EL CLIMA

martes, 11 de enero de 2011

IMPACTANTE: El largo recorrido de una mama argentina, y un niño de HAITI.



GRACIAS DIARIO LA NACION.







Tras el golpe que dejó sin rumbo a Haití en enero pasado, Mabel García vivió momentos difíciles, teñidos de angustia y desesperación, y se enfrentó a escollos de todo tipo. Pero su fortaleza y su deseo de ser mamá lograron anteponerse al dolor y le impidieron rendirse.
Su meta era clara: recuperar a Eggenson, su pequeño hijo adoptivo, de cuatro años, que
la esperaba indefenso en un hogar de niños para escapar de la isla, castigada por una tragedia que dejó arriba de 220.000 muertos. Y lo consiguió, con ese empuje que dice haber ganado con los años y que no abandona siquiera en las situaciones límite.

Y así, en agosto pasado, se convirtió en la única mamá que después del terremoto obtuvo el reconocimiento del fallo de adopción extranjera que emitió el Tribunal de Familia N°1 de Quilmes. Una decisión que, en la práctica, permitió a Eggenson abandonar el apellido de sus padres biológicos y contar con una partida de nacimiento argentina, primero, y un pasaporte, después.
Mabel describe los meses transcurridos como parte de una película que nunca imaginó protagonizar, mientras toma conciencia del impacto que tuvo lo ocurrido en su forma de encarar la vida.
"Haití significó un antes y un después en mi vida. No sólo por haber adoptado a mi hijo, sino por la forma en que lo hice y la transformación que tuvo el país. Aprendí que todo está dentro de las posibilidades, lo bueno y lo malo. La adversidad me ayudó a vivir el día a día y a no programar cuando miro al futuro", reflexiona durante una entrevista con lanacion.com, a horas de que se cumpla el primer aniversario de la catástrofe.
Las dos Haití. Pese al paso del tiempo, esta mujer, de 45 años, sigue sorprendida por el horror que encontró en Puerto Príncipe el verano pasado. "Hay cosas que no me puedo olvidar. Si bien yo había estado allí varias veces [por la tramitación de los papeles del niño], nunca ví tanta destrucción como la que dejó el sismo. La gente se peleaba en la calle con los chanchos por una bolsa de basura o se lavaba con agua de la alcantarilla, todas cosas que son muy denigrantes para el ser humano", relata. "Estando ahí ví avalanchas de personas cada vez que los aviones humanitarios arrojaban comida y, por las noches, escuchaba sus protestas", cuenta.
Durante la primera quincena de febrero, dividió su estadía entre un hotel sin luz ni agua potable y sus visitas al orfanato For his Glory, donde desde el afecto intentó ayudar al resto de los chiquitos a recuperarse del desastre. En tanto, varios adultos se acercaban al lugar a entregar a sus hijos en adopción por entender que no podían brindarles el alimento y cuidado necesarios en un contexto tan hostil.
Un nuevo capítulo. Eggenson dejó su tierra natal a mediados de ese mes a bordo de una avioneta provista por la Cancillería argentina con destino al país. Es que los planes originales de dar vuelta la página en Corea, se frustraron cuando Mabel perdió su empleo y sus ahorros para recuperar su hijo. Entonces, tuvo que dejar al pequeño con su hermana, en Quilmes, y volver a Asia a buscar algunas de sus pertenencias. "El me extrañó mucho en esos días. Dicen que iba con una mochilita y una foto que le había regalado a todos lados. Y que, a veces, miraba por la ventana y me llamaba «Mamá Mabel» para que viniera".
Precisamente, en ese momento, el pequeño interrumpe la charla con lanacion.com y le da un cálido abrazo. "A veces no quiere que hable de estas cosas, pero yo siempre le digo que no hay que olvidarse de dónde es uno", explica, mientras Eggy vuelve a entretenerse con un camión de juguete que pasea de un lado a otro por el patio de la casa de sus abuelos.
Mabel es fiel a esa premisa de no ocultar la propia historia. Por eso, evitó desde el principio "tapar" sus recuerdos de la tragedia y le explicó con imágenes lo que había pasado como si se tratara de un cuento. "Llegó un momento en que Eggenson no quiso saber nada más y dijo basta. Ahora, está poniendo una especie de barrera entre el pasado y el presente, y no quiere hablar mucho de Haití", comenta.
Con la sentencia en mano y casi con lo puesto, dejó su trabajo como cantante lírica en Corea y viajó a las Antillas para traerlo de regreso a la Argentina.

