, descansa. Dándose un lapso de paz para volver a empezar, con otro recorrido, con otra experiencia.
Este hombre latino mitificado se enarbola tras tus palabras y sus grandes promesas, para encontrarnos luego con el resabio de pobres proezas. Están aquellos que no abren la boca para besar, que no rozan sus cuerpos contra el nuestro a la hora del amor, que saltean todas las etapas de un maravilloso recorrido buscando un hueco oscuro donde esconderse para agitarse espasmódicamente en la misma posición durante varios minutos y disfrutar después del reposo, perdiéndose el placer que pueden obtener en el conocimiento propio y ajeno. Que en su egocentrismo machista creen que con su breve placer alcanza, sin descubrir nunca cuanto más se disfruta con la satisfacción del otro.
Así que busquemos, incansablemente, aquel hombre que tenga ansias de aprender, de entregarse, de enseñar, de descubrir y descubrirse. Aquel que haga de cada encuentro una experiencia. Que logre consumirnos en la pasión para renacer renovadas con insaciables nuevas ganas. Que sepa que a todos nos quedan cosas por hacer, explorar, inventar, crear, copiar, aprender y aprehender. Y así puedan lograr que el mito se convierta en realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario