HERENCIA BIOLOGICA MUESTRA
En realidad la historia de un ser humano se escribe mucho antes de su nacimiento. Un niño comienza a gestarse generaciones antes de ser físicamente concebido.
Así como el hombre de nuestra época es el producto de su historia biológica, antropológica, histórica, cultural y social, así sucede con cada ser individual que viene al mundo en un momento determinado.
Los antecedentes inmediatos del pequeño son sus padres; esto es obvio. Por parte de ellos habrá una transmisión genética biológica, y aun otra no física, intangible, más sutil, que incidirá en el proceso de su desarrollo y que, a falta de otras palabras mejores, podemos denominar herencia psicológica.
Se trata de un mecanismo complejo, pero efectivo, por el cual un tipo de funcionamiento psíquico, cierta constelación de rasgos de personalidad predominantes en la familia, aunados a deseos, intereses y expectativas de las respectivas familias y de la pareja, se transmiten, precipitan y depositan sobre un pequeño en proceso de llegar a ser un individuo, provocando unos resultados determinados en la constitución de su personalidad y hasta en los posibles problemas psicológicos que en algún momento de su vida pueda, tal vez, llegar a padecer. La herencia psicológica es un vector más que nos ayuda a explicar por qué un niño, y luego un adulto, es como es, y es quien es.
Por lo general, en un momento determinado de sus vidas un hombre y una mujer se escogieron mutuamente, estuvieron de acuerdo en unirse y compartir un mismo espacio físico.
De cualquier forma, la elección de la pareja no es casual. Las investigaciones y la experiencia clínica parecen demostrar este aserto. Y es que el ser humano tiende a repetir ciertos patrones internos en los diferentes vínculos que establece, patrones que contienen en sí mismos sus necesidades más profundas.
La dinámica intrapsíquica humana no tiene nada de simple, y muchas veces, en contra de lo que pudiera pensarse, en los encuentros intrapersonales, en vez de desplegarse vínculos e intercambios que ayuden al crecimiento, se establecen lazos que suponen "más de lo mismo", como si se actualizaran viejos clichés, antiguos e intrínsecos patrones típicos de relación. Es lo que en lenguaje psicoanalítico se conoce con el nombre de transferencia.
Así, si una persona es sumisa y dependiente, en lugar de caminar hacia su autonomía y libertad en una relación paritaria, debido a su desconfianza en sí misma puede escoger una pareja que sea precisamente autoritaria y dominante, frente a la que pueda sentirse segura, protegida, cobijada, contenida.
Y viceversa; una persona que por su propia inseguridad interna necesite confirmar su seguridad en sí mismo y exteriorizarla autoafirmándose y dominando, puede escoger este tipo de pareja ante la que pueda desplegar tales rasgos. Uno y otro se necesitan mutuamente, mas pueden no ser conscientes de la dinámica que les ha unido por debajo de las apariencias. Se trata de un fenómeno que en Psicología se conoce como conclusión, del que existen diversas variedades según los conflictos en juego. Y es que dos rasgos opuestos pero complementarios encajan como la cerradura en la llave.
A su vez, la historia puede volver a repetirse, y como nadie puede transmitir lo que no tiene, es fácil que se dé el caso de que una hija de tal pareja sea a su vez una persona tímida e insegura que de nuevo escoja como compañero a un hombre que tenga, en apariencia, la fortaleza de la que carece. Y así sucesivamente a no ser que por diversas circunstancias en un momento dado se rompa la línea transmisora.
Los antecedentes inmediatos del pequeño son sus padres; esto es obvio. Por parte de ellos habrá una transmisión genética biológica, y aun otra no física, intangible, más sutil, que incidirá en el proceso de su desarrollo y que, a falta de otras palabras mejores, podemos denominar herencia psicológica.
Se trata de un mecanismo complejo, pero efectivo, por el cual un tipo de funcionamiento psíquico, cierta constelación de rasgos de personalidad predominantes en la familia, aunados a deseos, intereses y expectativas de las respectivas familias y de la pareja, se transmiten, precipitan y depositan sobre un pequeño en proceso de llegar a ser un individuo, provocando unos resultados determinados en la constitución de su personalidad y hasta en los posibles problemas psicológicos que en algún momento de su vida pueda, tal vez, llegar a padecer. La herencia psicológica es un vector más que nos ayuda a explicar por qué un niño, y luego un adulto, es como es, y es quien es.
