EL CLIMA

sábado, 14 de agosto de 2010

LA ULTIMA AMANTE DE MUSSOLINI


























LA ULTIMA AMANTE DE MUSSOLINI


Clara Petacci nació en Roma el 28 de febrero de 1912, en el seno de una familia de clase alta: su padre, Francesco Saverio Petacci, su madre, Giuseppina Persichetti, y su hermana, Miriam Petacci, la apodaron Claretta.
Muy guapa físicamente, esta romana expresó desde muy joven su admiración hacia Benito Mussolini, de quién tenía retratos en su habitación. Se las arregló para contactar con él y solicitó una entrevista personal en 1932. A partir de ese momento empezaron su relación extramatrimonial. Aunque Rachele Mussolini, la mujer de Benito, conocía este affair 8 (y el previo con Ida Dalser, madre de Benito Albino Mussolini) e intentó acabar con él, no lo consiguió nunca.
Clara estaba casada con Riccardo Federici, un teniente de la Aeronaútica italiana y lo abandonó en 1936. Investigaciones biográficas han dado a entender que Clara realmente sintió un amor sincero hacia el Duce y que fue su amante devota e incondicional. El Duce trasladó a Clara a un exclusivo barrio romano llamado Villa Camiluccia, donde la romana habitó una suntuosa propiedad.
El 25 de abril de 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el duce abandonó Milán en dirección a Suiza. Acompaña por Petacci. El 27 de abril, una patrulla de partisanos detuvo un convoy de la Wehrmacht, donde descubrieron y reconocieron a los dos amantes, a los que detuvieron.[1]
Pier Luigi Bellini della Stelle, el jefe de los partisanos, se encontró a Clara en el ayuntamiento de Dongo y le dijo que su intención no era matar a Mussolini, sino encarcelarlo. Ella dijo que si Benito moría, ella también.
Pero, en una reunión mantenida entre miembros del Comité de Liberación Nacional y representantes del Cuerpo de Voluntarios de la Liberación que tuvo lugar en Milán se decidió que Mussolini debía ser ejecutado.
Walter Audisio, apodado Coronel Valerio, un comunista que había participado en la Guerra Civil Española en contra del fascismo, pues estaba en las Brigadas Internacionales, fue el encargado de que el dictador italiano no fuera entregado a las autoridades y fuese fusilado.
Así pues, se trasladó a Mussolini cerca de Bonzanigo, donde dieron la oportunidad a Clara a unirse.
Mussolini y Clara murieron fusilados. Sus cadáveres fueron trasladados a la plaza de Loreto de Milán,[2] donde fueron entregados al pueblo, sometidos a toda clase de ultrajes por la muchedumbre y expuestos públicamente.[1]

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