Y así, en agosto pasado, se convirtió en la única mamá que después del terremoto obtuvo el reconocimiento del fallo de adopción extranjera que emitió el Tribunal de Familia N°1 de Quilmes. Una decisión que, en la práctica, permitió a Eggenson abandonar el apellido de sus padres biológicos y contar con una partida de nacimiento argentina, primero, y un pasaporte, después.
Mabel describe los meses transcurridos como parte de una película que nunca imaginó protagonizar, mientras toma conciencia del impacto que tuvo lo ocurrido en su forma de encarar la vida.
"Haití significó un antes y un después en mi vida. No sólo por haber adoptado a mi hijo, sino por la forma en que lo hice y la transformación que tuvo el país. Aprendí que todo está dentro de las posibilidades, lo bueno y lo malo. La adversidad me ayudó a vivir el día a día y a no programar cuando miro al futuro", reflexiona durante una entrevista con lanacion.com, a horas de que se cumpla el primer aniversario de la catástrofe.
Las dos Haití. Pese al paso del tiempo, esta mujer, de 45 años, sigue sorprendida por el horror que encontró en Puerto Príncipe el verano pasado. "Hay cosas que no me puedo olvidar. Si bien yo había estado allí varias veces [por la tramitación de los papeles del niño], nunca ví tanta destrucción como la que dejó el sismo. La gente se peleaba en la calle con los chanchos por una bolsa de basura o se lavaba con agua de la alcantarilla, todas cosas que son muy denigrantes para el ser humano", relata. "Estando ahí ví avalanchas de personas cada vez que los aviones humanitarios arrojaban comida y, por las noches, escuchaba sus protestas", cuenta.
Durante la primera quincena de febrero, dividió su estadía entre un hotel sin luz ni agua potable y sus visitas al orfanato For his Glory, donde desde el afecto intentó ayudar al resto de los chiquitos a recuperarse del desastre. En tanto, varios adultos se acercaban al lugar a entregar a sus hijos en adopción por entender que no podían brindarles el alimento y cuidado necesarios en un contexto tan hostil.
Un nuevo capítulo. Eggenson dejó su tierra natal a mediados de ese mes a bordo de una avioneta provista por la Cancillería argentina con destino al país. Es que los planes originales de dar vuelta la página en Corea, se frustraron cuando Mabel perdió su empleo y sus ahorros para recuperar su hijo. Entonces, tuvo que dejar al pequeño con su hermana, en Quilmes, y volver a Asia a buscar algunas de sus pertenencias. "El me extrañó mucho en esos días. Dicen que iba con una mochilita y una foto que le había regalado a todos lados. Y que, a veces, miraba por la ventana y me llamaba «Mamá Mabel» para que viniera".
Precisamente, en ese momento, el pequeño interrumpe la charla con lanacion.com y le da un cálido abrazo. "A veces no quiere que hable de estas cosas, pero yo siempre le digo que no hay que olvidarse de dónde es uno", explica, mientras Eggy vuelve a entretenerse con un camión de juguete que pasea de un lado a otro por el patio de la casa de sus abuelos.
Mabel es fiel a esa premisa de no ocultar la propia historia. Por eso, evitó desde el principio "tapar" sus recuerdos de la tragedia y le explicó con imágenes lo que había pasado como si se tratara de un cuento. "Llegó un momento en que Eggenson no quiso saber nada más y dijo basta. Ahora, está poniendo una especie de barrera entre el pasado y el presente, y no quiere hablar mucho de Haití", comenta.

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