EL CLIMA

martes, 16 de febrero de 2010

LA CEREMONIA DEL TE

















HISTORIA DEL TE SU CEREMONIA Introducción

Siempre que estudiamos un pueblo oriental, surge el mismo problema: ¿estamos preparados para conocer esta cultura?, ¿somos lo suficientemente objetivos como para entenderla?, ¿podremos dejar de lado, siquiera por un momento todos nuestros prejuicios sobre lo que es normal y lo que no lo es? Hagamos un esfuerzo y entremos en un mundo fascinante.

El Pueblo Oriental se ha destacado por intentar, desde hace cientos de años, el desarrollo de una tecnología del mundo interno del Hombre; se ha dedicado a esclarecer la vida interior, a buscar lo espiritual tanto en el ser humano como en la Naturaleza.

Mientras, en Occidente nos hemos dedicado más a desarrollar una tecnología que nos facilite la vida exterior descuidando la interior.

La ceremonia del té no es tan sólo un ejercicio de destrezas y habilidades, sino un camino donde se depositan los principios, verdades y enseñanzas que benefician al hombre y le educan. Representa una tradición y recorre muchas generaciones que han de transmitirla.


Una mentalidad diferente

En Japón pervive una mentalidad mágica junto con un potente desarrollo industrial. Pero a nosotros no nos es tan fácil comprender eso de la tecnología de la vida interior, y mucho menos practicarlo y vivirlo. El Japón vive con parámetros diferentes a los nuestros, su concepto de las cosas respira armonía con la naturaleza, respira trascendencia.

EI arte japonés también es diferente y toma gran parte de su sentido del Budismo Zen; este concepto de «arte» está íntimamente ligado a la ceremonia del té:

«El termino «arte» abarca lodo aquello que tiene valor para el desarrollo del carácter de una persona, para el acercamiento del sí mismo interior a la belleza.

Para el artista, lo único esencial es una devoción interna en la creación de la belleza natural.
Cualquier actividad puede ser elevada al nivel de arte, porque, en cualquier caso, el hombre sigue siendo su centro. El arte es obra de salvación, de iluminación y de libertad, y lo bello se vuelve camino, paso, sendero entre el Yo y el Todo.

El discípulo debe haber experimentado la «unidad» que reside en la obra. La apreciación artística es transformada en meditación. El simple conocimiento de su forma, de su técnica, no es suficiente. La comprensión sólo se logra cuando podemos sentir la resonancia que la obra produce dentro nuestro una vez captada su naturaleza más interna. Para un occidental, sólo cuando estemos hartos de apreciar una pintura, podremos experimentarla en el sentido japonés».

Veamos alguno de estos conceptos extraídos del libro “En la Nieve, la Rama Florecida”, de Horst Hammitzsch:

«Para el Japonés la ceremonia tiene un claro significado: es la forma en que el hombre participa de la leyes de la naturaleza y el orden universal, donde todo el ceremonial apunta al despertar de esa vida interior radicada en la quietud, experimentando así, una especial alegría. Y si no se tiene la experiencia, al menos, educa y prepara el camino para la consecución final, lo cual ya es mucho».

Otro concepto japonés es el de las vías; existe la vía de las flores, de la pintura, de las artes marciales, de la poesía, la vía del té y algunas otras. Pero ¿qué significado interno posee el concepto de la vía?:

«Una vía viene de algún lado y conduce a algún otro lado. Su meta es apresar los valores internos, despertar lo escondido dentro de sí. La vía permite liberar las ataduras de las cosas, y hacer libre al corazón. Lograr la perfección».


Un poco de historia

Decir cuándo se empezó a beber té sería imposible, pero se atribuye a Lu Yu, del período Tang (61 8-906) en China, el mérito de asentar sus comienzos en una ceremonia. Compuso el Clásico del Té, «Cha-Cing», un extenso tratado sobre dicha bebida.

Fue en el sur de China donde los monjes zen ayudaron a hacer del té una ceremonia de autorrealización; para ello había que seguir un estricto ritual frente a la pintura del Primer Patriarca Zen en China, Bodhidharma, los monjes bebían compartiendo un cuenco. Pero esta tradición se pierde en China y sólo se preservará en Japón, como otra de las muchas herencias del período Sung (960-1279). Subsistiendo en los templos Zen Japoneses, ayudaba a mantener la atención durante los ejercicios de meditación y a fortalecer la concentración de los monjes. Pero fue gracias al maestro Eisai (1114-1215) como la bebida se extendió y cobró popularidad. Desde entonces la historia del té y su ceremonia va a tener tres etapas; una primera «Médico-Religiosa», una segunda de «Fastuosidad», y una tercera «Místico-Estética» En los siglos XIV al XVI se dio la etapa de fastuosidad: existieron las competiciones, había que distinguir el tipo y la procedencia del té degustado. En las salas había adornos, incluso pinturas del Buda. Después de tomar el té se ofrecía un alegre banquete de platos selectos de pescado y vino de arroz. Sólo se parece a la vía del té en lo formal, y nada en la actitud.