Por lo general, en un momento determinado de sus vidas un hombre y una mujer se escogieron mutuamente, estuvieron de acuerdo en unirse y compartir un mismo espacio físico.
De cualquier forma, la elección de la pareja no es casual. Las investigaciones y la experiencia clínica parecen demostrar este aserto. Y es que el ser humano tiende a repetir ciertos patrones internos en los diferentes vínculos que establece, patrones que contienen en sí mismos sus necesidades más profundas.
La dinámica intrapsíquica humana no tiene nada de simple, y muchas veces, en contra de lo que pudiera pensarse, en los encuentros intrapersonales, en vez de desplegarse vínculos e intercambios que ayuden al crecimiento, se establecen lazos que suponen "más de lo mismo", como si se actualizaran viejos clichés, antiguos e intrínsecos patrones típicos de relación. Es lo que en lenguaje psicoanalítico se conoce con el nombre de transferencia.
Así, si una persona es sumisa y dependiente, en lugar de caminar hacia su autonomía y libertad en una relación paritaria, debido a su desconfianza en sí misma puede escoger una pareja que sea precisamente autoritaria y dominante, frente a la que pueda sentirse segura, protegida, cobijada, contenida.
Y viceversa; una persona que por su propia inseguridad interna necesite confirmar su seguridad en sí mismo y exteriorizarla autoafirmándose y dominando, puede escoger este tipo de pareja ante la que pueda desplegar tales rasgos. Uno y otro se necesitan mutuamente, mas pueden no ser conscientes de la dinámica que les ha unido por debajo de las apariencias. Se trata de un fenómeno que en Psicología se conoce como conclusión, del que existen diversas variedades según los conflictos en juego. Y es que dos rasgos opuestos pero complementarios encajan como la cerradura en la llave.
A su vez, la historia puede volver a repetirse, y como nadie puede transmitir lo que no tiene, es fácil que se dé el caso de que una hija de tal pareja sea a su vez una persona tímida e insegura que de nuevo escoja como compañero a un hombre que tenga, en apariencia, la fortaleza de la que carece. Y así sucesivamente a no ser que por diversas circunstancias en un momento dado se rompa la línea transmisora.
En realidad la historia de un ser humano se escribe mucho antes de su nacimiento. Un niño comienza a gestarse generaciones antes de ser físicamente concebido.
Así como el hombre de nuestra época es el producto de su historia biológica, antropológica, histórica, cultural y social, así sucede con cada ser individual que viene al mundo en un momento determinado.
Los antecedentes inmediatos del pequeño son sus padres; esto es obvio. Por parte de ellos habrá una transmisión genética biológica, y aun otra no física, intangible, más sutil, que incidirá en el proceso de su desarrollo y que, a falta de otras palabras mejores, podemos denominar herencia psicológica.
Se trata de un mecanismo complejo, pero efectivo, por el cual un tipo de funcionamiento psíquico, cierta constelación de rasgos de personalidad predominantes en la familia, aunados a deseos, intereses y expectativas de las respectivas familias y de la pareja, se transmiten, precipitan y depositan sobre un pequeño en proceso de llegar a ser un individuo, provocando unos resultados determinados en la constitución de su personalidad y hasta en los posibles problemas psicológicos que en algún momento de su vida pueda, tal vez, llegar a padecer. La herencia psicológica es un vector más que nos ayuda a explicar por qué un niño, y luego un adulto, es como es, y es quien es.
Por lo general, en un momento determinado de sus vidas un hombre y una mujer se escogieron mutuamente, estuvieron de acuerdo en unirse y compartir un mismo espacio físico.
De cualquier forma, la elección de la pareja no es casual. Las investigaciones y la experiencia clínica parecen demostrar este aserto. Y es que el ser humano tiende a repetir ciertos patrones internos en los diferentes vínculos que establece, patrones que contienen en sí mismos sus necesidades más profundas.
La dinámica intrapsíquica humana no tiene nada de simple, y muchas veces, en contra de lo que pudiera pensarse, en los encuentros intrapersonales, en vez de desplegarse vínculos e intercambios que ayuden al crecimiento, se establecen lazos que suponen "más de lo mismo", como si se actualizaran viejos clichés, antiguos e intrínsecos patrones típicos de relación. Es lo que en lenguaje psicoanalítico se conoce con el nombre de transferencia.
