EL CLIMA

viernes, 20 de noviembre de 2009

CRISIS CRISIS....




















Es un momento difícil. Después de 16 años juntos e infinidad de vaivenes amorosos, el matrimonio de Eduardo Celasco y Mercedes Sarrabayrouse, la hija de Susana Giménez, llegó a su fin. Las fotos de la romántica caminata del productor televisivo junto a Victoria Rodríguez, una de las mellizas Petardo, no hicieron más que confirmar lo que sabe hace dos meses y lo que se amaga hace años: que la pareja ya no es pareja.
Ella, por su parte, ya habría comprado una casa en un barrio privado de zona Norte, con lago artificial incluido, adonde tendría pensado mudarse con sus hijos adolescentes. Lo concreto es que ya no comparten techo y que a él se lo vio con la infartante y casi ignota morocha, que luce unos cuantos años menos que los 47 (excelentemente llevados) de “Meche”. Las malas lenguas aseguran que salen desde hace un año, que no es una relación nueva. De “Vito” Rodrí-guez se puede decir que su currículum ostenta rumores sobre un romance con Diego Torres, más chismes sobre un supuesto trío sexual junto a su hermana Soledad (de ahí el apodo explosivo) y Andrés Calamaro, quien les dedicó una canción a ambas (esa que dice que “entre las dos no sumaban ni siquiera mi edad, las hermanas mellizas Victoria y Soledad”). Más allá del prontuario de episodios que la catapultaron a obtener cierta notoriedad, la bonita joven en cuestión y su hermana anunciaron que vuelven a las tablas de la mano del productor Aldo Funes en el próximo verano porteño. Casualidad o no, el romance entre el ex yerno de Susana y la marplatense explotó pocos días antes de que se confirmara la obra de teatro en la que trabajarán. Idas y venidas. Más allá de los incesantes rumores de separación, Eduardo y Meche siempre volvían a mostrarse juntos. Es más, en el año 2006 llegaron a publicarse fotos de la presunta mudanza de Celasco, a quien retrataron sacando sus petates de la casa conyugal en innegable síntoma de ruptura. Pero esa tormenta, como tantas otras, también pasó de largo. Meses más tarde, en el verano, se los vio en familia disfrutando de un recital de Los Ratones Paranoicos en Punta del Este, en la playa. Este verano que pasó, por caso y como muestra de la oscilante historia de amor entre ambos, fue distinto. Ella se refugió en la chacra materna “La Mary”, en Punta del Este, y él se quedó en la City porteña, sobrevolado por rumores que indicaban que lo habían visto paseando por Palermo con una morocha de pollera corta. Deja vú de lo que pasó la semana pasada, cuando lo fotografiaron con su nueva/vieja conquista.

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