Luego fue evolucionando hacia las tertulias (Un-kyakucha a kai). Se bebía té flojo; luego había un baño comunal, y se bebía más té. De las paredes colgaban rollos de caligrafía; había arreglos florales, biombos, frutas. No existía la rica ostentación de antes con las competiciones. Su espíritu se empezaba a parecer a una ceremonia. Pero para que una ceremonia sea tal, se deben observar una serie de reglas fijas (con alguna libertad de variación) que le den ese carácter ceremonial donde entran en juego las leyes de la naturaleza. Fue con la influencia de la clase guerrera, que seguía un estricto código de conducta, cuando la ceremonia adquirió una serie de reglas.

Tras muchas transformaciones, en el siglo XVI, las reglas de la ceremonia se hicieron aún más estrictas. Los maestros del té trabajaron en ese sentido y lo lograron. Ya entonces la Vía del té no se limitaba a la forma exterior de la ceremonia, sino que tenía por objeto transformar el procedimiento exterior en busca de una actitud interior En los siglos XVIII y XIX cayó en la superficialidad y fue símbolo de un estatus social; sin embargo, el espíritu de la ceremonia del té no pudo nunca ser comprado y su transmisión se llevó a cabo en círculos muy cerrados. Ahora, en el siglo XX, ha vuelto a renacer, pues con el desarrollo industrial, técnico, político, y las tensiones financieras, la ceremonia del té ofrece un lugar de autorrecogimiento, una fuente de la que extraer nuevas fuerzas, un lugar de paz y silencio.

La actitud interior

La actitud que debemos tener al entrar en una sala de té es muy especial. El maestro Shukó, que ayudó en sus comienzos a su espiritual desarrollo, nos lo resumiría diciendo que lo peor que se puede hacer es tener arrogancia y egoísmo en el corazón, tener envidia al hábil o desprecio al principiante: estos son verdaderos demonios. Transfórmate en amo de tus deseos; no dejes que tus deseos se transformen en tu amo; el corazón no debe ser atraído por lo externo sino por lo interno: hay que captar la belleza de lo simple y sencillo y rechazar lo excesivamente exquisito y fino. Para Shukó la ceremonia del té sería el marco ideal donde el hombre puede y debe abrir su corazón; y no en el mundo donde prima el interés material.

«¿Por qué debe ser allí donde esparzas tu fragancia, tú, flor virginal, allí donde el vulgar chismorreo esparce su veneno en este mundo?» (Shukó).

Otro gran maestro, Ta-kemo Joo (1502-1 555), nos diría que todos debemos hacer un esfuerzo para que la soledad reverente y afable pueda surgir espontáneamente. Pero para esto el corazón debe estar libre de cosas terrenas; entonces uno, con mucha práctica, se transforma en «espejo de la humanidad»

El maestro Sen Soeki Rikyu nos advertiría que hay que entrar con devoción hacia lo sencillo, sin pensar que nadie es superior a nadie, no hay rangos en la ceremonia del té, todos somos iguales internamente, en esencia. Hemos de tratar de no hablar vulgaridades ni antes, ni durante, ni después de la ceremonia.

Pero el que más se va a extender en explicar la actitud es el maestro del té y también maestro de espada Takuan Suho: «Dejad que una persona restaure su corazón con viejos utensilios de té; no le dejéis que olvide los paisajes de las cuatro estaciones; no dejéis mostrar servilismo, deseo, vanidad. Simple, honorable, recta conducta... eso es el Chanoyu (ceremonia del té). Así, dejad que una persona tenga deleite en la armonía natural del cielo y de la tierra; «dejad que trasplante montañas, ríos, árboles y rocas junto a su propio fuego y experimente los elementos dentro de sí. Dejad que trace las fuentes del cielo y de la tierra y saboree en su boca el gusto del viento. Placer en la armonía del cielo y de la tierra... esta es la Vía del Chanoyu».

Takuan Suho vuelca su atención en estos cuatro conceptos, brevemente reseñados: Reverencia, armonía, pureza y tranquilidad.

* Reverencia (kei) es respeto por la otra gente y autocontrol mental; también es respeto por todos los seres vivientes.

* Armonía (Wa) revela una conducta personal en relación con todo el entorno y un autoajuste
con él, el corazón estaría entonces en cierto estado de «gracia».

El Kei y el Wa, combinados, engendran un sentimiento profundo que une al hombre con todos los seres y lo impulsa a participar de todo corazón.

* Pureza (Sei) es limpieza exterior e interior, el cual debe ser también ético y moral. Es una limpieza con raíces en la simple naturalidad.