Así, si una persona es sumisa y dependiente, en lugar de caminar hacia su autonomía y libertad en una relación paritaria, debido a su desconfianza en sí misma puede escoger una pareja que sea precisamente autoritaria y dominante, frente a la que pueda sentirse segura, protegida, cobijada, contenida.
Y viceversa; una persona que por su propia inseguridad interna necesite confirmar su seguridad en sí mismo y exteriorizarla autoafirmándose y dominando, puede escoger este tipo de pareja ante la que pueda desplegar tales rasgos. Uno y otro se necesitan mutuamente, mas pueden no ser conscientes de la dinámica que les ha unido por debajo de las apariencias. Se trata de un fenómeno que en Psicología se conoce como conclusión, del que existen diversas variedades según los conflictos en juego. Y es que dos rasgos opuestos pero complementarios encajan como la cerradura en la llave.
A su vez, la historia puede volver a repetirse, y como nadie puede transmitir lo que no tiene, es fácil que se dé el caso de que una hija de tal pareja sea a su vez una persona tímida e insegura que de nuevo escoja como compañero a un hombre que tenga, en apariencia, la fortaleza de la que carece. Y así sucesivamente a no ser que por diversas circunstancias en un momento dado se rompa la línea transmisora.
Los antecedentes inmediatos del pequeño son sus padres; esto es obvio. Por parte de ellos habrá una transmisión genética biológica, y aun otra no física, intangible, más sutil, que incidirá en el proceso de su desarrollo y que, a falta de otras palabras mejores, podemos denominar herencia psicológica.
Se trata de un mecanismo complejo, pero efectivo, por el cual un tipo de funcionamiento psíquico, cierta constelación de rasgos de personalidad predominantes en la familia, aunados a deseos, intereses y expectativas de las respectivas familias y de la pareja, se transmiten, precipitan y depositan sobre un pequeño en proceso de llegar a ser un individuo, provocando unos resultados determinados en la constitución de su personalidad y hasta en los posibles problemas psicológicos que en algún momento de su vida pueda, tal vez, llegar a padecer. La herencia psicológica es un vector más que nos ayuda a explicar por qué un niño, y luego un adulto, es como es, y es quien es.
Por lo general, en un momento determinado de sus vidas un hombre y una mujer se escogieron mutuamente, estuvieron de acuerdo en unirse y compartir un mismo espacio físico.
De cualquier forma, la elección de la pareja no es casual. Las investigaciones y la experiencia clínica parecen demostrar este aserto. Y es que el ser humano tiende a repetir ciertos patrones internos en los diferentes vínculos que establece, patrones que contienen en sí mismos sus necesidades más profundas.
La dinámica intrapsíquica humana no tiene nada de simple, y muchas veces, en contra de lo que pudiera pensarse, en los encuentros intrapersonales, en vez de desplegarse vínculos e intercambios que ayuden al crecimiento, se establecen lazos que suponen "más de lo mismo", como si se actualizaran viejos clichés, antiguos e intrínsecos patrones típicos de relación. Es lo que en lenguaje psicoanalítico se conoce con el nombre de transferencia.
Así, si una persona es sumisa y dependiente, en lugar de caminar hacia su autonomía y libertad en una relación paritaria, debido a su desconfianza en sí misma puede escoger una pareja que sea precisamente autoritaria y dominante, frente a la que pueda sentirse segura, protegida, cobijada, contenida.
Y viceversa; una persona que por su propia inseguridad interna necesite confirmar su seguridad en sí mismo y exteriorizarla autoafirmándose y dominando, puede escoger este tipo de pareja ante la que pueda desplegar tales rasgos. Uno y otro se necesitan mutuamente, mas pueden no ser conscientes de la dinámica que les ha unido por debajo de las apariencias. Se trata de un fenómeno que en Psicología se conoce como conclusión, del que existen diversas variedades según los conflictos en juego. Y es que dos rasgos opuestos pero complementarios encajan como la cerradura en la llave.
A su vez, la historia puede volver a repetirse, y como nadie puede transmitir lo que no tiene, es fácil que se dé el caso de que una hija de tal pareja sea a su vez una persona tímida e insegura que de nuevo escoja como compañero a un hombre que tenga, en apariencia, la fortaleza de la que carece. Y así sucesivamente a no ser que por diversas circunstancias en un momento dado se rompa la línea transmisora.
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