* Tranquilidad (Jaku) es el último y más difícil de aprender. Es una tranquilidad especial, una tranquilidad rodeada de paz en el corazón, con soledad... una tranquilidad que se experimenta y que a la vez reside dentro de uno. Una tranquilidad que exige alejarse de todo lo ruidoso y extraño a la vida interior. Donde los deseos mundanos se extingen y son reemplazados por el vacío (Ku) que es también silencio, entonces se alcanza el conocimiento, comprensión a través de la intuición, es la sabiduría trascendental, los valores eternos del hombre afloran en su plenitud; es el fin último no sólo de la ceremonia del té, sino del Budismo Zen.

El jardín japonés

Hay, fundamentalmente, dos tipos de jardines, cada uno dimanante de conceptos distintos. Uno es el Tsukiyama (panorámico, a base de colinas y lagos), y otro el Hirami-wa (pequeños, planos y con muy pocos elementos). El jardín de Tsukiyama está inspirado en el budismo «jodokyo» o de la Tierra Pura, que habla de un mundo paradisíaco después de la muerte. Estos jardines se esfuerzan en incorporar los elementos de la Tierra Pura y de las Islas de los Inmortales, símbolo de la propia inmortalidad del hombre. Por eso en estos jardines encontramos lagos con lotos (flor sagrada) e islas solitarias.

Pero el jardín Hiramiwa sería más propio del salón de té y del templo Zen. Sus escasos elementos (agua, piedra, árbol y farol) pueden sugerirlo todo, desde la musicalidad de una cascada hasta la inmensidad del océano infinito. Esta idea llevada al extremo da como resultado los jardines de roca y arena, llamados de meditación, que simbolizan, entre otras cosas, el equilibrio universal, la naturaleza desnuda. Ese equilibrio, esa quietud, no es sino un estado de conciencia, por eso el jardín solo sugiere, los estados de conciencia los debe poner cada uno.


Descripción de una ceremonia del té

Existen muchos tipos de ceremonias diferentes, pero podemos intentar una aproximación (basada en la escuela Omoto Sin Kei, discípulo de Senno Rikiu), eso sí, sin pretender explicarlo todo, sino sólo lo principal:

El maestro de té ya ha hecho los preparativos, y todo está listo en el lugar de la ceremonia o Chasitsu (también llamado Sukiya, Chaya, Kakoi, etc.). Las obras de arte, que servirán para la ceremonia, han sido escogidas teniendo en cuenta la estación del año y las características de los invitados.

En el jardín

Los invitados esperan en una zona del jardín o Rogi llamada sala de espera, Machiai, donde hay símbolos que recuerdan lo que se va a vivir. Allí se conocerán y saludarán y hablarán poco, sólo admiraciones hacia el Rogi, y luego se volcarán en el goce del silencio. El Rogi se divide en dos: el Rogi exterior y el Rogi interior, que ya formaría parte del Chasitsu. Se entreabre la puerta que separa los dos jardines y los invitados entran inclinándose por ese pequeño acceso. Eso predispone a la humildad, es una ayuda a la verdadera actitud. Entran en el Rogi interior, y todo su simbolismo les penetra, con cada paso que dan, el mundo de lo cotidiano con su bullicio, se desvanece en la mente. Así, libres, se entregan a ese mundo del silencio. El invitado se purifica y armoniza su corazón y éste resuena en simpatía con el rocío, los árboles, los manantiales y las rocas.

Rogi se descompone en Ro (manifestar) y gi (corazón, alma), significa algo así como manifestar el alma o abrir el corazón. Es el primer escalón en la vía del té. Puede tener varios senderos, pero el maestro ya ha señalado uno en concreto que les llevará hasta una fuente o un recipiente con agua fresca y pura; allí se enjugarán la boca y las manos; es un lavado simbólico.

En el Chasitsu o choza de ceremonias

Al fondo se vislumbra ya el Chasitsu. Una sencilla choza con tejas de madera en un ambiente boscoso donde se respira paz. Sólo tiene ventanas pequeñas que escasamente permiten la vista al exterior, así se crea la atmósfera interior necesaria. Su carácter es de naturaleza efímera y tiene su origen en el templo Zen. Sus materiales son simples y naturales: bambú, junco, madera, barro, paja... Su tamaño es muy reducido, entre tres y seis metros cuadrados. Su construcción es asimétrica, pues sólo lo libre de repetición y asimétrico promueve el desarrollo creativo; lo simétrico limita. El salón de té es la humilde ermita, la pequeña choza de paja de aquel que, sensible a la belleza, le rinde su culto y se une a la naturaleza. Es denominada de muchas formas: «Choza de la creatividad», «Choza de inconclusión», «Choza de vacuidad», «Choza de la montaña oculta», «Casa de la fantasía», «Otro mundo», «Casa de lo asimétrico»...

Antes de entrar, los señores de la guerra deben dejar sus armas, pues en el salón de té no hay rangos ni enemigos, sólo hombres hermanados. Entran los invitados dejando el calzado fuera para no llevar las impurezas del mundo a la choza sagrada. La puerta de acceso es pequeña y obliga a agacharse y entrar de rodillas, el piso está a unos setenta centímetros del suelo. Una vez dentro admiran los pocos y sencillos elementos artísticos que adornan la vacuidad del salón, que pueden ser una pintura, un texto poético, etc. Se prepara el hogar encendiendo el carbón de forma que su calor sea constante, se añaden unas bolitas de incienso, y se coloca dentro el hervidero con agua muy pura. Al hervir se oirá un murmullo que transportará la imaginación al ruido de las olas, el viento entre los pinos, el murmullo de un riachuelo...

Primera parte

Preparado el hogar, se sirve una frugal comida, algunos dulces y sake. Tanto los instrumentos como los recipientes de la ceremonia, son estimadas obras de arte, que los invitados admiran apreciando su belleza. Los recipientes de té de estas ceremonias suelen ser de una belleza extraña para el gusto occidental: lo vemos tosco y rústico, pero es la manera teísta de concebir lo bello, donde entran en juego los elementos Wabi y Sabi, no sólo aquí sino en la cabana de té, en las pinturas, en los poemas, en los jardines y hasta en la conducta de un teísta. Sabi se refiere a la soledad, desnudez, vacío... Wabi es la pobreza, la simplicidad, lo no ornamental y sincero. El resultado son obras asimétricas e irrepetibles.

El cuenco de té tiene su propio nombre, como «nubes de lluvia», «monte Fuji», «la Luna dorada» etc. Todos los elementos deben guardar una armonía tanto con el ambiente como con el tipo de ceremonia como con todos los invitados. Se debe lograr un estado de contemplación donde lo espontáneo sea lo correcto.

Terminada la primera parte de la comida los invitados salen al jardín, no sin antes llenarse del ambiente artístico de la sala. Mientras, se prepara todo para la siguiente parte de la ceremonia. Para ello se abre la claraboya del techo, así entrará más claridad, el ambiente cambiará de Ying a Yang, de sombra a luz. También se variará el decorado y se barrerá el cha-sitsu.

Segunda parte

Una vez lista la sala se toca un gong y los invitados quedan en silencio. Al entrar pueden encontrarse un arreglo floral en el tokonoma (una especie de altar o nicho) que lleva la estación de la época al salón. En cierta ocasión un maestro de té, en un frío y nevoso día de invierno, colocó en el tokonoma, no las flores acostumbradas, sino un recipiente de agua clara, de esta manera quedaba simbolizada la pura belleza de la nieve y su misma naturaleza transitoria.

En vez de un arreglo floral puede haber una pintura que lo represente. En la habitación la mirada no se distrae con otras cosas. La pintura y el arreglo floral en el nicho ocupan el centro de la atención. Las líneas y puntos de la pintura exhalan una melodía propia que resuena en el corazón de los invitados.

Ahora es cuando comienza la preparación del té; sólo se oye el murmullo del agua; el maestro actúa de manera ritual, tranquilo, sin ímpetu, sin precipitarse, recreándose en cada uno de los movimientos sólo lo necesario. Mezcla el agua caliente con un finísimo té en polvo color verde muy llamativo, lo disuelve con una especie de escobilla y lo ofrece a sus invitados. Estos cogen el cuenco poniendo la mano izquierda debajo y girándolo lentamente con la derecha, así admiran uno a uno el recipiente del cual todos beben. El té obtenido nada tiene que ver con nuestras transparentes infusiones, es más parecido a nuestro chocolate aunque no tan espeso, ellos lo llaman «baba de dragón», «espuma de jade fluida».

Si somos neófitos puede suceder que tanta quietud nos intranquilice, ya sea por un sin número de sentimientos contradictorios que nos surgen, o por una marea de pensamientos e imágenes distorsionadas que nos alejan de la tranquilidad acariciada en ese ambiente de quietud. Pero si somos constantes, si tenemos paciencia y confianza, veremos desaparecer el tumulto interior, y surgir la base profunda de nuestro ser. Se adquiere entonces una conciencia que otorga un nuevo significado a las cosas. Dentro de uno ya no se podrá romper la armonía porque ahora somos la armonía.

A continuación se servirán unos dulces y luego un té flojo en otro cuenco. Los invitados dan las gracias por todo, pero será el maestro quien salga primero por una puerta interior. Luego salen los invitados al jardín y saludan con reverencias; cuando el maestro de té sabe que están en el jardín, sale nuevamente y desde la pequeña puerta del chasitsu saluda a su vez.

La ceremonia del té ha terminado.


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